En esta segunda y última entrega se concluye el relato de la actividad educativa desarrollada por un grupo de alumnos de la escuela de San Pedro Manrique, conducidos por su maestro D. Dionisio Rivera Tricio, y que consistió en hacer una excursión de carácter cultural, visitando tanto las ruinas de Numancia, en Garray, como el Museo Numantino de la ciudad de Soria. En el artículo publicado en el Núm. 19 de la “Revista Pedagógica”, el Suplemento de “El Magisterio Español”, en Madrid, a 5 de junio de 1926, se incluyen hasta 4 fotografías. En la primera de ellas los 11 alumnos y su maestro posan en la escalinata de acceso al Museo Numantino, acompañados por su director Blas Taracena Aguirre y creemos que, también, por el Inspector-jefe de Primera Enseñanza Gervasio Manrique. En la segunda, vemos a dicho grupo de niños, con su maestro y el Inspector, retratados a la puerta de la hermosa fachada románica de la iglesia de Santo Domingo. En las otras dos ilustraciones se muestran un conjunto de armas y de recipientes cerámicos encontrados en Numancia.
Advertimos
en su lectura como a este texto fechado en 1926 llegan los ecos de las
sucesivas excavaciones acometidas en el
cerro de La Muela de Garray. Desde las primeras que realizara el inspector de
tributos Juan Bautista de Erro y Azpiroz en 1803 por cuenta de la Sociedad
Económica Numantina de Amigos del País, a las segundas que se efectuaron por
iniciativa de la Academia de la Historia, con la ayuda económica del Gobierno
español, desde los años 1861 al 1867, por la Comisión nombrada al efecto y que
constituyeron Antonio Delgado, anticuario de la Academia, Salustiano de Olózaga
y Aureliano Fernández Guerra y a la que se unió Eduardo Saavedra, verdadero
descubridor de Numancia. Y hasta las del profesor alemán Adolf Schulten, que
auxiliado por el arqueólogo Koönen practicó nuevas excavaciones en el solar
numantino desde el año 1905, y que dejarían al descubierto una parte de la
antigua ciudad celtíbera.
Como también se anota, dicha presencia
extranjera generaría una reacción de protesta en la prensa local. Recuerdo
además, para contextualizarla, que el Museo Numantino, construido bajo el mecenazgo de
Ramón Benito Aceña, había sido inaugurado por el Rey Alfonso XIII el 18 de
septiembre de 1919. Y que el posterior Presidente de la Comisión José Ramón
Mélida y Alinari había publicado su “Excursión a Numancia pasando por Soria”, a
modo de guía, ya en 1922.
"Excavaciones.
Los
primeros trabajos de excavación fueron practicados por el Ayuntamiento de
Soria, la Diputación y la Sociedad de Amigos del País en 1842.
En el 1853, el sabio arqueólogo don
Eduardo de Saavedra hizo exploración en el cerro de La Muela, término de
Garray, suspendiéndolas a los pocos días: pero en el 1861, el mismo sabio
comprobó de una manera terminante el lugar ocupado por Numancia.
A principios del presente siglo se
presentó en Soria el Sr. Schulten, alemán, subvencionado por las Sociedades
científicas de su país, y se dice que por el mismo emperador, Guillermo II.
Basado en los estudios hechos por el Sr. Saavedra, cuyos mapas poseía, comenzó
a practicar excavaciones en el cerro Numantino. Molestos los sorianos de que
fuesen los extranjeros los que hiciesen tales estudios, iniciaron en la prensa
una campaña consiguiendo que la atención pública despertara y se fijase en este
asunto, y que el Gobierno nombrase una Comisión que practicara las excavaciones
y estudios consiguientes.
Al frente de esta Comisión se puso el
Sr. Mélida, que, con los pocos medios disponibles y trabajando solo algunos
meses alternativamente, consiguió, sin embargo, hacer grandes descubrimientos.
El estado compró todos los terrenos que
ocupó Numancia, puso un guarda permanente, que vive en las mismas ruinas, y fue
recogiendo los objetos sacados y guardados convenientemente para formar el
actual Museo.
Hoy se halla al frente de los trabajos y
de dicho Museo arqueológico don Blas Taracena.
Aspecto
actual de la ruina. No
hay en el solar numantino restos de obras colosales su edificación es sencilla,
pero bien dirigida; sus calles son rectas y paralelas, orientadas de E. a O. las
principales u las transversales de N. a S. La anchura oscila entre 6,50 y 3,50 meros.
Obsérvase en ellas el empedrado o aceras
incipientes, alcantarillado o conducción de aguas por su centro. En algunas se
ve una fila de piedras grandes de acera a acera, a modo de pasaderas, como si
por ellas hubiese de pasar gran cantidad de agua.
Se han encontrado silos, donde se
guardaba el trigo y en uno de ellos, muy profundo, se encontró este cereal
quemado y en abundancia.
De lo que no hay que tener duda es de
que Numancia fue una ciudad bien planeada y muy importante para aquella época.
La casa llamada del Pretor contiene en
su recinto unas bellas columnas y unas escaleras de piedra sillar por bien
conservadas.
Objetos
encontrados. Son
muchísimos y de variadas clases y materiales. Uno de los más corrientes y mejor
conservados son los molinos de mano. Constan de dos piedras: la solera, en
forma de cono y otra cóncava, con un agujero en lo alto, que ajustaba sobre la
de abajo y que en la parte más extrema tiene otro orificio, donde debían meter
un palo y con él darle vueltas a la piedra superior, moliendo de esta manera
tan rudimentaria el trigo, que luego, probablemente sin limpiarlo de la
cascarilla, debían amasarlo y cocerlo en la piedra del hogar familiar. Tienen
unas dimensiones aproximadas a 0,40 metros de diámetro.
De estos molinos rudimentarios casi hay
uno por casa. Otra de las cosas que abunda mucho es la cerámica, toda clase de
vasijas, cántaros, platos, trompetas de barro, soperas y fruteros, tinajas y
algunos objetos de adorno. Casi toda la cerámica es lisa y sin baño; pero hay
también bellísimos ejemplares pintados y algunos con inscripciones grabadas,
indescifrables hasta hoy, y que nos indican el conocimiento de la escritura por
aquellos habitantes remotos. Las tejas son colosales, en relación a las hoy
usadas, así como los adobes y ladrillos.
Hay también objetos religiosos:
idolillos de formas raras, de barro cocido, y unas bolitas como de tres
centímetros de diámetro, que provienen de las cenizas que resultaban al
incinerar los cadáveres, y que, amasadas después y cocidas, se guardaban como
recuerdo entre los deudos del finado.
Museo
Numantino. Los
primeros objetos recogidos en las excavaciones fueron guardados en Garray y
trasladados más tarde al palacio de la Diputación de Soria. Al ir aumentando
estos, se pensó construir un edificio adecuado para museo; el tiempo pasaba, se
discutió el sitio, pues se pensó construirlo en Garray, pero por razones de
seguridad y facilidad de visitarlo, se convino fuera en Soria.
D. Ramón Benito Aceña, de su peculio
particular, construyó un bonito edificio ya ex profeso para Museo Numantino,
que es el que hemos visitado.
Los niños sampedranos acompañados del
Sr. Rivera, su maestro, han recorrido las ruinas de Numancia y han recorrido el
Museo Numantino, recibiendo gratísimas impresiones, que han trasladado a sus
cuadernos y que conservan con gran cariño. –Un
excursionista”.
José María Martínez Laseca
(27 de septiembre de 2017)