Este año se celebra el
centenerario del nacimiento de Concepción Gutiérrez de Marco, literariamente
conocida por Concha de Marco: narradora, traductora y ensayista, pero, ante
todo, poeta. De la quinta del dramaturgo Antonio Buero Vallejo, el poeta Blas de Otero y el narrador y
premio Nobel, Camilo José Cela. Nació el 23 de mayo de 1916 en la misma casa de
la plaza de Herradores de Soria que habitaron antes, en 1860, los hermanos
Bécquer y en la que después, en 1919, lo hizo quien en 1937 se convertiría en
su inseparable compañero, el conocido escritor –historiador y crítico de arte– Juan Antonio
Gaya Nuño (Tardelcuende (Soria), 1913-Madrid, 1976). Su familia materna es
soriana, mientras que la paterna es de Valladolid.
Concha
de Marco vivió en la ciudad de Soria su primera infancia y con solo 5 años se
trasladó a Figueras (Gerona) en cuyo instituto, entre chicos, inició el
bachillerato, que concluiría en Madrid, licenciándose en Ciencias Naturales en
su Universidad Central. El 2 de enero de 1935 marca la fecha de su decisivo
encuentro con J. A. Gaya Nuño. Ambos se decantan a favor de la República y tras perder la
guerra incivil del 36, corrieron la desgraciada suerte de los vencidos:
depuración y marginación social. Concha impartirá clases particulares y en un
colegio de Castuera (Badajoz) para poder alimentar a su familia y auxiliar a su
marido preso. Con él compartió su destierro en Bilbao, su primer trabajo en
Madrid y su estancia en Barcelona al frente de las Galerías Layetanas, hasta
fijar su asentamiento definitivo en la capital de España. En la calle Ibiza, 23
estaba su piso-ermita de refugio, donde vivieron juntos y se amaron y desde
donde, como embajadores del arte español, partían a recorrer medio mundo, hasta
que murió Juan Antonio, el 6 de julio de 1976. Ella estuvo siempre en su
quehacer. Ya viuda, se preocupó de que con su legado bibliográfico y pictórico se
constituyera el Centro Cultural Gaya Nuño de Caja Soria, hoy Banco Ceiss de
Unicaja.
Concha
de Marco tenía personalidad propia. Agudeza de juicio y una indudable calidad
literaria que es preciso recalcar. Es una gran poeta un tanto olvidada. Su
producción de poemarios publicados alcanza el número de siete: Hora 0,5 (1966);
Diario de la mañana (1967); Acta de Identificación (1969); Congreso en Maldoror
(1970); Tarot (1972); Las Hilanderas (1973) y Una noche de invierno (1974). Son
libros caracterizados por una bien meditada estructura. Y se advierte en ellos
una clara evolución y experimentación en su afán poético. Quedan, además,
poemarios inéditos. Como Cantos del compañero muerto, a modo de collage en el
que entra todo: la lírica, la épica, la política… Su poesía es limpia,
transparente, de palabras precisas, aunque en ella se advierta un hondo palpitar
doloroso y metafísico. Una poetisa –así la llamó ella, despectivamente– dijo
que su poesía era científica y no le gustó nada. Su lírica es personal y
distinta, pues su inspiración sorbe, además de en los clásicos españoles a los
que reconoce y no niega, en otras fuentes de poetas extranjeros. De ahí su
toque de originalidad. La poesía
significa para ella un compromiso absoluto con las condiciones de vida humana
en todas sus manifestaciones. Como narradora escribió algunos cuentos en
revistas y unas memorias inéditas, como traductora trasvasó al español
interesantes monografías de arte y como ensayista publicó La mujer española en
el romanticismo (1969). Es también coautora de una Guía de Soria (1970).
Trabajadora incansable, gustaba de la música
clásica y era compañera de la noche y sus fantasmas. Respecto al arte, se
confesaba autodidacta: “Por lo visto soy autodidacta. ¿Qué pasa? “Sin
despreciar lo extranjero” siempre estudié por libre. Soy huérfana, mi Preceptor
ha sido, y es, la Vida;
mi Profesor, yo misma, y mi Maestro, lo Sobrenatural.” Concha de Marco murió en Madrid, el 19 de
octubre de 1989. Siempre reivindicó
la igualdad entre hombres y mujeres, advirtiendo que estas han quedado
excluidas de la historia de la literatura ya “que no tienen generación”. Tal
ocurrió con “las sin sombrero”. El espíritu de rebeldía, su afán de
independencia, la altura de sus principios, la honestidad de su comportamiento
y la valentía que demostró al enfrentar su destino son las virtudes que de ella
debemos conservar, toda vez que forman la veta más noble y hermosa de la fuerte
personalidad de Concha de Marco.
José María Martínez Laseca*
(18 de mayo de 2016)
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*Es autor del libro “Concha de Marco en
carne y verso (Soria, 1916-Madrid, 1989)”, que ha editado este año el
Ayuntamiento de Soria.