martes, 28 de febrero de 2017

Subir al alto espino, donde está su tierra

Todos los años, cuando llega una fecha tan señalada como la del 22 de febrero [día en que falleció en el exilio el gran poeta español Antonio Machado, aquel 1939 del final de la guerra incivil, en Collioure (Francia)], un grupo de alumnos del Instituto que hoy lleva su nombre, dado que fue  su catedrático de francés, entre 1907-1912, acompañados de sus profesores, ascienden, saliendo desde sus aulas,  a visitar la tumba de Leonor en el alto Espino. “¿Qué es en Soria El Espino?”, dice J. A. Gaya Nuño en “El Santero de San Saturio” que le han preguntado muchos a quienes escapaba este triste epílogo del poeta en Soria. “Y cuando les aclaraba no ser sino el cementerio, me miraban con respeto, como si los sorianos poseyéramos toda la clave secreta de la poesía de Antonio Machado”. Es claramente, pues, el cementerio del Espino punto de la memorable convergencia: Machado-Leonor. Tal como se recoge en la lápida de mármol blanco que reza: “D.E.P. Doña Leonor Izquierdo de Machado. 1º de agosto-1912. A LEONOR, ANTONIO”. En su recuerdo, por tanto, con agradecimiento sincero y sumo recogimiento, se produce este emotivo ceremonial. Un acto entrañable donde los haya, de sencilla diafanidad como su misma poesía, tan cristalina. Todo consiste en una ofrenda floral y en el recitado por parte de los chavales de algunos de sus poemas más representativos, como si de un rito de iniciación se tratara.
Ya lo advirtió Gerardo Diego: la estancia de Antonio Machado en Soria comporta  un capítulo, que es casi la biografía entera de un hombre. “Cinco años en la tierra de Soria –recordaría el poeta– hoy para mi sagrada –allí me casé, allí perdí a mi esposa, a quien adoraba– orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano.” Todo es  intensamente vivido. Tremendamente acelerado. Llegada del profesor-poeta en 1907 al Instituto y flechazo de amor apenas ver a la joven Leonor Izquierdo Cuevas. Noviazgo corto y boda el 30 de julio de 1909 en la iglesia de Santa María La Mayor. Breve tiempo de felicidad y dicha culminado con el viaje, casi de luna de miel, a París. Pero todo se precipita de repente tras la hemotisis brutal de Leonor el 14 de julio de 1911. Regreso a Soria y compás de espera. Manuel Hilario Ayuso propone, como mejor homenaje al poeta, se le envíen flores a su esposa enferma, siendo José María Palacio quien se convierta en ejecutor de la idea para quien considera “poeta del Dolor y mi hermano mayor en espíritu”. Pese al conjuro de Machado con su poema de esperanza “A un olmo seco”, deseando el milagro de la primavera, Leonor fallece. Y Antonio, cansado, triste y viudo marchará a Baeza. Desde allí,  escribirá al buen amigo Palacio pidiéndole el favor de que: “Con los primeros lirios / y las primeras rosas de las huertas, / en una tarde azul / sube al Espino, / al alto Espino donde está su tierra.”
Con Machado ausente de Soria hubo muchos intentos de homenajearle, que a lo más que llegaron, como dice José Tudela, fue a reunirse un grupo de amigos y admiradores junto a la tumba de Leonor a depositar unas flores y a rezar una oración. Hasta que, por fin, se consigue el regreso de Machado a recoger su título de hijo adoptivo de la ciudad de Soria el 5 de octubre de 1932. Era cuando la segunda República. Ricardo Gullón en su artículo: “Soria, 1933” recordaba: “Subir al Espino, donde está su tierra, era el rito practicado para cumplir deseos del ausente: seis, ocho veces, participé en la ceremonia con José Antonio Maravall, Ildefonso-Manuel Gil, Manuel de Vicente Tutor, Juan Antonio Gaya Nuño, Bernabé Herrero. La liturgia apenas variaba: rememoración de Leonor y recitado de algún poema de Antonio. La voz recia de Gaya Nuño todavía suena potente en el oído interior y, aún más, la de Bernabé, delicada voz de poeta recordando a la azucena tronchada: “Una noche de verano la muerte en mi casa entró… mi niña quedó tranquila, dolido mi corazón”.
            Tras el triunfo de los facciosos y la consiguiente dictadura franquista vinieron tiempos oscuros para el poeta. El 5 de mayo de 1941, Antonio Machado fue expulsado post mórtem del cuerpo de catedráticos de Instituto. (Para que fuera rehabilitado como profesor del instituto Cervantes de Madrid, hubo de esperarse a la orden ministerial de un gobierno democrático en 1981). Paradójicamente comenzaron reivindicaciones del poeta desde la falange, como la temprana de Dionisio Ridruejo en 1942. En febrero de 1959, con motivo del 20 aniversario de su muerte, se le rindió al poeta un homenaje internacional en Collioure, ante su tumba por los movimientos progresistas. Lo que tuvo su inmediata réplica aquí en Soria con un contra-homenaje oficial, como nos recuerda Jesús Rubio Jiménez al entresacar de la primera página de “Campo Soriano” de 24 de febrero estas palabras: “La ciudad translúcida de Soria, religiosa y militar, ascética y poética, fue el más idóneo escenario para rendir un homenaje “nacional” al poeta “universal” Antonio Machado”.
            Aún hay más. Durante el año 1966, mientras se prohibía el homenaje popular al poeta en Baeza, aquí en Soria, el ministro Manuel Fraga Iribarne, inauguraría el parador de turismo en la cumbre del Castillo con el nombre de Antonio Machado y unos cuantos poetas afectos al régimen le tributaban una corona poética tejida con sus propios versos.
            En este contexto, un año después, en 1967, alumnos y alumnas del todavía único Instituto de la provincia, impulsados por algunos de sus catedráticos profesores como Félix Herrero Salgado (de lengua castellana y literatura) y Juan José Ruiz Cuevas (de filosofía) retomaron aquella ascensión ritual al alto Espino para leer los versos del poeta y depositar un ramo de flores ante la tumba de Leonor. Porque aquella semilla, echada en tierra fértil tiempo atrás, no había muerto y se quedó enquistada.  Para volver a germinar como las blancas flores de los madrugadores almendros que nos anticipan la llegada de la primavera tarda a las tierras altas de Soria.
            Todo en honor de nuestro mejor poeta cantor, que, al decir de Max Aub en su “Manual de Historia de la literatura Española”, responde al conocido silogismo de que: si Unamuno representa “un modo de sentir” y Ortega y Gasset “un modo de sentir”; Antonio Machado simboliza “un modo de ser”. Y en dicho modo de ser caben a un tiempo: “la estirpe romántica, la sencilla bondad, el rigor intelectual y la sincera melancolía”.
José María Martínez Laseca
(25 de febrero de 2017) 

El profesor-poeta Machado a los 110 años de su llegada a Soria (y 2)

Pero su instancia –Madrid, 2 de septiembre de 1908– para opositar a la cátedra  del Instituto de San Isidro de Madrid  no sale adelante, lo que resultaría decisivo para su noviazgo con la joven Leonor –la hija de sus nuevos pupileros de la calle Estudios, 7– y que  culminaría con su boda el día 30 de julio de 1909, en la Iglesia de Santa María La Mayor.  
            Choca que, en su estado de felicidad conyugal, Machado cursara nueva instancia –Soria, 24 de septiembre de1910– para acceder ahora a la cátedra del Instituto de Barcelona. Su intento volvió a resultar fallido.
            Mejor suerte tuvo en su deseo de regresar a París, porque la Junta para Ampliación de Estudios le concedió una beca, el 18 de diciembre de 1910, para completar sus estudios de formación en Filología francesa. Así, a primeros de enero de 1911, Machado viajó a la capital francesa con su esposa Leonor Izquierdo Cuevas.
            En el Colegio de Francia acudió a los cursos impartidos, decantándose más por las clases de filosofía de Henri Bergson que por el magisterio filológico de Joseph Bédier. La repentina enfermedad de Leonor, el 14 de julio, le obligará a regresar deprisa a Soria, en busca del clima seco del altiplano, más saludable para su esposa.
            Todo será en vano, ya que Leonor fallece en la noche del 1 de agosto de 1912. Por lo que Antonio Machado, dolorido,  huye de Soria junto a su madre. 
Un modo característico de enseñar. El propio Machado confesaba en su “Biografía” de 1913: “No tengo vocación de maestro y mucho menos de Catedrático. Procuro, no obstante, cumplir con mi deber”. Esto ha trasmitido su imagen de profesor indulgente.     
Empero, Mariano Granados Aguirre  –alumno suyo en Soria– recordaba con agrado su vivencia de iniciación en el idioma nuevo, pasándole inadvertida la dureza de la gramática. Cuando la voz de Machado vibraba recitando en el silencio de la clase, el recogimiento de los escolares, su atención emocionada, tenía un poco de unción religiosa.
Su modo de enseñar, aprendido en la Institución Libre de Enseñanza, era el socrático; el diálogo sencillo y persuasivo. Estimulaba el alma de sus alumnos para que la ciencia fuese pensada, vivida por ellos mismos.
            Mucho de eso se advierte, cuando, con motivo de la apertura del curso escolar 1910/1911, pronuncia su célebre discurso en homenaje al filósofo krausista Antonio Pérez de la Mata. Sobre todo, cuando al final se dirige a los estudiantes allí presentes y les dice entre otras cosas:
            “Preciso es que os aprestéis por el trabajo y la cultura a aportar (…) la obra de vida de vuestras manos”. “En vuestros combates no empleéis sino las armas de la ciencia, que son las más fuertes, las armas de la cultura que son las armas del amor”. “Respetad a las personas, (…), mas colocad por encima de las personas los valores espirituales”. “Que vuestros sesos os sirvan para el uso a que están destinados”. “Aprended a distinguir los valores falsos de los verdaderos y el mérito real de las personas bajo toda suerte de disfraces. Un hombre mal vestido, pobre y desdeñado puede ser un sabio, un héroe, un santo; el birrete de un catedrático puede ocultar el cráneo de un imbécil”. “Estimad a los hombres por lo que son, no por lo que parecen”.
            Para concluir:
            “Amad el trabajo y conquistad por él la confianza en vosotros mismos, para que llegue un día, después de largos años, en que vuestros nombres también merezcan recordarse”.
Como su Juan de Mairena, pretendía ante todo cambiar la mentalidad escolar, desarrollando el espíritu crítico de los alumnos y la indagación personal. El maestro para Machado debía ser a la vez maestro y discípulo, puesto que enseñar y aprender son dos nociones complementarias. Bien sabía que el problema de España era de educación y por eso trabajó con denuedo para regenerar su país.
            El milagro del poeta. Antes que profesor, Antonio Machado era poeta. Todo un clásico desde su primer libro Soledades (1903). Pese a su condición de hombre cosmopolita, Soria le cautivó. Lo corrobora su poema “Orillas del Duero” (IX) incluido apresuradamente en la edición de Soledades. Galerías. Otros poemas (1907).
            Quiso el destino que los dos se encontraran. Soria aportó al poeta el sosiego necesario y el observatorio adecuado para hallar la esencia del alma española. Con la joven Leonor gozó la dicha del amor y padeció la desgracia de perderla temprano. Antonio, agradecido, entregó a Soria su poemario Campos de Castilla (1912) que supone la mejor ofrenda de un poeta andaluz a la Castilla materna.
            Desde entonces, las tierras del Alto Duero se han convertido en el ámbito machadiano poéticamente trascendido por antonomasia. Y su ciudad en memorable: “Soria, ciudad castellana / ¡tan bella! bajo la luna.” Que este fue el milagro del poeta Antonio Machado, al que todos nosotros estamos recordando 110 años después de su llegada como catedrático de Francés al entonces único Instituto de Soria, el que hoy ostenta su nombre con orgullo.
            Antonio: " Pocos alumnos tienes en tu clase / de francés. Te miran como a un extraño / si pronuncias la lengua de Corneille / y de Molière, con tu deje andaluz. (…).
            Ellos escuchan tus palabras gratas  /  como lluvia al caer tras los cristales. / Sintiendo la madera del pupitre  /  clavárseles sobre sus tiernas carnes. / Pasmados de que en Francia, tan lejana,  /  los niños supiesen hablar francés".
José María Martínez Laseca
(21 de febrero de 2017)                    
  

El profesor-poeta Machado a los 110 años de su llegada a Soria (1)

Dice la poeta soriana Concha de Marco:
            “Antonio, corazón de tu pueblo, ahora / a todos se les llena la boca con tu nombre / las revistas imprimen exclusivas, / se publican costosos libros de homenaje, / los extranjeros te conocen, ya es proeza, / te desgarran para esgrimir una bandera / partidarios de todos los colores. / Pero pocos han ascendido los caminos de nuestra tierra gris, / sus lomos de elefante descansando a la orilla del río  / en el espejo de la tarde”.
            Que mucho se ha escrito de Antonio Machado (Sevilla, 26-julio-1875–Collioure, 22-febreri-1939) como poeta y poco de su faceta humana de docente. De catedrático de francés ejerció durante toda su vida activa por los Institutos de Soria, Baeza, Segovia y Madrid, sucesivamente.
            Incluso, impartió clases gratuitas en la Escuela de Artes y Oficios de los Obreros de Soria; actuó como profesor sustituto de Lengua y Literatura Castellana y se implicó en la Universidad Popular de Segovia. Además se involucró en la tarea educadora de las Misiones Pedagógicas durante la Segunda República y hasta se desdobló en uno de sus más acreditados apócrifos, Juan de Mairena, que también era profesor, bien que de gimnasia y retórica.
            El largo camino de las oposiciones.      La difícil situación económica familiar –fallecidos el padre y el abuelo– obligó al poeta de Soledades, cumplidos los 30 años, a buscar empleo. Animado por Francisco Giner de los Ríos y Miguel de Unamuno, Antonio opositó a cátedras de francés de Segunda Enseñanza, para lo que no se requería licenciatura, ya que manejaba el idioma aprendido en sus estancias en París, durante 1899 y 1902.
            El proceso, efectuado en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, se prolongó más de 19 meses, desde su anuncio en la Gaceta de 1º de agosto de 1905. A ellas concurrieron 126 aspirantes para cubrir las 7 vacantes, pero al llamamiento de 8 de marzo de 1906 sólo se presentaron 40. Presidía el tribunal Eugenio Sellés, eran vocales: Fernando Araujo, Antonio Gaspar, José M. Castilla y Julio Cejador y el secretario Agustín Carrera. En enero de 1907 Machado inicia las pruebas explicando la Lección 22 sobre los verbos franceses.
            Después desarrolló el tema de “El teatro como medio educativo”; tradujo del español al francés de la obra clásica “La perfecta casada”; leyó sus trabajos escritos; dio una clase práctica ante un grupo de alumnos y realizó la crítica a los trabajos de otros candidatos. Por fin, el día 5 de abril se convocó a los 7 opositores aprobados para la elección de cátedras; Machado, con el número 5, entre las de Soria, Baeza y Mahón que le quedaban, eligió la de Soria.
            Catedrático de francés: Soria, su primer destino. La Gaceta de Madrid de 20 de abril de 1907 publicaba la Real Orden, con fecha de 16, de su nombramiento y el bisemanario local Tierra Soriana del día 25 lo recogía: “Ha sido nombrado por oposición Catedrático numerario de la clase de francés, Don Antonio Machado Ruiz”. Hubo que esperar al 1 de mayo para que se trasladara a la ciudad castellana.
            Desde Madrid, el tren lo condujo a Torralba del Moral y, efectuado el trasbordo, continuó el largo viaje hasta llegar a la estación de San Francisco de Soria.  En la recoleta ciudad se alojó en una higiénica casa de huéspedes del Collado, 50. Desde aquí se acercó al Instituto General y Técnico para tomar posesión de su cargo ante el director Gregorio Martínez, como certificó el secretario Miguel Liso y Torres, si bien pospuso su incorporación a los exámenes extraordinarios de septiembre.
            Las actas del claustro de profesores confirman la presencia de Machado en la sesión de 28 de septiembre, donde se acuerda “dar buen informe en las instancias presentadas por los tres [profesores] Machado, Cabrerizo y Liso, solicitando del Ilmo. Señor Rector de la Universidad de Zaragoza, autorización para dedicarse a enseñanzas distintas del Bachillerato”.
            Así pues, el 1º de octubre, con la apertura del año académico 1907-1908, Antonio Machado se incorporaba de lleno a las tareas docentes, impartiendo los dos cursos de lengua francesa e interviniendo en los tribunales examinadores de ingreso y de libres, tanto de bachillerato como del magisterio. En este primer curso va a contar Machado con un total de siete alumnos oficiales, de los que una tan sólo es mujer. Ocho serán los asistentes a las clases de segundo curso figuran­do, asimismo, entre ellos, únicamente una alumna.
La seguridad que le da tener un trabajo fijo –ya que la poesía no daba ni para la necesaria comida– le llevará a reafirmar su posición de crecida autoestima en estos versos de su conocido “Retrato” (XCVII):
            “Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. / A mi trabajo acudo, con mi dinero pago / el traje que me cubre y la mansión que habito, / el pan que me alimenta y el lecho donde yago”.
            No pareció resultarle muy grata esta inicial etapa de su estancia al profesor-poeta en la nueva ciudad. Ello, pese a habérsele notificado en el claustro de 28 de marzo de 1908 el nombramiento de Vicedirector, del que toma posesión el 14 de abril. Así se deduce de la carta remitida a Rubén Darío a inicios del mes de octubre de 1908, cuando le confiesa:
            “Yo estoy en Soria, vieja ciudad de Castilla, donde me trajeron mis pecados desempeñando la cátedra de Francés; pero quiero hacer una nueva oposición a la cátedra de Madrid, que permutaré, Dios mediante, con la de Sevilla”.
José María Martínez Laseca
(18 de febrero de 2017)

miércoles, 8 de febrero de 2017

Alto Duero: la revista del Instituto (y 3)

 Dentro de nuestro análisis de “Alto Duero”, la revista estudiantil del Instituto Nacional de Enseñanza Media de Soria, hemos querido abrir un capítulo aparte, con esta tercera y última entrega, para referirnos a tres de sus ejemplares, que entendemos de carácter extraordinario y que suponen auténticas monografías centradas en tres conocidos escritores de nuestra literatura. Así que vamos a proceder a comentarlos uno por uno.

1.-Homenaje a Antonio Machado
            El primero es el nº 14, que va fechado en marzo de 1967 y que está dedicado al gran poeta Antonio Machado, quien fuera también profesor del centro durante los años 1907 a 1912.
            Dado el interés que merecen las personas que participan en su elaboración creativa del proyecto, recogeremos a todas ellas. 
            Cargos de la revista. Director: Miguel Moreno y Moreno. Alumno Director: Cecilio Borque Millán (6º de Ciencias). Subdirectores: Román Llorente Martínez y Manuel Gómez Ceña. Redacción: Eugenio Mateo (6º de letras) y Jesús Jiménez (6º de ciencias). Mecanógrafos: Manuel Perdices y Francisco Javier Cabrejas (6º de Ciencias). Realización artística: C.A.P. Dirección literaria: Cátedra de literatura.
            Escriben los alumnos. Carmelo Romero, Raúl García Aguilera (Ragaag), Julián Díez, Cecilio Borque, León Brieva, J. Domínguez Narbaiza, Agapito Jiménez, A. Ruiz Vega. Mari Carmen Heras, Ángela Alonso, Mari Carmen Martínez, Maite, E. M. Calahorra, Antonio Martínez Tutor, Esperanza Chaves, Maribel Sanz y Manuel Delgado.
            Colaboran los Catedráticos. Juan José Ruiz Cuevas y Félix Herrero Salgado.
            Colaboraciones especiales. Heliodoro Carpintero. José Tudela. José García Nieto. Rafael Penagos Molinero Cardenal y Benito del Riego.
            Publicidad. Manuel R. Delgado y Sergio Chuliá (6º de ciencias).
            Respecto al contenido, bien surtido, encontramos desde aspectos biográficos del poeta, pasando por análisis de su poética y el impacto de su obra en las tierras de Soria, así como otras apreciaciones sobre su relación con Juan Ramón Jiménez y su hermano Manuel. No falta tampoco la pequeña antología de sus versos y un puñado de poemas en su honor tributado tanto por poetas novatos (los alumnos) como por autores prestigiados en el panorama literario nacional.
   
            2.-Homenaje a Gabriel Miró
            El segundo, consagrado al narrador Gabriel Miró, lleva el nº 16 y está fechado en marzo de 1969. En los créditos figuran los siguientes actores.
            Cargos de la revista. Alumno Director: Antonio Hernández Beltrán. Subdirectores: Asunción Pinilla Romera y María Isabel Martínez de Miguel. Redacción: José Luis Ortega García. Grabados: F. Yusta Bonilla y José Fernández Vallejo. Dirección Literaria: Cátedra de Literatura.
            Escriben los alumnos: Mercedes Simón, Amelia Gabriel, Victoria E. Mateo, Ana Mª Brieva, Rosa Mª Ruiz, Mª Isabel Herrero, Teresa Plaza, Alicia Aznares, Esther García, Esperanza Blasco, Avelina Cecilia, Marta Pérez, Soledad Ortega, Mª del Carmen López, Dominica Nafría, Isabel Ruiz, Josefa Ruiz, Elena Puerta, Cristina González, Carmelo García, Abilio Lázaro, Simon Pereda, Vicente Gutiérrez, José Antonio Tejero, José Lapuerta, David Fernández, F. Javier Martínez, Enrique Solaesa, Manuel Martínez, Alfredo Melendo y Jesús J. Muñoz.
            Colaboran los catedráticos. Heliodoro Carpintero y Félix Herrero Salgado.
            Publicidad. Luis Borque Millán, Javier Gonzalo García, Eduardo Dodero Solano.
            Su justificación trae causa del trabajo que los alumnos del INEM de Játiva (Valencia) habían hecho sobre “la interpretación de la tierra de Soria a través de la obra de Antonio Machado”. En justa correspondencia, el ensayo principal está aquí desarrollado colectivamente por los alumnos de Preuniversitario A. Lleva por título: Metáforas y símil en “Años y Leguas”, última novela de Gabriel Miró, que recoge sus vivencias.
    
            3.-Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer
             El tercero, en memoria del poeta romántico G. A. Bécquer, aparece con el nº 17, es de mayo de 1970. Figuran los siguientes.
            Cargos de la revista. Alumnos directores: Yolanda González y Gonzalo Irigoyen.
            Subdirectores: Félix Ortega, Mary Luz Barranco y María Irigoyen.
            Dirección Literaria: Seminarios de Lengua y Literatura españolas, bajo la dirección del catedrático Félix Herrero Salgado.
            Escriben. Alumnos de Preuniversitario. Colaborador especial: Heliodoro Carpintero. Publicidad: Mercedes Gonzalo, Esther Jiménez, Jesús Álvarez y José María Abarrategui.
            La razón de este homenaje es debida a la celebración durante ese año del centenario de la muerte del visionario poeta. Aquí se recogen, asimismo, aspectos biográficos de Gustavo Adolfo Bécquer (el hombre, el escritor, Bécquer y Soria, poetas de la época), el mundo poético de sus rimas, y una antología de sus leyendas sorianas (“El rayo de luna” y “Los ojos verdes”) al igual que de su poética.
             La portada común a estos tres números reproduce el dibujo de la puerta barroca de acceso al Instituto. Es la mejor manera de mostrar el reconocimiento a las sucesivas promociones de estudiantes que, a través de ella, han accedido al “templo del saber” que siempre ha comportado el Instituto de Soria (hoy IES “Antonio Machado”). Para así adentrarse en la apasionante aventura del conocimiento, adquiriendo durante el recorrido  una mejor educación para ser ciudadanos responsables, con mayor capacidad de discernimiento.
José María Martínez Laseca
(7 de febrero de 2017)  

sábado, 4 de febrero de 2017

Alto Duero: la revista del Instituto de Soria (2)

Expuestos ya los aspectos de contextualización, junto con el arranque de la primera entrega de la revista “Alto Duero” del entonces único Instituto de Soria, vamos a continuar, aquí y ahora, con nuestro análisis del conjunto de 16 ejemplares, del nº 1 al 17, con ausencia del nº 15, y a los que cabría añadirse otro más en el que yo colaboré con un poema de tipo social, siendo estudiante de 6º curso (1971/72), entonces con Emilio Moratilla García como profesor de Lengua y Literatura. Haciendo cata en cada uno de ellos extraeremos los aspectos que nos resulten más llamativos y denominadores comunes junto con algunas conclusiones, entendidas, por nuestra parte, como de mayor interés para nuestros lectores. Así, en esta segunda entrega revisaremos los ejemplares normales u ordinarios de la revista escolar y dejaremos para la tercera y última entrega los tres números extraordinarios en “Homenaje” a tres escritores destacados.
Toda la comunidad educativa
            Entrando, pues, en harina, de 1961 a 1966 aparecen l3 números. Por elevación, la dirección de los mismos estuvo ejercida por Miguel Moreno y Moreno, hombre del movimiento, maestro y director de la Casa de Observación del Tribunal Tutelar de Menores de Soria, en las primeras entregas, y en cuyo cometido le sucedieron después los alumnos del centro, tanto de letras como de ciencias: Roberto Pérez-Rioja, José Antonio Hedo, Emilio Mateo Aragonés y Cecilio Borque Millán. Es de significar, igualmente, la asunción inicial de la Jefatura de Redacción por el profesor Carlos Beceiro Rodríguez.
            En su condición de Instituto de carácter mixto también cabe destacarse la implicación de varias alumnas como: Cecilia Pérez Garrido, Conchita Pastora, Carmen Serrano, Isabel Beceiro, Hortensia Alonso, Mª Encarnación Roncal, Mª Victoria Martínez, Pilar Carnicero, María Luisa Gaya, Ángela y Adoración Catalina Sanz, Mª Carmen Heras, Emilia Latorre, etc.
            Entre los alumnos anotamos a: Juan Cepero, Agustín Macarrón, Pedro Hernández, José Antonio Hedo, Luis Aguirre Duro, Jesús Liso, José Mª Díez Borque, Santos Sanz Villanueva, José Eugenio Las Heras, Benito Córdova Pinilla, Carlos Pascual, Fernando Romero Carnicero, Raúl García Aguilera, Carmelo Romero, etc. De los ex-alumnos: Gabriel Cisneros, César R. del Riego, Antonio G. Abad, Rafael Cercós, Ángel C, Algarabel, etc. 
            Asimismo, de la amplia nómina de profesores, aportan su colaboración: Manuela Pita, Octavio Nieto, Carlos Beceiro, Rosa Ortega, Amparo Gaya, Ricardo Apraiz, Agustín Muñoz, Benigno Rey, Juan Rodríguez Castuera, Celestino Álvarez, Mª del Carmen Sáez, Rafael Bermejo, Juan José Ruiz Cuevas, Celestino Tajahuerce, Rosa Ortega, Félix Herrero, etc. Mención aparte merecen el Catedrático Juan Chuliá Hernández, encargado de las ilustraciones, con la aportación de los alumnos José Ignacio Latorre y Francisca Carnicero; y el director espiritual del centro, el sacerdote Segundo Jimeno. 
            Todavía cabe sumar a la empresa periodística la colaboración de nuevas personas, como Benito del Riego y Cipriano Ruiz Pedroviejo, pertenecientes a la Asociación de Padres de Alumnos.
Sobre los contenidos
            Comenzando por la portada, advertimos que parte en su elaboración de una idea del alumno de 2º curso de Nocturnos Juan Cepero Casado. La misma se mantiene en todos estos 13 números, con cambios en la tonalidad del color de fondo y pequeñas variaciones respecto en su diseño con algún añadido. Hasta el nº 5, incorpora la relación de todos sus colaboradores. En el centro de la contraportada, en blano, aparece un escudo chico de la Universidad de Santa Catalina.
            Ya,, a partir del nº 5 vamos a ver incluidas en sus páginas publicidad de establecimientos comerciales y empresas de la ciudad, la que irá aumentando en números posteriores (se contó para ello con el asesoramiento de Saturio Ugarte, agente de publicidad colegiado) en aras a su financiación, nombrándose a tal fin los nuevos cargos de Administrador (José Luis del Villar), distribuidor (Álvaro Jurado Spuch) y Relaciones Públicas [J. Martínez y J. Ángel del Amo (Publicidad), Fernando Villuendas y Jesús Liso (Entrevistas)].
            En cuanto a los textos que se recogen en su interior y que, en un principio, se muestran sin un orden propiamente establecido, veremos como posteriormente se van a establecer las siguientes secciones fijas: Página religiosa, Sección de Música, Página Femenina, Humor, Página Deportiva y Entrevista, junto con la contribución escrita de otros colaboradores. 
Botones de muestra
            Vemos como en estos números se da siempre cuenta de “noticias del centro” con actividades escolares: las clásicos viajes de estudios del bachillerato, la asistencia a representaciones teatrales, o relativos a aspectos educativos e incluso relatando cierta tertulia.           
            La creación poética dejará su impronta. Extraigo algunos fragmentos de poemas. De dos referidos al Instituto: el de Mª Teresa Pérez: “Instituto, fuertes muros / del saber y de cultura, / de niños encrucijada, / de sinsabores y amarguras.”; y el de Benito Córdova: “Firme solar de enseñanza, / nave, que con gran acierto, / nos va conduciendo al puerto / de un futuro de esperanza.” De un soneto, dedicado al olivo del patio, último superviviente del jardín botánico, de Ricardo Apraiz: “Olivo de esta tierra castellana / enfermizo y desmadrado, señero / (…) / lejos de tus hermanos / (…) / ¡tan bello! mas ¡cuán triste y dolorido, / víctima del desmán y juego bruto / estás en un rincón del Instituto!”. Y aún de otro, a la memoria de Machado de Carmelo Romero (“el poeta de la juventud”): “Ayer tarde bajé al Duero; / en el cielo, ni una nube, / en el río, ni un cristal.”
            También la narrativa se plasma en distintos relatos. Así: “El vaquerillo” de Hortensia Alonso, “La ardilla hacendosa” de Mª Luisa Gaya,  “La caza del Jabalí” de Teodomiro Manrique, “Hacia Urbión” de Manuel Martínez Rioja o “La cueva del Asno” de Chuspi. Entre los escritos de los profesores: “El mito platónico de la Caverna” de Agustín Muñoz Carrascos, “La historia y el cine” de Rosa Ortega y “El arte plástico”, de Juan Chuliá, etc.
            Visto lo visto, bien se puede decir que la revista “Alto Duero” supuso una interesante experiencia dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje.
José María Martínez Laseca
(4 de febrero de 2017)  


viernes, 3 de febrero de 2017

Alto Duero: la revista del Instituto de Soria (1)


Como consecuencia de la implantación en nuestra ciudad de Soria, en 1841, del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza (1841), se está celebrando, a lo largo de todo este curso académico 2016/2017, su 175 aniversario, mediante una nutrida y variada programación de actividades en la que tienen cabida el teatro, la música, las exposiciones, las conferencias, los debates, etc. Dentro de ese conjunto cabría, asimismo, incluir este trabajo de indagación que pretende resaltar una experiencia significativa, como fue la que se hizo posible mediante la conjunción  de esfuerzos de profesores y alumnos de diferentes promociones, y que fructificó en la publicación periódica de una interesante revista escolar. La que si no es recogida por Jesús María Latorre Macarrón en su libro “Periódicos de Soria (1811-1994)” acaso se deba, más que al desconocimiento de su existencia, al hecho de considerarla un boletín estudiantil, no tenido por un auténtico medio periodístico de interés general.
            Dado el material que hemos podido analizar, lo vamos a contextualizar dentro de la década tildada como de “los felices años 60”. Era cuando nuestro país estaba saliendo de su etapa más oscura de la dictadura franquista. Tras la dura situación de hambre, pobreza y represión de la inmediata postguerra.  Trazando unas rápidas pinceladas señalamos que comenzaban las negociaciones para la entrada de España en la Comunidad Económica Europea. En 1964, cuando el Che Guevara dio su discurso ante la ONU y apareció el Libro rojo de Mao, España celebraba con gran autobombo, por obra y gracia de Manuel Fraga al frente del Ministerio de Información y Turismo, los “25 años de Paz” desde que concluyó la Guerra Civil, en realidad los 25 años de la victoria. Con el nacimiento de 697.697 bebés lograba su techo el “baby boom”. Triunfaban los Sirex con “Si yo tuviera una escoba” y Conchita Velasco con su “Chica Ye-Yé”. El 21 de junio de 1964 en Madrid la selección española de fútbol ganaba la Copa de Europa a la de la Unión Soviética por 2 a 1 con el famoso gol de cabeza de Marcelino. Pero seguían siendo años duros -con fusilamientos- de clandestinidad para la oposición. Con tensiones en las minas de Asturias y generalización de conflictividades laborales y de agitación universitaria. Con el brotar de CCOO, la irrupción del terrorismo de ETA, escándalo MATESA y designación de Juan Carlos de Borbón como sucesor del Jefe del Estado a título de Rey.
            Como en el resto de España, en Soria, con 152.426 habitantes en la provincia y 19.301 en la capital, imperaba el nacional-catolicismo. Por aquí Embutidos Antonio Revilla firma el primer convenio sindical colectivo. Se inaugura la cárcel central provincial.  Nos visita el embajador de Estados Unidos, que influiría en el rodaje del Doctor Zhivago por estos pagos. Fraga inauguraba los paradores de Santa María de Huerta y de Soria. En Frechilla de Almazán se inicia la Concentración Parcelaria. El 90% de los electores sorianos respalda con el 98% de sus votos el Referéndum de la Ley Orgánica del Estado. Se inauguran los nuevos edificios de las Escuelas de Magisterio y Artes y  Oficios. Se constituye el Grupo SAAS. Se abre la escuela de enfermería y la casa de cultura donde se ubicó la biblioteca pública. Se funda el Teatro Ensayo Soria (TES).
El instituto de entonces
            Si esos fueron algunos de los hechos que acontecieron en aquel tiempo, ahora vamos a referirnos al espacio o escenario concreto que nos atañe y que no es otro que el del Instituto. El antiguo caserón del XVII, propiedad de los Jesuitas antes de la desamortización, que pasó a pertenecer al Estado como acredita el escudo con el toisón de oro, de Carlos III, que preside su noble portada barroca en la calle Aduana Vieja. Cabe advertirse aquí que el Instituto era el único existente en la provincia (pues hasta 1969 no se abrió “El Castilla” para el alumnado femenino) por lo que a él concurrían chicos y chicas. (A principios de noviembre de 1960 se  había abierto el Colegio Adoptado de Covaleda que dependía del de Soria) Esto justifica que por la calle Estudios estuviera una nueva puerta de entrada para las alumnas. Se había incorporado al centro el ala donde antes estaban las Escuelas anejas al Magisterio. Acceso independiente tenían las escuelas preparatorias. El patio de recreo estaba asfaltado y también dando a la calle Instituto esta el Salón de Actos –Teatro-Cine- de nueva planta con cabida para 600 espectadores. También está el patio interior de los claustros, la sala de Conferencias y de Música, la vivienda del Director y del Conserje y la Cátedra de Antonio Machado. Existen además una capilla, Sala de profesores, Secretaria, Dirección y Jefatura de Estudios, Seminarios Didácticos, Laboratorios de Física y Química y de Ciencias Naturales, Archivo, Almacenes y Servicios Higiénicos y duchas. El resto de los espacios en las plantas inferior y superior se empleaba para las aulas generales.
Nuestra revista
            Con la llegada de la primavera de 1961 veía la luz. “Tenía que nacer. Todo en el aire anunciaba su próxima llegada. Era ya irremediable. De tiempo atrás –años de por medio–, en nuestro Instituto el intento de una revista. Proyectos que se fueron quedando arrumbados, proyectos que sucedían a otros, aves en inminencia de vuelo, sin lograr ver sus alas desplegadas. (…)
            Y ahora, esta nueva ilusión, obra de un día y de otro. Estudiantes, ex-alumnos, profesores de la misma mano. Desfilaremos, se sucederán nuestros redactores, un curso seguirá a otro y cambiarán los nombres de los que aquí escriban. La revista seguirá siendo la obra de todos”, editorializaba el profesor y jefe de redacción Carlos Beceiro Rodríguez (CBR), tras el saluda inicial de la directora del centro Manuela Pita Andrade.
            Y su cabecera estaba aquí. “La llamamos con el nombre más nuestro, “Alto Duero”. Alto de cumbres y, también, líquido manantial. El Duero que niño y casi en pañales, como lo saludaba el poeta, abre en Soria su avenida y marca la provincia, con su trazo, con el tajo de su espada de acero o de agua que hiere la loma y la peña.”, explicaba CBR. A la vez que justificaba su contenido con estas palabras: “Y esta nuestra revista, con su nombre y con los nombres de los que en ella colaboran. Creación o notas informativas, de mucho hay que hablar. Para nuestra ciudad y para las otras ciudades, por el haz de España, esta voz nuestra que ahora se pone a contar y a decir; a dar, con nuestra palabra, fe de trabajo y de vida”
            Este nº 1 de la revista “Alto Duero”, con Miguel Moreno y Moreno de director, encuadernado en rústica, constaba de 19 páginas, con un formato de 23,5 x 16,5 cm., ilustradas con dibujos y viñetas del Catedrático Juan Chulia. Estaba editada por Gráficas Sorianas.
José María Martínez Laseca
(3 de febrero de 2016)