EL
AÑO XIRGU. Durante 2019-2020 se celebra el 50 aniversario de la muerte de la
actriz catalana convertida en mito. Se subió a las tablas con apenas 13 años y ya
a los 18 debutó como profesional para renovar la escena española. Ella
interpretó magistralmente las obras de los hermanos Machado, Federico García
Lorca, a quien conoció en 1926, de Rafael Alberti y de Alejandro Casona, entre
otros muchos dramaturgos españoles y extranjeros. Su decidido apoyo a la
República le condenó al exilio perpetuo. Fue rompedora en su época con sus
actuaciones y también como mujer. Tuvo una gran proyección y reconocimiento en
América Latina.
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Tal
y como mencionábamos en nuestra columna Sobre vivir: “Cuando vino la Xirgu” (ver
HD-So del 1 agosto de 2019), ella pasó por Soria a finales de junio de 1921. Y
sus diferentes representaciones en el Teatro Principal de nuestra ciudad se
vieron coronadas por un rotundo éxito. En 2009, Ramón Martínez de la Riva (ABC
del 26 de abril de 2009), la recordaba en su representación de “Carmen”. Y
decía: “Era «ella”. Carmen rediviva, española y gitana, tremante de pasión y de
celos; y la expresión de sus ojos, “voluptuosa y fiera”, acompasaba con la del
cuerpo, que al fin se rendía a la navaja de José el Navarro.
Para
mejor contribuir al homenaje tributado a esta actriz, encarnación de la pasión
y la tragedia y cuya vocación teatral nació “consigo misma” hemos estimado
conveniente reproducir el magnífico artículo “Margarita Xirgu por Castilla. Una
gran campaña artística” que José María
Palacio, Director de El Porvenir Castellano, publicó en primera página de El
Diario de Burgos, del sábado 25 de junio de 1921.
“A las dos de la tarde de hoy, ha salido
en dirección a esa histórica ciudad, depositaria de sus energías, la eminente
actriz catalana y muy española, Margarita Xirgu que con su notabilísima
compañía realizan el viaje en automóvil, y después de haber podido admirar las
reliquias artísticas sorianas, que verá aumentadas allí en grado sumo, luego de
haber gozado en estos días serenos y magníficos de Junio, en que los horros
casi exhaustos aguardan el fruto vendido de los trigales en flor, toda la honda
emoción del paisaje hosco y fuerte, cuya
poesía ha desentrañado la lira inmortal de Antonio Machado, han traspasado
raudamente la zona umbrosa, conciliadora y atrayente, plena de belleza, de luz
y de color, de los pinares sorianos y burgaleses. Sobre ellos, silenciosos y
serenos que evocan la música arpegial de Montaigne o de Rubén, el genio
artístico de Margarita se habrá estremecido como el alma de un enamorado al
contemplar una sultana magnífica y alucinante.
Aquí ha realizado Margarita –esta
familiaridad es algo que surge rápidamente por una alta estimulación entre ella
y el público– una campaña brillantísima. Los artistas que forman su elenco han
dejado la sensación de uno de los conjuntos más notables. Ella, Margarita,
posee una fuerza tal de simpatía nacida de su arte excelso y su impulso creador
es tan absorbente, que consigue adueñarse muy pronto del corazón de los
espectadores.
En Soria ha verificado un abono de
ocho funciones poniendo en escena con absoluta probidad Fedora, Primerose, Marianela, La loca de la casa, El mal que nos hacen,
Ramo de locura, Alimaña y Rosas de otoño.
Cada representación fue un triunfo,
si cabe más grande que el del día anterior.
El público que ha llenado todas
las noches el Principal ha colmado de ovaciones a la insigne artista y a todos
los intérpretes de las obras.
Margarita Xirgu es una mujer
inteligentísima, toda sensibilidad y emoción artística. Estaba consagrada como
nuestra mejor trágica y no se sabe qué valor resalta más en la encarnación de
cada uno de los personajes que interpreta en escena.
Es una verdadera maga de todos los
sentimientos femeninos; sus transiciones del dolor a la alegría, de la
serenidad a la exaltación, de la ira al amor, del odio a la reconciliación, del
afecto apasionado al desdén, constituyen en cada momento un destello genial.
Las grandes turbulencias íntimas,
las intensas luchas del corazón para cristalizar las más altas abnegaciones que
culminan en la mujer mártir, concreción de todas las bondades y de las más
hondas generosidades, tienen en Margarita Xirgu una realidad escénica
insuperable, que pasma por la expresión y asombra por el gusto. Así es en
“Marianela”, así en todos sus papeles. Da a cada personaje un sentido
psicológico, expresivo y emocional apropiado. Ustedes lo apreciarán durante su
actuación allí.
Anoche, con el estreno de “La
extraña”, drama intenso y extraordinario del poeta Eduardo Marquina el público
colmó de ovaciones repetidas el final de cada acto. Al terminar la pieza, Soria
entera, representada en el teatro, reiteró de modo especialísimo a Margarita su
altísima estimación. Subió y bajó el telón no sé cuantas veces. Las señoras y
señoritas saludaban y aplaudían, rientes o llorosas y todas profundamente
emocionadas. Los caballeros, todos de pie, no cesaban de aplaudir. Fue el
momento doloroso de la separación. Parecía como que nadie quería salir de la
sala.
Al
fin, Margarita, conmovida, dijo en cuatro palabras suaves y gratas, toda su
gratitud.
Una nota expresiva. Antonia de
Benito, niña de 15 años, con otras señoritas de su edad, decían al salir del
Teatro: –Yo no me voy sin abrazar a
Margarita.
Yo salía de felicitarla con mi hija
Pilar, de 12 años, y esta dijo con evidente orgullo a sus amigas: –¡Anda, yo acabo de saludarla ahora con mi
papá!
Así es esa gran mujer, que despierta
entre sus congéneres los mayores entusiasmos.
Yo no he creído nunca de veras en el
llamado problema catalán. En el terreno especulativo, lo plantea muy bien el
ilustre burgalés Benito Mariano Andrade en su jugoso y reciente libro “Los
separatistas son una minoría bullanguera que actúa siempre en su provecho”.
Tengo el convencimiento de que el
arte excelso de Margarita Xirgu, realiza en el orden sentimental una labor más
provechosa que cien campañas políticas para la cordialidad entre Castilla y
Cataluña. El Arte no conoce los conceptos estrechos de región.
José
María Martínez Laseca
(Lunes,
5 de agosto de 2019)