En esta segunda entrega sobre
“Las Fiestas de las Calderas” (Soria, 1859) del escritor soriano Jose Benito
Ortega se nos describen las jornadas festivas del Domingo y del Lunes. En el
caso del Domingo de Calderas se desarrolla por extenso la celebración de Las
Calderas de madrugada en los jardines de la Dehesa , así como la prueba de las mismas por las
Autoridades. Tras ello, almuerzos y bailes. Culminan los días festivos de San
Juan con la celebración, el lunes por la tarde, de las Bailas y meriendas en la
pradera de San Polo.
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Domingo al amanecer / está el
Espolón poblado / de bellas, que han madrugado / todas con el mismo fin. / El
de ser vistas y ver / las calderas y los bollos, / y los gallos y los pollos… /
que ha de haber en el festín. / Es de ver el oscilar / de miriñaques pomposos
/ bajo vestidos sedosos / de cachemir o Pekín, / De moaré o de gró, y pasar /
sus portadoras amenas / envidia a las azucenas / y celos dando al jazmín. / El
aroma de las flores, / el perfume de las rosas, / la gracia de las hermosas /
con rostros de serafín. / Los agradables rumores / de las brisas deliciosas /
jugueteando en las frondosas / enramadas del jardín. / El conjunto encantador /
de la Soriana
que al paso / nos muestran su faz de raso / y sus labios de carmín. / El lujo y
el esplendor / de tanta y tanta hermosura… / la gloria en abreviatura, / o el
cielo en la tierra en fin. / Hasta que a la reunión / las calderas van llegando
/ y por su turno formando / de la dehesa en el confín. / Allí, con la comisión
/ nombrada por la ciudad, / las cata la Autoridad / y se reparte el botín. / Y cada cual
se prepara / a comerse su ración / no lejos del Espolón, / con trinchante o con
cuchara. / Recostándose a la sombra / de los olmos o castaños /sin más asientos
ni escaños / que la fresca verde alfombra. / Y allí cada cual almuerza / con
sus varios conocidos / echando tragos cumplidos / cada vez con doble fuerza. /
Y al son de la gaita rara / o de la dulzaina tosca / entre el ruido y la
algazara. / Sin pensar más que en mascar, / en solazarse, en reír, / en comer,
en engullir, / en beber mucho y tragar. / Saltando de corro en corro / dando y
recibiendo vino, / jamón, gallina, tocino / y algún suculento morro. / No hay
odio allí ni rencor, / se olvida la enemistad / no hay más que fraternidad /
entre plebeyo y señor. / No hay rango ni distinciones, / allí… todos son
iguales / desde el que cobra jornales / hasta el que gasta millones. / Cada
cual procura dar / y recibir municiones / de boca… y sin aprensiones / y sin
descanso… libar.
Y
después de bien repleto / y después de bien bebido / de las gaitas al sonido /
bailar un fandango neto. / Una jota aragonesa, / una galop… infernal / una
polka sin igual, / que por lo íntima… interesa. / Un rigodón, un mambrú… / una
extraña mezcolanza / de vals y de contradanza / de jaleo y padedú. / Un variado
potpurrí / de boleras malagueñas, / manchegas o madrileñas / y de muñeiras de
Tuy. / Una danza, en conclusión, / vertiginosa y ardiente, / el marrasquino y
el rom. / Y si cuando ya te inflamas / con el sol y los licores, / mil rayos
abrasadores / te lanzan las bellas damas. / Con sus ojos; que al mirar / nos
sulfuran y electrizan… / y el corazón carbonizan / sin poderlo remediar. / Con
sus ojos hechiceros / árabes… pero españoles / que queman, más que cien soles.
/ Tendrás pues que sucumbir / sufriendo sin remisión / espontánea combustión!!!
/ y… abrasado en fin, morir. / Pero morir de placer / sin dolor y sin disgusto:
/ una muerte en fin, a gusto / y a manos de la mujer… / ¡Oh! ¡Quien quitarse
pudiera / catorce o quince veranos / y morir de gozo a manos / de una Soriana
hechicera… / Sin dolor, sin aflicción, / sin… canas, sin desengaños, / y sobre
todo sin… años / que marchitan la ilusión! / ¡Cuántas veces mi pasado / olvido…
y me creo hoy / como ayer, más solo soy / cadáver galvanizado! / ¡Solo dura mi
entusiasmo / ocho segundos o diez, / para volver otra vez / a caer en el
marasmo! / Pero ¿para qué vendrán / aquí tontas digresiones? / volvamos a las
funciones / de las fiestas de San Juan. Cuando
ya el calor avanza / vamos a la procesión, / que de las gaitas al son / ya
también en son de danza. / Y después de pasar lista / el Ilustre Ayuntamiento /
a los Santos, cual sargento / antes de ir a la revista. / En el templo del
Decano / príncipe de los apóstoles / con sus órganos de móstoles / o sus gaitas
a la mano. / Salen los Santos bailando / mil equis haciendo y eses / y al
compás de mil traspieses / sus coronas balanceando. / Como queriendo decir /
que quieren participar / de aquel afán
de saltar / y de aquel ir y venir. / Lo que prueba que ya todos / los que los
conducen, van / a medios pelos o están / alegres de varios modos. / Y como tras
la alegría / viene la risa también / todas las caras se ven / risueñas en
demasía. / Y sin que cese la risa / en medio del Espolón / se concluye la
función / en la Soledad
con misa. / Y vuelven en dispersión / todos los Santos corriendo, / del
tamboril al estruendo / y de las gaitas al son. / Y todo esto sin haber /
disensiones ni quisquillas, / ni disputas ni rencillas / que puedan
comprometer. / Esto solo pasa en Soria / heredera de Numancia, / que a su valor
y arrogancia / agrega esta nueva gloria. / En Santa Bárbara luego, / por la
tarde se prepara / otra vez la danza rara; / aquella danza de fuego!!! / Y
despachan las cuadrillas / otra vez sendas meriendas, / y otra vez se hacen
ofrendas / al Dios Baco de rodillas. / Empinando bien el codo, / y mirando a
las estrellas / y apuran de las botellas / hasta vaciarlas del todo. / Y se
destripa la bota / y se estrujan los pellejos / de mostos buenos y añejos, /
hasta que no queda gota. / Y la
Soriana que hechiza / anda o baila en las praderas / hasta
que de las Calderas / el Domingo finaliza. / Pero no se acaba el fuego / y el
entusiasmo que inspiran / aquellos ojos que miran / y nos hacen ascuas fuego.
/Y
en San Polo se repite / al otro día la danza / y se repleta la panza / y… el
seso allí se derrite… / Al influjo y al ardor / de miradas voluptuosas / que
nos lanzan las hermosas / de la luna al resplandor. / Y después… nos retiramos
/ de entusiasmo poseídos / y al quedarnos ya dormidos, / con las… Calderas
soñamos. /¡Fiesta de mágico encanto / que muestras al mundo entero / que aquí
en Soria, junto al Duero / hay placeres sin quebranto! / ¡Mi deseo el más
ardiente / es que durases siquiera / hasta que el mundo se hundiera / perpetua
y constantemente! / Así los sueños dorados / de unión y fraternidad / de
libertad e igualdad, / se verían realizados. / Y al ejemplo, excepcional, / la España tradicional, / se
mostraría dispuesta. / A solemnizar de veras / en cualquier villa o ciudad / y
en bien de la humanidad / LA FIESTA DE
LAS CALDERAS.
José María Martínez Laseca
(3 de julio de 2016)
José María Martínez Laseca