En
relación con los rituales de desagregación, siempre me mereció un interés
especial aquel del Finisterre gallego en el que quienes portaban al finado en
andas entre la iglesia y el camposanto, daban tres pasos adelante y dos hacia
atrás, con lo que tan solo avanzaban un paso. Demostraban de este modo su
dolorido sentir y su apego con el ser querido, como resistiéndose a prescindir
de su compañía. Algo similar nos sucede a nosotros con nuestros dos amigos, ya
que no nos resignamos a su pérdida.
No
queda aquí la cosa, porque, curiosamente es también en el mes de noviembre, el
11 del 11, coincidente con nuestro San Martín de Tours cuando se conmemora el Día Internacional del Origami o Papiroflexia como una actividad que crea amistad entre personas.
Viene aquí a
cuento, dado que es la amistad lo más necesario para la vida. Sobre ella han
filosofado Aristóteles, Cicerón, Montaigne, y más cerca Pedro Laín Entralgo,
entre otros muchos. Este último la define como una peculiar relación de amor
entre dos personas, para su mutuo bien y a través de ella se perfecciona la
naturaleza humana, ya que convivir humanamente es convivir con los demás,
partiendo de los más próximos.
Quien tiene un
amigo tiene un tesoro, reza el refrán. Y es que la calidad de nuestra
existencia viene marcada por la densidad que damos a los encuentros con otras
personas, los amigos sobre todo. Pero no se tiene por amistad cualquier relación
ya que la auténtica y verdadera no es fácil de conseguir, puesto que exige esfuerzo
y continuidad. En realidad, el amigo verdadero ha de ser como la sangre, que
acude siempre a la herida, decidida, sin aguardar que la llamen. Siempre los
amigos nos ayudan a ser mejores.
Este libro, que
aquí presentamos hoy, está dedicado al recuerdo de Peracho y Pepe Sanz y es la
demostración palpable de que ambos supieron granjearse, por méritos propios, un
puñado de amigos dentro y fuera de Soria.
Y acaso eso lo hizo
posible su capacidad de compromiso. Algo fundamental, al definirse esta palabra
como aquello que nos hace seres capaces de aceptar y ser aceptados por los que
nos rodean. A partir de ahí, ellos pudieron construir sus vidas más volcadas en
el compromiso social y cultural. A sabiendas de que la vida de todos y de cada
uno de nosotros es un problema común.
Ello enlazaría
directamente con lo que algunos denominan como el cultivo de lo inútil, cual
ocurre con la dedicación a las artes y las letras, las humanidades, que son lo
que dan contenido espiritual a todo lo demás, ya que llevan a reflexionar y
profundizar sobre el propio vivir en particular y sobre la condición humana en
general.
Tanto Peracho
como Pepe Sanz fueron dos personas que hicieron honor a la palabra dada, ya que
los dos se significaron por su amor y defensa de la palabra. Usándola en su
filo creativo.
Peracho como narrador prioritariamente en su variante
escrita, mientras que Pepe Sanz, en su condición de rapsoda y cuentahistorias,
un tanto más en su formulación oral. Ambos, sin duda, a partir de su imperiosa
necesidad de comunicar y de comulgar con los demás.
Estoy hablando de literatura. De aquí que, entre
varios posibles, haya escogido este poema de Jorge Luis Borges, titulado 1964,
que suma dos sonetos y donde el yo
poético se acostumbra a vivir dentro de una ausencia, mostrando
la soledad y la fuerza del olvido
en tono melancólico. Dice así:
Ya no es
mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás
la clara luna
ni los
lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de
soledad, sol de agonías.
Adiós las
mutuas manos y las sienes
que acercaba
el amor. Hoy sólo tienes
la fiel
memoria y los desiertos días.
Nadie pierde
(repites vanamente) sino
lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero
no basta ser valiente
para
aprender el arte del olvido.
Un símbolo,
una rosa, te desgarra
y te puede
matar una guitarra.
Ya no seré
feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas
otras cosas en el mundo;
un instante
cualquiera es más profundo
y diverso
que el mar. La vida es corta
y aunque las
horas son tan largas, una
oscura
maravilla nos acecha,
la
muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos
libra del sol y de la luna
y del amor.
La dicha que me diste
y me
quitaste debe ser borrada;
lo que era
todo tiene que ser nada.
Sólo me
queda el goce de estar triste,
esa vana
costumbre que me inclina
al Sur, a
cierta puerta, a cierta esquina.
Sabido es que
la mejor literatura es aquella que nos cambia y nos pone en la piel del otro. Que eso es en cierto modo lo que pretendemos nosotros
también aquí, ponernos en su piel y en la de los suyos.
Porque
nadie muere definitivamente mientras se le recuerda. Y eso es lo que estamos
haciendo nosotros al rendir este homenaje a Peracho y Pepe Sanz en forma de
libro. Resucitarlos trayéndolos a nuestra memoria, para que nunca se nos vayan
del todo. Únicamente las vidas que se dedican a los demás merecen ser vividas,
recordadas. Porque el tiempo que pasa, y que es nuestra sustancia
ocasionalmente compartida en jardines de amor, es también oxidante y corrosivo
y viene a dar razones al olvido.
El
pasado al que siempre volvemos es aquel del que todavía nos quedan memoria y
testigos. Y lo hacemos para ensanchar nuestro presente, ya que, sin él, este se
quedaría mutilado. Por eso, para que identidades merecedoras, como las de
Peracho y Pepe Sanz perduren, debemos hacer un buen uso de lo mejor que
tenemos: la palabra.
Y es
que, a fin de cuentas, no nos quedará otra cosa que no sean sino unas pocas palabras
que nos salven. Como las que hay grabadas en las páginas de este libro, ofrecidas
como flores en acción de gracias. In memoriam de Peracho y de Pepe Sanz. Porque
si perdemos el sentido de nuestra memoria, perdemos el sentido de lo que somos.
Muchas
gracias.