Continuamos, en esta segunda y
última entrega, abundando en la importancia que la Segunda
República concedió a la educación en nuestro país. “España no
será una auténtica democracia mientras la mayoría de sus hijos, por falta de
escuelas, se vean condenados a la perpetua ignorancia”, se afirmaba en aquel
Decreto que proyectó la creación de
7.000 plazas de maestros y maestras en 1931. Las maestras y los maestros iban a
ser, por ello, los funcionarios más importantes del Estado. Aquí resaltamos el
papel decisivo que jugaron las maestras a favor de aquel proyecto ilusionante.
Por lo que, tras perder la
República la guerra civil (1936-1939), con la implantación de
la dictadura franquista, muchas de estas mujeres enseñantes pagarían muy caro
su compromiso.
Maestras
modernas
Cabe decir que en aquella época el magisterio
era una de las carreras más aceptadas por las
mujeres. La profesión de maestra era uno de los pocos ámbitos laborales
en el que las mujeres habían ido conquistando, desde el siglo XIX, un terreno
de afirmación, reconocimiento y legitimación en la esfera pública. Así que muchas
jóvenes se matricularon en la Escuela Normal
de Soria. Ya como maestras, algunas hicieron suyos los ideales republicanos y
representaron un nuevo modelo de mujer, a veces sin ser conscientes. Por
primera vez una mujer enseñaba tanto a niñas como a niños, derribando los muros
que los separaban en la escuela.
Por
primera vez una mujer era jefa de un hombre, como ocurrió con aquellas
directoras de colegios. La mujer-maestra, moderna e independiente, empezó a
erigirse como autoridad cultural, toda vez que el maestro era el “intelectual
del pueblo”. Suponía, por tanto, un gran paso hacia la igualdad. El otro se dio
cuando la mujer ganó su derecho al voto en 1933.
Pero
no pudo ser.
Como
decimos, este proyecto educativo preconizaba una pedagogía activa, intuitiva e
integral, que estimulaba el desarrollo de la personalidad de cada niño y de
cada niña en las escuelas mixtas. Era un modelo de educación caracterizado por
ser público, laico, obligatorio, gratuito, bilingüe y solidario, en el que se
instituía la coeducación en los tres grados de la enseñanza.
Si esta política educativa
emprendedora y eficaz, para sentar las bases de una esuela laica y republicana,
se hubiera visto acompañada –como dice Bruno Vargas– de una enérgica reforma
agraria, cabe pensar que se habrían conseguido los objetivos finales y se
habría implantado definitivamente la República , pues, tal como ocurrió en Francia a
finales del siglo XIX, la
República española no tenía otra alternativa para vencer a
las fuerzas tradicionalmente opuestas al progreso que ganar la batalla del
campo, donde trabajaba el 45,51% de la población.
Pero
el alzamiento de los facciosos el 18 de julio de 1936 dio al traste con todo.
La pesada bota militar quebró a la paloma de la democracia las alas de su libertad.
La represión franquista no se hizo de esperar. Afectó a todos los vencidos. Y
se ensañó especialmente con todas las mujeres ilusionadas, valientes y
comprometidas como las maestras, porque para los vencedores habían transgredido
el modelo tradicional de la mujer.
Maestras
de la provincia de Soria represaliadas
De
la amplia lista de maestros de la
República en la provincia de Soria represaliados por el
franquismo con la suspensión de empleo y sueldo (varios fueron fusilados)
extraigo la siguiente relación de maestras:
Adelaida
Llorente Romero (Covaleda), Adoración Cordón Jiménez (Navaleno), María Felipa
Llorente Naya (Orillares), Enriqueta Otero Blanco (San Esteban de Gormaz),
Ángela Delgado Llorente (Miño de San Esteban), Carmen Valero Pascual (Aldea de
San Esteban), Matilde del Cura García (Peñalba de San Esteban), Eloisa Reglero
Asensio y Pilar Albo Martínez (Ólvega), Patrocinio Fernández Muñoz (Noviercas),
Emiliana Falche Ruiz (Almazán), Andrea Herrero (Ventosa de San Pedro), Estrella
Sarnago Jiménez (Torrearévalo), Felipa Martínez Corchón (San Andrés de Soria),
Florentina Gómez Pascual (Almazul), Carmen Lamuedra de la Orden (Carazuelo), Josefa
Álvaro Planelles (Arcos de Jalón), Julia Rodríguez Merino (Montuenga), Perpetua
Pastor García (Morcuera), Justina Relaño Gómez (Cañicera), Luisa González
Lorenzo (Mazaterón), Luisa Rodríguez Barón (Berlanga de Duero), Rosalía Estévez
Fernández (Hortezuela) María Gómez García (Ventosa de Fuentepinilla) y
Encarnación Medrano González (Quintana Redonda).
Son
todas las que están, aunque puede que no estén todas las que son. Y a ellas
añado, solidariamente, el nombre de la Inspectora-Jefa de
Enseñanza Primaria, María Cruz Gil Febrel (Soria), separada definitivamente del
servicio y dada de baja en el escalafón, desde Burgos ciudad, con fecha de 19
de junio de 1937.
Todas
ellas, al encarnar el nuevo modelo de mujer moderna e independiente, habían
cometido el terrible delito de poner en entredicho el rol y el patrón de
conducta que la sociedad patriarcal adjudicaba a la mujer. El transmitido y
puesto al día por la iglesia católica. Y es que fue precisamente la iglesia la
que suministró a los represores el discurso sobre las buenas mujeres,
identificándolas con las buenas cristianas, y las demás eran las no-mujeres.
Así que con el
nacional-catolicismo se volvería a las andadas. La mujer fue el principal
objetivo de la empresa moralizadora pues resultaba que la mujer estaba
naturalmente destinada para el matrimonio y para las labores domésticas. Su
carrera profesional venía a ser formar una familia y tener prole. Y en eso se
ponían de acuerdo prácticamente todas y todos: la maestra, el cura, los padres,
los moralistas, las cupletistas, las escritoras de novelas rosa, y hasta las
profesoras de gimnasia, si me apuran.
Aquellos
sueños del espejo republicano se habían roto, por tanto, en mil añicos. Y tendrían que pasar muchos años en España
para que las mujeres volvieran a recuperar la dignidad perdida. Para poder
echarse de nuevo a volar.
En
estos tiempos políticamente confusos y algo revueltos, sigue abierto el
problema educativo. Bueno sería recuperar tanto tiempo perdido a la hora de
decidirse sobre la dirección a tomar.
Y
estas maestras republicanas de por aquí, a las que les rendimos sencillo pero sincero
homenaje, son un buen referente con vigencia plena todavía, dada su decidida
lucha emprendida por la igualdad entre hombres y mujeres y a favor de la
escuela pública.
Sigamos,
en consecuencia, su ejemplo. Para que nuestras alumnas y alumnos sean seres
pensantes, con autonomía personal y capacidad de discernir por sí mismos.
Por
su propio bien, y en beneficio de nuestro propio país.
José María Martínez Laseca
(19 de marzo de 2018)