En estas
últimas fechas se está poniendo en valor la poesía femenina, con varias
antologías publicadas como “Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX” (Visor)
de Ana Merino y Raquel Lanseros; “20 con 20” (Huerta & Fierro) y “(Tras)lúcidas” (Bartleby
Editores), que reivindican un nuevo canon distinto, sin silencios ni olvidos.
(Y recuerdo que la conferencia de Jesús Munárriz trata sobre “Poesía de
mujeres. Tres antologías decisivas”). Por eso vengo a resaltar que, cuando la
literatura era solo cosa de hombres, y “Ello no quiere decir que las que ahora
se dedican a la poesía hayan dejado de lado sus labores”, ya Concha de Marco
reclamaba para ellas una mayor atención en su ensayo reivindicativo “Poesía femenina
española de este siglo”, por el s. XX, insertado en “Mar Poesía. Revista
planetaria de poesía”, diciendo: “Hoy existen en España poetas femeninas con
voz propia y varia”. Corría febrero de
1969. Y sin pretender “condensar en tan escaso espacio una antología acabada de
las poetas españolas actuales”, insistiría con una nueva aportación en “Árbol
de fuego”, nº 16, de marzo de 1969, “veinticinco años de poesía femenina
española”.
Concha de Marco, se tenía por “AUTODIDACTA –Por lo visto soy autodidacta.
¿Qué pasa? “Sin despreciar lo extranjero” siempre estudié por libre. Soy
huérfana, mi Preceptor ha sido, y es, la Vida ; mi Profesor, yo misma, y mi Maestro, lo
Sobrenatural. Con el follón de la guerra me tuve que poner a trabajar
(diferentes oficios), pero entre tornillo y tornillo, folio y folio, pañal y
pañal, yo estudiaba y escribía poesía. La primera vez que pisé una Universidad
no fue como alumna, sino como mujer de la limpieza; años más tarde, debuté como
profesora. En la actualidad voy tirando gracias a una “Beca March”, que creo
que no se las dan a todo el mundo –claro que yo no soy todo el mundo–.
En la actualidad soy huérfana de
padre y madre, viuda de Amistad, sostén de mí misma y encariñada con la gente.
A pesar de estos golpes de fortuna, ya veréis por qué tengo buen talante: he
dormido a las penas una a una y he dormido en el pecho de mi amante”.
Puesto que se trata aquí de féminas
poetas, leo su poema MUJERES, escrito en
1975, con motivo del año internacional de la mujer, y que va de la vida que ellas
llevan, de forma tan sufrida como callada, en sus muchos cometidos del día a
día. Dice así:
“Vestales
del hogar de recortadas alas / vuelo bajo y pálidas constelaciones no propicias
/ hechiceras y esclavas veinticinco horas / el peso de la vida a cuestas
rutinaria / apresuradas abejas de miel ácida / suave nieve blanda y moldeable
fugazmente / vosotras de todas las edades imprecisas / las que conmigo os
cruzáis en el mercado / entre hortalizas lotería de los ciegos / reses
descuartizadas sangrantes en el mármol / pescados muertos a su debido tiempo / en
horizontes de cocina o humo / corazón animoso propiciando talentos / o
ineptitudes vitalicias / con un continuo e interior esfuerzo / opacidad de
incomprensión sin límites / el monedero bien asido en la mano / contando las
vueltas sumergida en la persona de otros / escatimando el peso del ejercicio de
la razón / y las esperas en las filas pardas para comprar / en un papel escrito
pues la memoria es necia / el poema más prosaico y necesario / filetes gallos
huesos para el caldo / codillo arroz patatas aceitunas naranjas / huevos
tomates dentífrico papel higiénico / subiendo y bajando escaleras para un mejor
precio / con olor a cebolla fresca recién arrancada / y los niños solos en casa
/ de prisa el tiempo corre / las aspirinas y tranquilizantes / el último no
sirve la angustia no cesa / habrá llegado el cobrador de algo /habré cerrado o
no la llave del gas / y llegará el del contador y no me encuentra / vestales de
la aspiradora y las camisas sucias / más otras prendas interiores que no quiero
nombrar / de los juegos de cama planchados en armarios / masas amorfas de
inocencia tesoros de trapo / mantelerías de lagartera no usadas para diario / la
cotidiana liturgia de mesa puesta / vino vasos cubiertos / el pan nuestro de
cada día dánosle hoy / los platos sucios y la marabunta de la cocina / cubriendo
todas las superficies / sartenes cazuelas desperdicios de grasa huesos / café
con el televisor del vecino voceando anuncios comerciales / por fin mediada la
tarde se derrumban en cualquier asiento / quedan traspuestas y sueñan vidas de
privilegio / sueldos de doscientas mil pesetas / en la memoria de nunca / capitales
chalés en la playa / casas con piscina mayordomo tres doncellas cocinera / baño
de espuma y traje de noche para cenar / con invitados agradables algo que sus
manos no han preparado / las uñas perfectas por sus pensamientos de humo / el
vuelo rasante de unos pobres pájaros / ese cielo azul aceptado igualmente / que
la prosperidad y el infortunio / gestantes y parturientas enfermeras siempre / no
hay tiempo de nada pétalos de rosas caídas / planchando ordenando cosiendo / palomas
sin alas a la deriva / y el polvo de las cosas / viento del verano suspiro del
invierno / en las manos jabón y detergentes / quitando en oleadas visiones para
el alma sometida / los dientes del peine arañando el dolor de cabeza / una gran
rama seca entrechoca con otra en el aire / flores en la última ventana por la
primavera / tiempo de secretas fantasías volcán apagado / de los sueños de no
irás y ya has vuelto / cosméticos de colores para acariciar la cara / aún
soñando con sus bodas la novia muerta / van rodando por el calendario de abrir
y cerrar ventanas / de guardar mantas y limpiar cristales / almidonando
manteles dulcemente en la barca varada / para las grandes fiestas familiares
del año / en ese tiempo fabrica su mejor armadura / vestal y esclava de quienes
lentamente succionan / secan el metal de su alma en su rueda de días / y ella
callada siempre sonriente / a su muerta belleza añade más pintura / y es fiesta
el día en que su pelo ceniciento / se vuelve rubio o negro con reflejos / parlotea
como un niño perdido / sin motivo especial de vivir para sí / el dolor de los
muertos olvidados / un día cualquiera el bulto de su carne / ajada por los
partos crianzas y mortajas / de los difuntos familiares / de la altura
derrúmbase / suelta su vuelo de campanas / muere como un soldado en su puesto /
trinchera defensiva / de pie sin circunstancia excepcional / dejando abandonada
la casa toda / los muertos en sus retratos / los vivos en su egoísmo / la lista
de la compra el monedero / el calendario de liturgia cotidiana / agujas hilos
botones y dedales / camisas sin planchar y calcetines rotos / y el polvo sobre
el polvo sobre el polvo sobre el polvo / mutismo de orfandad aquel recinto memoria
de su angustia / libérrima por fin de hábitos deberes y cansancios.”
Dicho lo dicho, pienso que la poeta
Concha de Marco bien se merece que en su Soria, donde nació hace 100 años, y siempre
por ella tan querida y alabada, una calle, plaza o sitio público de la ciudad
lleve puesto su nombre, liberándola de
ese modo del corrosivo olvido. Solo así se cumplirá la sabia profecía de que “pierde
quien gana y gana el que es vencido”. Puesto que “Sin arrogancias la justicia
vuelve / a enderezar el tiempo transcurrido.”
Concha de Marco: vives en lo mucho
que dejas. Vale.
José María Martínez Laseca
(11 de agosto de 2016)