sábado, 13 de agosto de 2016

Mi homenaje a Concha de Marco en Expoesía-2016 (1)

“Un collar de doscientas pesadumbres / El  último refugio / Turno para morir / Las cadenas de humo / El último crepúsculo / Pacto secreto / La última conversación / Atravesando tigres / Las doscientas agujas del viento / Doscientas fotografías / Ceremonial en una celda / El pudor de la muerte / Las doscientas horas / Reloj de silencio / Doscientos horizontes / Dunas arenas vientos / Una gran águila oscura / Doscientas soledades / Doscientas estancias / Las últimas etapas / Doscientos sistemas de fuga / Nuestra medida de pesar / Años de desprecio.”

Rendimos, aquí, en la Feria del Libro EXPOESÍA, un merecido homenaje a Concha de Marco, con la que teníamos una gran deuda contraída. La que yo he venido, en parte, a subsanar con mi libro “Concha de Marco En Carne y Verso (Soria, 1916-Madrid, 1989)”. Precisamente en este año 2016, en que se cumple el centenario de su nacimiento. Pertenece, por ello, a la misma quinta literaria que el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, el poeta Blas de Otero y el narrador y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela.  Nació, Concha de Marco, el 23 de mayo de  1916, en plena plaza de Herradores de la ciudad de Soria, en la misma casa que habitaron antes, hacia 1860, los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano, como recuerda una placa en su fachada nueva. Y la misma a la que después, en 1919, llegaba, procedente de Tardelcuende, toda la familia Gaya Nuño. Si bien ella no coincidió allí con Juan Antonio,  quien a partir de de 1937 se convertiría en su esposo. La familia materna de Concha de Marco es de Soria, mientras que la paterna procedía de Valladolid.
            Concha de Marco vivió en Soria su infancia primera, ya que, contando tan solo cinco años, su  padre, funcionario, se trasladó a Figueras (Gerona). Estudió primero en el colegio de las monjas francesas y luego, casi sola entre chicos, en su instituto de segunda enseñanza cursó el bachillerato, que concluyó en Madrid, a donde esta vez se trasladó su padre. Y en la Universidad Central se licenciaría en Ciencias Naturales.
            La fecha del 2 de enero de 1936 marca su decisivo encuentro con Juan Antonio Gaya Nuño. Ambos se decantan a favor de la República, pero al perder la guerra incivil del 36, corrieron la desgraciada suerte de los vencidos: depuración y marginación social. Días de desprecio. En la dura posguerra, Concha dará clases en un colegio privado de Castuera (Badajoz) para poder alimentar a su familia y auxiliar a su marido preso. Allí tuvo otro amor. Tras la puesta en libertad de Juan Antonio, compartiría con él su destierro en Bilbao, su primer trabajo en Madrid,  y su estancia en Barcelona, al frente de las Galerías Layetanas, hasta fijar su definitivo asentamiento en la Capital de España. En la calle Ibiza, 23, estaba su piso-ermita de refugio frente a la intemperie, donde vivieron juntos y se amaron, rodeados de libros y de cuadros,  y desde donde, como embajadores del arte español, partirían a recorrer medio mundo, hasta que murió Juan Antonio, el 6 de julio de 1976.
            Ella estuvo siempre en su quehacer. Ya viuda, se preocupó de que con su legado bibliográfico y pictórico se constituyera el Centro Cultural Gaya Nuño de Caja Soria, hoy Banco Ceiss de Unicaja.
            Concha de Marco tenía personalidad propia. Agudeza de juicio y una indudable calidad literaria que es preciso recalcar. Es una gran poeta un tanto olvidada. Su producción de poemarios publicados alcanza el número de siete, más uno: “Hora 0,5” (1966); “Diario de la mañana” (1967); “Acta de      identificación” (1969); “Congreso en Maldoror” (1970); “Tarot ” (1972); “Las Hilanderas” (1973) y “Una noche de invierno” (1974). A ellos se añade ahora, en edición facsímil,  “Celda de Castigo” (2016), una celda en la que todos vivimos, puesto que en cita de Joyce: “Aquí viene todo el mundo”. Son libros caracterizados por una bien meditada estructura. Y se advierte en ellos una clara evolución y experimentación en su afán poético. Quedan más poemarios inéditos. Como sus “ Cantos del compañero muerto”, a modo de collage en el que entra todo: la lírica, la épica, la política…
            Su poesía es límpida, transparente, de palabras precisas, aunque en ella se advierta un hondo palpitar doloroso y metafísico. Una poetisa –así la llamó ella despectivamente, dijo que su poesía era científica  y no le gustó nada. Su lírica es personal y distinta, pues su inspiración sorbe, además de en los clásicos españoles a los que reconoce y no niega, en otras fuentes de poetas extranjeros. De ahí su toque de originalidad. La poesía significa para ella un compromiso absoluto con las condiciones de vida humana en todas sus manifestaciones. Como narradora escribió algunos cuentos en revistas y unas memorias inéditas; como traductora trasvasó al español interesantes monografías de arte y como ensayista publicó “La mujer española en el romanticismo” (1969). Es también coautora con Juan Antonio de una Guía de Soria (1970).
             Trabajadora incansable. Una poeta que tenía los pies en la tierra. Concha de Marco murió en Madrid, el 19 de octubre de 1989. Fue una activista del feminismo. Siempre reivindicó la igualdad entre hombres y mujeres, advirtiendo que estas han quedado excluidas de la historia de la literatura ya “que no tienen generación”. Tal ocurrió con “las sin sombrero”.
            Siempre estuvo comprometida con la causa de la libertad y la democracia,  frente a la resignación y la hipocresía imperantes. Su espíritu de rebeldía, su afán de independencia, la altura de sus principios, la honestidad de su comportamiento y la valentía que demostró al enfrentar su destino son las virtudes que de ella debemos conservar, toda vez que forman la veta más noble y hermosa de la fuerte personalidad de Concha de Marco.
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            “Yo solo me ocupo -confesaba Concha- de evitar a mi marido toda clase de molestias domésticas para que pueda trabajar a gusto, (es historiador y crítico de arte), es decir, me encargo de la casa. Mi sola dedicación intelectual es la poesía ( y naturalmente la lectura y la música)”.

            En una carta a Roger Noël-Mayer, poeta y traductor francés, difusor de la poesía española, le expresa: “¿Cómo vamos a pagar los poetas españoles este tan importante y gran regalo que nos haces, que nos estás haciendo con tu dedicación continuada? (…)    Dices que somos el orgullo de España, ay, España solo se siente orgullosa de sus futbolistas o de sus rameras. Aquí no interesa la cultura más que a unos pocos y ese pequeño mundo, llamémosle élite está lleno de oportunistas, de gentes que se venden y que compran famas, por dinero, por favores. Creo que en cualquier parte del mundo sucederá lo mismo, pero aquí en España es más intenso, más virulento, la envidia es más envidia, la injusticia es mayor, y si eres mujer, no digo nada. El machismo ibérico quiere relegarnos únicamente al gineceo. ¡Cómo van a tolerar los poetas que una mujer tenga más garra que ellos! O te toman a chunga, o te ignoran. Y creen que eso vale para borrarnos del mapa.”
José María Martínez Laseca
(10 de agosto de 2016)

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