jueves, 22 de diciembre de 2016
miércoles, 21 de diciembre de 2016
Representación teatral
(Día
1 de noviembre de 1841. Por la mañana temprano. Han pasado más de 8 meses desde
la anterior conversación mantenida entre Don Armando y Don Fernando. Ahora se
vuelven a encontrar de nuevo. Como si estuvieran en plena calle, frente al
edificio de la Diputación Provincial )
Fernando: ¡Buenos días, don Armando! ¡Cuánto me alegro de volver a encontrarle
de nuevo. Más de ocho meses han transcurrido desde la última del pasado 15 de
febrero!
Armando: Y que lo diga Vd., don Fernando. La Gaceta de Madrid, nos dio aquel día un alegrón,
al publicar, el domingo 14, la
Orden de la
Regencia de 11 de febrero de 1841 por la que se creaba el
primer Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Soria.
Fernando:¿Qué nuevas hay sobre el tema?, pues he estado en este
tiempo ausente de la ciudad.
Armando: Poco se dice en la calle. Mas, algo he podido espigar yo en las páginas
de “El Numantino”, al leer unos extractos de las actas de sesiones de la Diputación Provincial.
Fernando: ¡Ya ardo en ascuas por saberlo!
Armando: Fue el pasado 6 de julio cuando la Corporación discutió
el proyecto para el establecimiento del deseado Instituto. Y, después de
deducidas por el Señor Presidente y Diputados provinciales las razones y
observaciones que cada uno tuvo por conveniente hacer, este se aprobó por
unanimidad. Y se acordó trasladárselo al señor Jefe Político de la Provincia.
Fernando: ¡Cuente, cuente! ¿Qué le exponían en la comunicación?
Armando: Pues, que aún estando conformes con las pautas exigidas por la Dirección de Estudios,
veían muy conveniente reparar en algún punto.
Fernando: ¿En qué cosas don Armando?
Armando: En aumentar el estudio del Francés, que es la lengua que hoy más se conoce
en el mundo. Igual que la
Geografía , necesaria para todas las carreras así de Ciencias
Naturales como para la política y legislatura. Y también la Economía , ya que les
vendrá muy bien a los alumnos que al salir del Instituto vayan a las
Universidades superiores.
Fernando: ¿Y dónde piensan plantear el Instituto?
Armando: En ese mismo edificio donde estaba el extinto Colegio Universidad de
Osma, que se halla en un estado de solidez y comodidad tal cual puede exigirse
para su subsistencia cómoda por más de 20 años.
Fernando: Mayor problema será el gasto. ¿De dónde sale el dinero?
Armando: La
Diputación ha
señalado las dotaciones de los profesores con arreglo a las circunstancias del
País. Y ha entendido que muchos productos comunes de los pueblos (dehesas,
montes, pastos, etc.), sin deslindar sus derechos, no podrían aplicarse de modo
más filantrópico y útil que en levantar las cargas del Instituto.
Fernando: ¡Viento en popa, va todo, según lo que Vd. me cuenta!
Armando: (Como viniendo de lejos
otro hombre irrumpirá en escena) Es
cuanto sé. Pero espere, que veo se nos acerca Don Isidro María Martínez, a la
sazón Secretario de nuestra Diputación. (Al pasar junto a su lado, lo
reclama) ¡Por favor, un momento, don
Isidro!
Isidro: (Se acerca a los dos) ¡Muy buenos días señores!
Díganme lo que desean, ya que llevo algo de prisa.
Armando: ¿Qué nos informara Vd. de cómo va el Instituto Provincial de Segunda
Enseñanza de Soria?
Isidro: En ello estoy. Hace
un mes que se ha creado la
Junta Directiva del referido Instituto para que se ocupe de
reglamentarlo y de llevar las demás atribuciones. Se cuentan hasta 7 profesores
para los 44 alumnos que se han matriculado. Y se ha propuesto a Don Blas Ranz
Yagüe, teniente cura de Castilfrío, para ser su Director.
Fernando: ¿Para cuándo la apertura del curso, que tanto se hace de
rogar?
Isidro: Mañana. Mañana, 2
de noviembre, sin más tardanza, como publicara el Boletín Oficial de la Provincia del 27 de
septiembre, se iniciarán las lecciones. A ello se deben mis prisas, a que tengo
que ultimar unos pequeños detalles y cursar las últimas invitaciones.
Fernando: ¿Siendo el fomento de la Instrucción Pública
una decidida iniciativa del Gobierno liberal progresista de Espartero, acudirá
gente bastante importante?
Isidro: Así es,
presidirán autoridades provinciales y locales. Ya han confirmado su asistencia
el Jefe Superior Político de la
Provincia y Presidente de la Diputación Miguel
Antonio Camacho, el intendente Manuel de Valverde, el Comandante General
Saturnino Albuín y el Alcalde de Soria, Eduardo Torres. Y entre otros muchos,
como diputados provinciales y alcaldes de algunos pueblos, también asistirá una
delegación de la Real
Sociedad Económica Numantina con los señores Víctor Arnau,
Modesto Capdet y Víctor Carrascosa.
Armando: Por
tratarse de un Instituto estatal, ¿será acto tan solemne abierto a todos los públicos?
Isidro: En efecto, Vds. también
pueden acudir si quieren, pues invitados ya están.
Fernando: Muchas gracias, don Isidro. Que allí nos hemos de ver.
Pues digna es de presenciarse esa inauguración del curso escolar en el
Instituto de las grandes esperanzas para Soria y su provincia.
Armando: Por supuesto. Será un gran día, sin duda. Y lo habrán de celebrar
después otras generaciones venideras.
Isidro: Entonces, ¡Hasta
mañana, señores!
Fernando y Armando: ¡Hasta
mañana será! (Salen hacia un lado los dos y en dirección opuesta Isidro)
Creado por: José María MARTÍNEZ
LASECA
(Representado en la Diputación Provincial
de Soria, el día 21 de diciembre de 2016, con motivo de la entrega de la Medalla de Oro de la Provincia al IES “Antonio
Machado”)
La mejor herencia recibida
Presidente, diputados,
autoridades, amigas y amigos:
Se
me pidió que hablara en este acto de entrega de la medalla de oro de la
provincia de Soria al Instituto “Antonio Macho”, en tanto que promotor de la
idea. Y lo hago gozoso y con emoción. Nunca podría hacerlo a sangre fría. Se
trata del centro al que llegué de niño, en 1966, desde mi Almajano natal, para realizar
por libre aquella prueba de ingreso que marcaría mi andadura.
Al
que torné, tras pasar por el “Pío Baroja” de Irún y el “Miguel de Unamuno” de
Bilbao, en 1971, para hacer sexto de bachillerato y COU, en que me cambié de
Ciencias a Letras.
En
el Machado fui primero alumno, (guardo grato recuerdo de docentes y de colegas
de aula), y, desde 2006, profesor de Lengua Castellana y Literatura, hasta culminar
un ciclo. También en él han estudiado mi mujer y mis dos hijas, que ahora son
profesoras de Instituto. ¿Cómo no celebrarlo? Mucho le debo yo a ese viejo
Instituto.
Forma
parte indudable de tu vida, me diréis. Sí, pero todo el orgullo que yo siento debe
hacerse extensivo a muchos de vosotros, que podríais contar historias similares.
Cual agua del río Duero, varias generaciones se han sucedido a lo largo de sus
175 años cumplidos.
Hablo
de un Instituto histórico. Que ha supuesto la primera universidad para miles de
sorianos. Del huésped del edificio barroco, que antes fuera convento de
jesuitas. Que abrió sus clases en 1841. Cuando la regencia progresista de
Espartero.
Primero
y único Instituto de Segunda Enseñanza de Soria durante 128 años. ¡Qué bien nos
lo cuenta Concepción Jimeno Martínez en su magnífico libro! Para que ni uno
solo dejara de inflamarse con el deseo del saber, decían. “Preparar al hombre
en su primera edad para que llegue al apogeo de lo que un día debe ser en su
posición social, es el fin y el objeto del Instituto público que vamos a
levantar”. La educación como ascensor social.
Se
escribió entonces y sigue vigente hoy día. Enseñanza pública de todos y para
todos. Propiciando la igualdad de oportunidades mediante el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Porque prime el talento sobre la cuna. ¡Ay de la
educación, tan denostada a veces como invocada en las proclamas políticas cual
bálsamo de fierabrás! ¡Qué pronto se nos olvida que es un derecho fundamental!
Hoy,
aquí, se honra a nuestro querido Instituto. La sola mención de personalidades que por él han pasado, con quien le presta su
identidad a la cabeza, lo dotan de la máxima entidad cultural. Ello ya sería
suficiente para hacerlo merecedor de la medalla concedida.
Nuestro
Instituto se hizo realidad debido a un trabajo en equipo. A la decidida apuesta
de personas e instituciones que le dieron prioridad y supieron solventar las
dificultades económicas. Desde el Jefe Político, Miguel Antonio Camacho, los principales
Ayuntamientos de la provincia, y la Real
Sociedad Económica Numantina de Amigos del País con su lema: “El
ocioso para nadie es provechoso”. Pero siempre con la Diputación Provincial
al frente.
Buena
lección, sin duda, la del éxito de lo comunitario, por la conjunción de esfuerzos.
La de una Diputación que, lejos de ver en la educación un gasto más, la tiene
por inversión necesaria para el porvenir de la provincia. Siempre ha estado ahí
nuestra Diputación. Entonces con el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza,
y la Escuela Normal
de Maestros, más tarde con el Colegio Universitario (CUS) o la Escuela de Enfermería y ahora
continúa con la UNED.
Somos
hijos de una tierra dejada de la mano de Gobiernos y, lo que aún es peor, de las
nuestras propias. “Nunca la gente de Soria hizo gran bulto en la historia”,
reza el refrán. Pese a Numancia. Choca con que de nuestro paisano Julián Sanz
del Río, dijera Giner de los Ríos: “le deben su verticalidad la mitad, por lo
menos, de los españoles que andan hoy en dos pies”. Con que nuestros maestros fueran reconocidos en todo el país. ¡Qué viene el
soriano!, exclamaban al verlo llegar. ¡Lástima, la fuga de tantos cerebros de
esta tierra tan generosa como necesitada!
Oro
de ley es la educación. Para saber, saber hacer y ser personas. Mejores
ciudadanos. Con capacidad de discernir. Honrar al histórico Instituto “Antonio
Machado” es honrarnos a nosotros mismos. Bien lo sabían nuestros padres cuando
entendieron que el mayor tesoro que podían dejarle a sus hijos era el del
conocimiento: una buena educación.
En
consonancia con ello va esta medalla de oro otorgada por la Diputación Provincial
al Instituto “Antonio Machado”. Por ser la historia viva de nuestra mejor herencia
recibida. Muchas gracias Presidente y Diputados provinciales por entenderlo así.
Por acordar por unanimidad que, en justicia, procedía.
Y acabo ya. Con un deseo a modo de brindis: ¡Larga
vida al Machado, compañeros! He dicho
José María Martínez Laseca
miércoles, 26 de octubre de 2016
Centenario de Camilo José Cela
Camilo
José Cela (El Padrón, La Coruña , 1916-Madrid, 2002).
Escritor español galardonado, entre sus muchos premios, con el Príncipe de
Asturias (1987) y el Cervantes (1995). Recibió el premio Nobel en 1989. Poliédrico
en su quehacer, su abundante producción abarca todos los géneros literatios, de
la novela al cuento, del libro de viajes a la crónica periodística o el
diccionario comentado (Diccionario secreto, 3 vols., 1968) y,
ocasionalmente, poesía (Pisando la dudosa luz del día, 1945, pero
escrito en 1936, y Cancionero de la Alcarria ), y teatro, e incluso el guión de
cine. En 1956 fundó la revista “Papeles de Son Armadans”.
La familia de Pascual Duarte
(1942), es su primera y sorprendente novela y dada su fuerza dramática y la
primaria brutalidad de la temática, individual e histórica, supuso la
recuperación del relato de calidad tras la guerra civil; se la considera introductora
de una corriente narrativa conocida como el “tremendismo”. Le siguen Pabellón
de reposo (1943), en la que se recrea el patético mundo de un sanatorio,
y Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944),
actualización de la picaresca. La colmena (1951), es su obra maestra, no
es individual sino colectiva y de ambiente urbano presenta unos pocos días de
la vida del Madrid de 1942,
a través de un extenso conjunto de personajes, movidos
por el ansia de satisfacer sus necesidades primarias. En su novela siguiente, Mrs.
Caldwell habla con su hijo (1953), vuelve al relato en primera persona con
el monólogo que representan las cartas que escribe a su hijo muerto. La
catira (1955), por encargo del gobierno venezolano, se desarrolla en aquel
país sudamericano. En Tobogan de hambrientos (1962) se nos revela un
alma colectiva, cuya suma de antihéroes muestra una parte de la sociedad que
sufre las injusticias que otra genera.
Su segunda etapa como novelista
arranca en 1969, con Vísperas, festividad y octava de San Camilo de 1936
en Madrid, desarrolla un constante monólo interior donde la capital volvía a
ser protagonista, ahora en los primeros días de la rebelión militar. Seguirían
Oficio de tinieblas (1973), como catarsis que conlleva la confesión
obsesiva, siendo a la vez un testimonio lúcido y desgarrador de una conciencia
que asume el dolor de ser hombre; y Mazurca para dos muertos (1983) en
un marco rural gallego y con una extensa galería de personajes, donde sigue
latiendo el viejo trauma de la guerra civil y la poosguerra.
En una tercera etapa narrativa, como
culminación de su experimentalisto continuo, se incluyen sus novelas Cristo
versus Arizona (1988) un intenso monólogo que trota de las rememoraciones
de un yo, protagonista de unos hechos y testigo de otros; El asesinato del
perdedor (1994) en la que un joven víctima del rigor moral de un juez que
lo hizo encarcelar por escándao pùblico, se suicida; La Cruz de San Andrés
(1994) en cuyo relato secundario, mediante un monólogo delirante se cuenta una
simbólica crucifixión y, finalmente, Madera de Boj (1992) considerado . un
libro de aventuras, pasado por el heróico y confuso tamiz de la memoria.
También destaca como escritor de
libros de viajes, entre los que figuran su Viaje a la Alcarria (1948), Del
Miño al Bidasoa (1952) o Viaje al Pirineo de Lérida (1965). Y por sus numerosos relatos breves, ya sean
cuentos o novelas cortas, con textos magistrales del tenor de Esas nubes que
pasan (1945), El bonito crimen del carabinero (1947), El gallego
y su cuadrilla (1951), Baraja de invenciones (1953), El molino de
viento (1956) o Garito de hospicianos (1963).
Pese a su controvertida personalidad
y las arremetidas de la crítica, toda su compleja obra posee un denominador
común: la maestría verbal, la audacia y el rigor, que la salvan incluso en los
momentos débiles. Todo ello le hace figurar, por mérito propio, entre esos
escogidos autores españoles del siglo XX que se seguirán leyendo en el futuro.
En este año de 1916 se cumple, precisamente, el centenario de su nacimiento.
José María Martínez Laseca
sábado, 13 de agosto de 2016
Mi homenaje a Concha de Marco en Expoesía-2016 (y 2)
En estas
últimas fechas se está poniendo en valor la poesía femenina, con varias
antologías publicadas como “Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX” (Visor)
de Ana Merino y Raquel Lanseros; “20 con 20” (Huerta & Fierro) y “(Tras)lúcidas” (Bartleby
Editores), que reivindican un nuevo canon distinto, sin silencios ni olvidos.
(Y recuerdo que la conferencia de Jesús Munárriz trata sobre “Poesía de
mujeres. Tres antologías decisivas”). Por eso vengo a resaltar que, cuando la
literatura era solo cosa de hombres, y “Ello no quiere decir que las que ahora
se dedican a la poesía hayan dejado de lado sus labores”, ya Concha de Marco
reclamaba para ellas una mayor atención en su ensayo reivindicativo “Poesía femenina
española de este siglo”, por el s. XX, insertado en “Mar Poesía. Revista
planetaria de poesía”, diciendo: “Hoy existen en España poetas femeninas con
voz propia y varia”. Corría febrero de
1969. Y sin pretender “condensar en tan escaso espacio una antología acabada de
las poetas españolas actuales”, insistiría con una nueva aportación en “Árbol
de fuego”, nº 16, de marzo de 1969, “veinticinco años de poesía femenina
española”.
Concha de Marco, se tenía por “AUTODIDACTA –Por lo visto soy autodidacta.
¿Qué pasa? “Sin despreciar lo extranjero” siempre estudié por libre. Soy
huérfana, mi Preceptor ha sido, y es, la Vida ; mi Profesor, yo misma, y mi Maestro, lo
Sobrenatural. Con el follón de la guerra me tuve que poner a trabajar
(diferentes oficios), pero entre tornillo y tornillo, folio y folio, pañal y
pañal, yo estudiaba y escribía poesía. La primera vez que pisé una Universidad
no fue como alumna, sino como mujer de la limpieza; años más tarde, debuté como
profesora. En la actualidad voy tirando gracias a una “Beca March”, que creo
que no se las dan a todo el mundo –claro que yo no soy todo el mundo–.
En la actualidad soy huérfana de
padre y madre, viuda de Amistad, sostén de mí misma y encariñada con la gente.
A pesar de estos golpes de fortuna, ya veréis por qué tengo buen talante: he
dormido a las penas una a una y he dormido en el pecho de mi amante”.
Puesto que se trata aquí de féminas
poetas, leo su poema MUJERES, escrito en
1975, con motivo del año internacional de la mujer, y que va de la vida que ellas
llevan, de forma tan sufrida como callada, en sus muchos cometidos del día a
día. Dice así:
“Vestales
del hogar de recortadas alas / vuelo bajo y pálidas constelaciones no propicias
/ hechiceras y esclavas veinticinco horas / el peso de la vida a cuestas
rutinaria / apresuradas abejas de miel ácida / suave nieve blanda y moldeable
fugazmente / vosotras de todas las edades imprecisas / las que conmigo os
cruzáis en el mercado / entre hortalizas lotería de los ciegos / reses
descuartizadas sangrantes en el mármol / pescados muertos a su debido tiempo / en
horizontes de cocina o humo / corazón animoso propiciando talentos / o
ineptitudes vitalicias / con un continuo e interior esfuerzo / opacidad de
incomprensión sin límites / el monedero bien asido en la mano / contando las
vueltas sumergida en la persona de otros / escatimando el peso del ejercicio de
la razón / y las esperas en las filas pardas para comprar / en un papel escrito
pues la memoria es necia / el poema más prosaico y necesario / filetes gallos
huesos para el caldo / codillo arroz patatas aceitunas naranjas / huevos
tomates dentífrico papel higiénico / subiendo y bajando escaleras para un mejor
precio / con olor a cebolla fresca recién arrancada / y los niños solos en casa
/ de prisa el tiempo corre / las aspirinas y tranquilizantes / el último no
sirve la angustia no cesa / habrá llegado el cobrador de algo /habré cerrado o
no la llave del gas / y llegará el del contador y no me encuentra / vestales de
la aspiradora y las camisas sucias / más otras prendas interiores que no quiero
nombrar / de los juegos de cama planchados en armarios / masas amorfas de
inocencia tesoros de trapo / mantelerías de lagartera no usadas para diario / la
cotidiana liturgia de mesa puesta / vino vasos cubiertos / el pan nuestro de
cada día dánosle hoy / los platos sucios y la marabunta de la cocina / cubriendo
todas las superficies / sartenes cazuelas desperdicios de grasa huesos / café
con el televisor del vecino voceando anuncios comerciales / por fin mediada la
tarde se derrumban en cualquier asiento / quedan traspuestas y sueñan vidas de
privilegio / sueldos de doscientas mil pesetas / en la memoria de nunca / capitales
chalés en la playa / casas con piscina mayordomo tres doncellas cocinera / baño
de espuma y traje de noche para cenar / con invitados agradables algo que sus
manos no han preparado / las uñas perfectas por sus pensamientos de humo / el
vuelo rasante de unos pobres pájaros / ese cielo azul aceptado igualmente / que
la prosperidad y el infortunio / gestantes y parturientas enfermeras siempre / no
hay tiempo de nada pétalos de rosas caídas / planchando ordenando cosiendo / palomas
sin alas a la deriva / y el polvo de las cosas / viento del verano suspiro del
invierno / en las manos jabón y detergentes / quitando en oleadas visiones para
el alma sometida / los dientes del peine arañando el dolor de cabeza / una gran
rama seca entrechoca con otra en el aire / flores en la última ventana por la
primavera / tiempo de secretas fantasías volcán apagado / de los sueños de no
irás y ya has vuelto / cosméticos de colores para acariciar la cara / aún
soñando con sus bodas la novia muerta / van rodando por el calendario de abrir
y cerrar ventanas / de guardar mantas y limpiar cristales / almidonando
manteles dulcemente en la barca varada / para las grandes fiestas familiares
del año / en ese tiempo fabrica su mejor armadura / vestal y esclava de quienes
lentamente succionan / secan el metal de su alma en su rueda de días / y ella
callada siempre sonriente / a su muerta belleza añade más pintura / y es fiesta
el día en que su pelo ceniciento / se vuelve rubio o negro con reflejos / parlotea
como un niño perdido / sin motivo especial de vivir para sí / el dolor de los
muertos olvidados / un día cualquiera el bulto de su carne / ajada por los
partos crianzas y mortajas / de los difuntos familiares / de la altura
derrúmbase / suelta su vuelo de campanas / muere como un soldado en su puesto /
trinchera defensiva / de pie sin circunstancia excepcional / dejando abandonada
la casa toda / los muertos en sus retratos / los vivos en su egoísmo / la lista
de la compra el monedero / el calendario de liturgia cotidiana / agujas hilos
botones y dedales / camisas sin planchar y calcetines rotos / y el polvo sobre
el polvo sobre el polvo sobre el polvo / mutismo de orfandad aquel recinto memoria
de su angustia / libérrima por fin de hábitos deberes y cansancios.”
Dicho lo dicho, pienso que la poeta
Concha de Marco bien se merece que en su Soria, donde nació hace 100 años, y siempre
por ella tan querida y alabada, una calle, plaza o sitio público de la ciudad
lleve puesto su nombre, liberándola de
ese modo del corrosivo olvido. Solo así se cumplirá la sabia profecía de que “pierde
quien gana y gana el que es vencido”. Puesto que “Sin arrogancias la justicia
vuelve / a enderezar el tiempo transcurrido.”
Concha de Marco: vives en lo mucho
que dejas. Vale.
José María Martínez Laseca
(11 de agosto de 2016)
Mi homenaje a Concha de Marco en Expoesía-2016 (1)
“Un collar
de doscientas pesadumbres / El último
refugio / Turno para morir / Las cadenas de humo / El último crepúsculo / Pacto
secreto / La última conversación / Atravesando tigres / Las doscientas agujas
del viento / Doscientas fotografías / Ceremonial en una celda / El pudor de la
muerte / Las doscientas horas / Reloj de silencio / Doscientos horizontes /
Dunas arenas vientos / Una gran águila oscura / Doscientas soledades /
Doscientas estancias / Las últimas etapas / Doscientos sistemas de fuga /
Nuestra medida de pesar / Años de desprecio.”
Rendimos,
aquí, en la Feria
del Libro EXPOESÍA, un merecido homenaje a Concha de Marco, con la que teníamos
una gran deuda contraída. La que yo he venido, en parte, a subsanar con mi
libro “Concha de Marco En Carne y Verso (Soria, 1916-Madrid, 1989)”. Precisamente
en este año 2016, en que se cumple el centenario de su nacimiento. Pertenece,
por ello, a la misma quinta literaria que el dramaturgo Antonio Buero Vallejo,
el poeta Blas de Otero y el narrador y Premio Nobel de Literatura, Camilo José
Cela. Nació, Concha de Marco, el 23 de
mayo de 1916, en plena plaza de
Herradores de la ciudad de Soria, en la misma casa que habitaron antes, hacia
1860, los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano, como recuerda una placa
en su fachada nueva. Y la misma a la que después, en 1919, llegaba, procedente
de Tardelcuende, toda la familia Gaya Nuño. Si bien ella no coincidió allí con
Juan Antonio, quien a partir de de 1937
se convertiría en su esposo. La familia materna de Concha de Marco es de Soria,
mientras que la paterna procedía de Valladolid.
Concha de Marco vivió en Soria su
infancia primera, ya que, contando tan solo cinco años, su padre, funcionario, se trasladó a Figueras (Gerona).
Estudió primero en el colegio de las monjas francesas y luego, casi sola entre
chicos, en su instituto de segunda enseñanza cursó el bachillerato, que
concluyó en Madrid, a donde esta vez se trasladó su padre. Y en la Universidad Central
se licenciaría en Ciencias Naturales.
La fecha del 2 de enero de 1936
marca su decisivo encuentro con Juan Antonio Gaya Nuño. Ambos se decantan a
favor de la República ,
pero al perder la guerra incivil del 36, corrieron la desgraciada suerte de los
vencidos: depuración y marginación social. Días de desprecio. En la dura
posguerra, Concha dará clases en un colegio privado de Castuera (Badajoz) para
poder alimentar a su familia y auxiliar a su marido preso. Allí tuvo otro amor.
Tras la puesta en libertad de Juan Antonio, compartiría con él su destierro en
Bilbao, su primer trabajo en Madrid, y
su estancia en Barcelona, al frente de las Galerías Layetanas, hasta fijar su
definitivo asentamiento en la
Capital de España. En la calle Ibiza, 23, estaba su
piso-ermita de refugio frente a la intemperie, donde vivieron juntos y se
amaron, rodeados de libros y de cuadros, y desde donde, como embajadores del arte español,
partirían a recorrer medio mundo, hasta que murió Juan Antonio, el 6 de julio
de 1976.
Ella estuvo siempre en su quehacer.
Ya viuda, se preocupó de que con su legado bibliográfico y pictórico se
constituyera el Centro Cultural Gaya Nuño de Caja Soria, hoy Banco Ceiss de
Unicaja.
Concha de Marco tenía personalidad propia.
Agudeza de juicio y una indudable calidad literaria que es preciso recalcar. Es
una gran poeta un tanto olvidada. Su producción de poemarios publicados alcanza
el número de siete, más uno: “Hora 0,5”
(1966); “Diario de la mañana” (1967); “Acta de
identificación” (1969); “Congreso
en Maldoror” (1970); “Tarot ” (1972); “Las Hilanderas” (1973) y “Una noche de
invierno” (1974). A ellos se añade ahora, en edición facsímil, “Celda de Castigo” (2016), una celda en la
que todos vivimos, puesto que en cita de Joyce: “Aquí viene todo el mundo”. Son
libros caracterizados por una bien meditada estructura. Y se advierte en ellos
una clara evolución y experimentación en su afán poético. Quedan más poemarios
inéditos. Como sus “ Cantos del compañero muerto”, a modo de collage en el que
entra todo: la lírica, la épica, la política…
Su poesía es límpida, transparente,
de palabras precisas, aunque en ella se advierta un hondo palpitar doloroso y
metafísico. Una poetisa –así la llamó ella despectivamente, dijo que su poesía
era científica y no le gustó nada. Su
lírica es personal y distinta, pues su inspiración sorbe, además de en los
clásicos españoles a los que reconoce y no niega, en otras fuentes de poetas
extranjeros. De ahí su toque de originalidad. La poesía significa para ella un
compromiso absoluto con las condiciones de vida humana en todas sus
manifestaciones. Como narradora escribió algunos cuentos en revistas y unas
memorias inéditas; como traductora trasvasó al español interesantes monografías
de arte y como ensayista publicó “La mujer española en el romanticismo” (1969).
Es también coautora con Juan Antonio de una Guía de Soria (1970).
Trabajadora incansable. Una poeta que tenía
los pies en la tierra. Concha de Marco murió en Madrid, el 19 de octubre de
1989. Fue una activista del feminismo. Siempre reivindicó la igualdad entre
hombres y mujeres, advirtiendo que estas han quedado excluidas de la historia
de la literatura ya “que no tienen generación”. Tal ocurrió con “las sin
sombrero”.
Siempre estuvo comprometida con la
causa de la libertad y la democracia,
frente a la resignación y la hipocresía imperantes. Su espíritu de
rebeldía, su afán de independencia, la altura de sus principios, la honestidad
de su comportamiento y la valentía que demostró al enfrentar su destino son las
virtudes que de ella debemos conservar, toda vez que forman la veta más noble y
hermosa de la fuerte personalidad de Concha de Marco.
…………………………………………………………………
“Yo solo me ocupo -confesaba Concha-
de evitar a mi marido toda clase de molestias domésticas para que pueda
trabajar a gusto, (es historiador y crítico de arte), es decir, me encargo de
la casa. Mi sola dedicación intelectual es la poesía ( y naturalmente la
lectura y la música)”.
En una carta a Roger Noël-Mayer, poeta
y traductor francés, difusor de la poesía española, le expresa: “¿Cómo vamos a
pagar los poetas españoles este tan importante y gran regalo que nos haces, que
nos estás haciendo con tu dedicación continuada? (…) Dices que somos el orgullo de España, ay, España solo se siente
orgullosa de sus futbolistas o de sus rameras. Aquí no interesa la cultura más
que a unos pocos y ese pequeño mundo, llamémosle élite está lleno de
oportunistas, de gentes que se venden y que compran famas, por dinero, por
favores. Creo que en cualquier parte del mundo sucederá lo mismo, pero aquí en
España es más intenso, más virulento, la envidia es más envidia, la injusticia
es mayor, y si eres mujer, no digo nada. El machismo ibérico quiere relegarnos
únicamente al gineceo. ¡Cómo van a tolerar los poetas que una mujer tenga más
garra que ellos! O te toman a chunga, o te ignoran. Y creen que eso vale para
borrarnos del mapa.”
José María Martínez Laseca
(10 de agosto de 2016)
José María Martínez Laseca
(10 de agosto de 2016)
sábado, 2 de julio de 2016
Las fiestas de las Calderas en la Soria de mitad del siglo XIX ( y 2)
En esta segunda entrega sobre
“Las Fiestas de las Calderas” (Soria, 1859) del escritor soriano Jose Benito
Ortega se nos describen las jornadas festivas del Domingo y del Lunes. En el
caso del Domingo de Calderas se desarrolla por extenso la celebración de Las
Calderas de madrugada en los jardines de la Dehesa , así como la prueba de las mismas por las
Autoridades. Tras ello, almuerzos y bailes. Culminan los días festivos de San
Juan con la celebración, el lunes por la tarde, de las Bailas y meriendas en la
pradera de San Polo.
………………………………….
Domingo al amanecer / está el
Espolón poblado / de bellas, que han madrugado / todas con el mismo fin. / El
de ser vistas y ver / las calderas y los bollos, / y los gallos y los pollos… /
que ha de haber en el festín. / Es de ver el oscilar / de miriñaques pomposos
/ bajo vestidos sedosos / de cachemir o Pekín, / De moaré o de gró, y pasar /
sus portadoras amenas / envidia a las azucenas / y celos dando al jazmín. / El
aroma de las flores, / el perfume de las rosas, / la gracia de las hermosas /
con rostros de serafín. / Los agradables rumores / de las brisas deliciosas /
jugueteando en las frondosas / enramadas del jardín. / El conjunto encantador /
de la Soriana
que al paso / nos muestran su faz de raso / y sus labios de carmín. / El lujo y
el esplendor / de tanta y tanta hermosura… / la gloria en abreviatura, / o el
cielo en la tierra en fin. / Hasta que a la reunión / las calderas van llegando
/ y por su turno formando / de la dehesa en el confín. / Allí, con la comisión
/ nombrada por la ciudad, / las cata la Autoridad / y se reparte el botín. / Y cada cual
se prepara / a comerse su ración / no lejos del Espolón, / con trinchante o con
cuchara. / Recostándose a la sombra / de los olmos o castaños /sin más asientos
ni escaños / que la fresca verde alfombra. / Y allí cada cual almuerza / con
sus varios conocidos / echando tragos cumplidos / cada vez con doble fuerza. /
Y al son de la gaita rara / o de la dulzaina tosca / entre el ruido y la
algazara. / Sin pensar más que en mascar, / en solazarse, en reír, / en comer,
en engullir, / en beber mucho y tragar. / Saltando de corro en corro / dando y
recibiendo vino, / jamón, gallina, tocino / y algún suculento morro. / No hay
odio allí ni rencor, / se olvida la enemistad / no hay más que fraternidad /
entre plebeyo y señor. / No hay rango ni distinciones, / allí… todos son
iguales / desde el que cobra jornales / hasta el que gasta millones. / Cada
cual procura dar / y recibir municiones / de boca… y sin aprensiones / y sin
descanso… libar.
Y
después de bien repleto / y después de bien bebido / de las gaitas al sonido /
bailar un fandango neto. / Una jota aragonesa, / una galop… infernal / una
polka sin igual, / que por lo íntima… interesa. / Un rigodón, un mambrú… / una
extraña mezcolanza / de vals y de contradanza / de jaleo y padedú. / Un variado
potpurrí / de boleras malagueñas, / manchegas o madrileñas / y de muñeiras de
Tuy. / Una danza, en conclusión, / vertiginosa y ardiente, / el marrasquino y
el rom. / Y si cuando ya te inflamas / con el sol y los licores, / mil rayos
abrasadores / te lanzan las bellas damas. / Con sus ojos; que al mirar / nos
sulfuran y electrizan… / y el corazón carbonizan / sin poderlo remediar. / Con
sus ojos hechiceros / árabes… pero españoles / que queman, más que cien soles.
/ Tendrás pues que sucumbir / sufriendo sin remisión / espontánea combustión!!!
/ y… abrasado en fin, morir. / Pero morir de placer / sin dolor y sin disgusto:
/ una muerte en fin, a gusto / y a manos de la mujer… / ¡Oh! ¡Quien quitarse
pudiera / catorce o quince veranos / y morir de gozo a manos / de una Soriana
hechicera… / Sin dolor, sin aflicción, / sin… canas, sin desengaños, / y sobre
todo sin… años / que marchitan la ilusión! / ¡Cuántas veces mi pasado / olvido…
y me creo hoy / como ayer, más solo soy / cadáver galvanizado! / ¡Solo dura mi
entusiasmo / ocho segundos o diez, / para volver otra vez / a caer en el
marasmo! / Pero ¿para qué vendrán / aquí tontas digresiones? / volvamos a las
funciones / de las fiestas de San Juan. Cuando
ya el calor avanza / vamos a la procesión, / que de las gaitas al son / ya
también en son de danza. / Y después de pasar lista / el Ilustre Ayuntamiento /
a los Santos, cual sargento / antes de ir a la revista. / En el templo del
Decano / príncipe de los apóstoles / con sus órganos de móstoles / o sus gaitas
a la mano. / Salen los Santos bailando / mil equis haciendo y eses / y al
compás de mil traspieses / sus coronas balanceando. / Como queriendo decir /
que quieren participar / de aquel afán
de saltar / y de aquel ir y venir. / Lo que prueba que ya todos / los que los
conducen, van / a medios pelos o están / alegres de varios modos. / Y como tras
la alegría / viene la risa también / todas las caras se ven / risueñas en
demasía. / Y sin que cese la risa / en medio del Espolón / se concluye la
función / en la Soledad
con misa. / Y vuelven en dispersión / todos los Santos corriendo, / del
tamboril al estruendo / y de las gaitas al son. / Y todo esto sin haber /
disensiones ni quisquillas, / ni disputas ni rencillas / que puedan
comprometer. / Esto solo pasa en Soria / heredera de Numancia, / que a su valor
y arrogancia / agrega esta nueva gloria. / En Santa Bárbara luego, / por la
tarde se prepara / otra vez la danza rara; / aquella danza de fuego!!! / Y
despachan las cuadrillas / otra vez sendas meriendas, / y otra vez se hacen
ofrendas / al Dios Baco de rodillas. / Empinando bien el codo, / y mirando a
las estrellas / y apuran de las botellas / hasta vaciarlas del todo. / Y se
destripa la bota / y se estrujan los pellejos / de mostos buenos y añejos, /
hasta que no queda gota. / Y la
Soriana que hechiza / anda o baila en las praderas / hasta
que de las Calderas / el Domingo finaliza. / Pero no se acaba el fuego / y el
entusiasmo que inspiran / aquellos ojos que miran / y nos hacen ascuas fuego.
/Y
en San Polo se repite / al otro día la danza / y se repleta la panza / y… el
seso allí se derrite… / Al influjo y al ardor / de miradas voluptuosas / que
nos lanzan las hermosas / de la luna al resplandor. / Y después… nos retiramos
/ de entusiasmo poseídos / y al quedarnos ya dormidos, / con las… Calderas
soñamos. /¡Fiesta de mágico encanto / que muestras al mundo entero / que aquí
en Soria, junto al Duero / hay placeres sin quebranto! / ¡Mi deseo el más
ardiente / es que durases siquiera / hasta que el mundo se hundiera / perpetua
y constantemente! / Así los sueños dorados / de unión y fraternidad / de
libertad e igualdad, / se verían realizados. / Y al ejemplo, excepcional, / la España tradicional, / se
mostraría dispuesta. / A solemnizar de veras / en cualquier villa o ciudad / y
en bien de la humanidad / LA FIESTA DE
LAS CALDERAS.
José María Martínez Laseca
(3 de julio de 2016)
José María Martínez Laseca
Las fiestas de las Calderas en la Soria de mitad del siglo XIX (1)
Muy poco sabemos del escritor
soriano JOSÉ BENITO ORTEGA. En un conciso apunte, en “Noticiero de Soria” de 3
de agosto de 1892, pág. 2, se nos dice que manejó la espada y la pluma en sus
mocedades, y que cultivó la poesía. Que, tras largos años de azarosa y precaria
existencia murió en Madrid, tras haberse autobiografiado en un librito que dio
a luz en verso con el título “Mi vida y mi traje”.
El
texto de Jose Benito Ortega sobre “Las Fiestas de las Calderas” (Soria, 1859),
que copiamos aquí, suma un total de 111 redondillas o estrofas de arte menor de
cuatro versos (abba). En su lectura podemos apreciar una interesante
descripción de nuestras Fiestas de San Juan de hace 157 años. De ahí que se
aprecien algunas diferencias con lo que acontece en nuestros días. En esta
primera entrega se nos refiere lo que acontece en las jornadas del Jueves La Saca , Viernes de Toros y
Sábado Agés. Como vemos, entonces se acometía el toro enmaromado por las
calles.
………………………………..
Hay fiestas tan populares / en la
española Nación, / de tan grande animación / y encantos tan singulares. / Que
son en su especie, solas, / únicas, extraordinarias, / indefinibles y varias /
y en fin, fiestas españolas. / Fiestas de Júbilo henchidas, / de gozo y
placeres tales, / que no se verán iguales / en las tierras conocidas. /
Originales y raras, / extrañas, indescriptibles, / en donde los imposibles / se
realizan a las claras. / En donde por tradición / o por antigua costumbre, /
con profana muchedumbre / se mezcla la religión. / Pero en cuyas fiestas
bellas, / los sencillos castellanos / se divierten como hermanos / sin
rencillas ni querellas. / Donde el noble y el villano / la plebe y la
aristocracia / se hermanan con mucha gracia / y están juntos mano a mano.
Muchas
ya de la memoria / del pueblo se van borrando, / otras se van perpetuando, /
como las fiestas de Soria. / Estas fiestas placenteras, / que se esperan con
afán, / son las Fiestas de San Juan /
o fiestas de las Calderas. / Con esos
títulos dos / se designan vulgarmente; / pero hablando propiamente, / son de la Madre de Dios. / A ella deben su completa, /
su celebridad famosa / que torna en verdad hermosa / los ensueños del poeta. /
Voy a ver si puedo yo / estas fiestas bosquejar / o a grandes rasgos trazar /
aunque me temo que no.
Al
lado de los bridones, / y de corceles briosos / y de carruajes vistosos, / y de
jamelgos trotones. / El jueves en coche o jaca / cuando va el alba a puntar, /
ir al monte a presenciar / de los novillos la saca; / Y el almuerzo suculento /
con libaciones frecuentes… / entre las damas valientes / que rebosan de
contento. / Y, al continuo daca y toma / de bebestibles que encienden… / las
chispas… que se desprenden / de aquella báquica broma. / Y los múltiples
avances / a las infinitas botas / y las mil botellas rotas / y muchos otros
percances. / Y el venir tras de los toros / entre un aluvión de gentes / con
muchas turcas… decentes / de Cariñena y de Moros. / Con varios lobos extraños…
/ pero lobos de dos pies, / que se transforman después / en cubas como otros
años. / Y aquella emoción sin tasa / del placer, que aumenta y crece, / y todo
lo que acontece, / y todo lo que allí pasa. / Ni pintar ni describir / creo que
posible sea; / para formarse una idea / es preciso al monte ir: / Estar en
Valhonsadero / al principiar la función, / y acabar la diversión / en San Polo
junto al Duero.
Pero
entremos en la plaza, / donde miles de bellezas, / entre miles de cabezas, /
ostentan su linda raza. / Esa raza Caucasiana / o de la falda de Ida / mezclada
y embellecida / con la árabe y romana; / Tipo de lo bello en Asia, / de lo más
bello del mundo / desde el Eúfrates profundo / hasta Georgia y Circasia. /
Desde donde nace el Don / hasta donde el Tajo muere / que puede ver quien
quisiere / en la Ibérica
nación. / Donde hay bellas de Sevilla / de Vizcaya, de Plasencia, / de Cataluña
y Valencia, / de Aragón y de Castilla. / Pero ¿a qué fin una historia / de las
bellas he de hacer? / todo el que las quiera ver / que venga en San Juan a
Soria. / Y nosotros que ya estamos / de la plaza en los tendidos / o en los
palcos embutidos / las funciones describamos.
Toros
y novillos, son / jueves y viernes lidiados / por varios aficionados / de valor
y corazón. / Que en el redondel los ves / presentar al toro el busto / por
afición y por gusto / y sin ningún interés. / Afrentando a los toreros /
ajustados en cuadrilla / que a la coronada villa / se nos llevan los dineros. /
Por poner con poca gracia / las banderillas de fuego / y hacer con la capa
luego / varias suertes con desgracia. / Por vestirse de trapajos / del Rastro o
del Avapies / con los que salen después / encopetados y majos. / Haciendo
fachenda y gala / del tauromáquico arte / y diciendo en cualquier parte / que
están en primera escala. / Pero en cuanto al bicho vivo / del chiquero lo han
soltado, / escapan como el venado, / a tomar pronto el olivo. / Porque como
tienen asco / a los hijos de las vacas / de las vallas no los sacas / por no
dar sin duda un chasco. / Pues no son más que unos chulos / que lucen cintas y
moñas / como lucen las gazmoñas / y el toro sus cachirulos. / Toreando, en
conclusión, / con torpeza y con canguelo / midiendo a veces el suelo / y
sacando algún rasgón. / Concluida ya la lid / se encaminan los toreros, / con
sus pellejos enteros / o rotos hacia Madrid. / Y otra vez en Maravillas / la
tauromaquia ensayando / se van luego acostumbrando / a romperse las costillas.
El
sábado enmaromados / van los novillos corriendo / por las calles ofreciendo /
algunos lances variados. / Tropezones y alaridos, / caídas y risotadas, /
corridas aceleradas / cabe los toros transidos. / Qué furiosos se revuelven /
cuando hierro se les clava, / y echando espumosa baba / pasan, vienen, van y
vuelven. / Hasta que algún cachetero / ejerciendo bien su oficio / les hace el
grande servicio / de dar el golpe certero. / Así acaba aquel sangriento /
suplicio de toros bravos / destrozados por los clavos / y rejonazos sin cuento.
/ Después hechos varios trozos, / son en caladera guisados, / con otros mil
agregados / por la cuadrilla y sus mozos. / Y luego calles cruzando / en la
noche de ese día / la gente con alegría / va los Santos visitando. / Que se
ostentan adornados / de flores, rosas y cintas / en sus cuadrillas distintas /
en casa de los jurados. / Allí la gente bailar / ves con un ardor febril / y la
gaita y tamboril / sin tregua alguna sonar. / Y a pesar de aquel bullicio, / y
a pesar de las oleadas, / del barullo y las pisadas / de gente de poco juicio.
/ No se percibe una queja, / ninguna reyerta ves; / hay desorden… pero es / el
que al orden se asemeja.
José María Martínez Laseca
José María Martínez Laseca
(2 de julio de 2016)
viernes, 27 de mayo de 2016
NORUEGA
Naturaleza en todo su esplendor.
Otra tierra, otro cielo y otra luz.
Relatos de vikingos y de trolls
Ululan por sus fiordos y sus
bosques.
Elevadas montañas, nieve eterna,
Glaciares de belleza
sin igual
Allí, el viajero errante encontrará.
José María Martínez Laseca
(Mayo, 2016)
miércoles, 18 de mayo de 2016
Concha de Marco (1916-1989): un espíritu rebelde
Este año se celebra el
centenerario del nacimiento de Concepción Gutiérrez de Marco, literariamente
conocida por Concha de Marco: narradora, traductora y ensayista, pero, ante
todo, poeta. De la quinta del dramaturgo Antonio Buero Vallejo, el poeta Blas de Otero y el narrador y
premio Nobel, Camilo José Cela. Nació el 23 de mayo de 1916 en la misma casa de
la plaza de Herradores de Soria que habitaron antes, en 1860, los hermanos
Bécquer y en la que después, en 1919, lo hizo quien en 1937 se convertiría en
su inseparable compañero, el conocido escritor –historiador y crítico de arte– Juan Antonio
Gaya Nuño (Tardelcuende (Soria), 1913-Madrid, 1976). Su familia materna es
soriana, mientras que la paterna es de Valladolid.
Concha
de Marco vivió en la ciudad de Soria su primera infancia y con solo 5 años se
trasladó a Figueras (Gerona) en cuyo instituto, entre chicos, inició el
bachillerato, que concluiría en Madrid, licenciándose en Ciencias Naturales en
su Universidad Central. El 2 de enero de 1935 marca la fecha de su decisivo
encuentro con J. A. Gaya Nuño. Ambos se decantan a favor de la República y tras perder la
guerra incivil del 36, corrieron la desgraciada suerte de los vencidos:
depuración y marginación social. Concha impartirá clases particulares y en un
colegio de Castuera (Badajoz) para poder alimentar a su familia y auxiliar a su
marido preso. Con él compartió su destierro en Bilbao, su primer trabajo en
Madrid y su estancia en Barcelona al frente de las Galerías Layetanas, hasta
fijar su asentamiento definitivo en la capital de España. En la calle Ibiza, 23
estaba su piso-ermita de refugio, donde vivieron juntos y se amaron y desde
donde, como embajadores del arte español, partían a recorrer medio mundo, hasta
que murió Juan Antonio, el 6 de julio de 1976. Ella estuvo siempre en su
quehacer. Ya viuda, se preocupó de que con su legado bibliográfico y pictórico se
constituyera el Centro Cultural Gaya Nuño de Caja Soria, hoy Banco Ceiss de
Unicaja.
Concha
de Marco tenía personalidad propia. Agudeza de juicio y una indudable calidad
literaria que es preciso recalcar. Es una gran poeta un tanto olvidada. Su
producción de poemarios publicados alcanza el número de siete: Hora 0,5 (1966);
Diario de la mañana (1967); Acta de Identificación (1969); Congreso en Maldoror
(1970); Tarot (1972); Las Hilanderas (1973) y Una noche de invierno (1974). Son
libros caracterizados por una bien meditada estructura. Y se advierte en ellos
una clara evolución y experimentación en su afán poético. Quedan, además,
poemarios inéditos. Como Cantos del compañero muerto, a modo de collage en el
que entra todo: la lírica, la épica, la política… Su poesía es limpia,
transparente, de palabras precisas, aunque en ella se advierta un hondo palpitar
doloroso y metafísico. Una poetisa –así la llamó ella, despectivamente– dijo
que su poesía era científica y no le gustó nada. Su lírica es personal y
distinta, pues su inspiración sorbe, además de en los clásicos españoles a los
que reconoce y no niega, en otras fuentes de poetas extranjeros. De ahí su
toque de originalidad. La poesía
significa para ella un compromiso absoluto con las condiciones de vida humana
en todas sus manifestaciones. Como narradora escribió algunos cuentos en
revistas y unas memorias inéditas, como traductora trasvasó al español
interesantes monografías de arte y como ensayista publicó La mujer española en
el romanticismo (1969). Es también coautora de una Guía de Soria (1970).
Trabajadora incansable, gustaba de la música
clásica y era compañera de la noche y sus fantasmas. Respecto al arte, se
confesaba autodidacta: “Por lo visto soy autodidacta. ¿Qué pasa? “Sin
despreciar lo extranjero” siempre estudié por libre. Soy huérfana, mi Preceptor
ha sido, y es, la Vida ;
mi Profesor, yo misma, y mi Maestro, lo Sobrenatural.” Concha de Marco murió en Madrid, el 19 de
octubre de 1989. Siempre reivindicó
la igualdad entre hombres y mujeres, advirtiendo que estas han quedado
excluidas de la historia de la literatura ya “que no tienen generación”. Tal
ocurrió con “las sin sombrero”. El espíritu de rebeldía, su afán de
independencia, la altura de sus principios, la honestidad de su comportamiento
y la valentía que demostró al enfrentar su destino son las virtudes que de ella
debemos conservar, toda vez que forman la veta más noble y hermosa de la fuerte
personalidad de Concha de Marco.
José María Martínez Laseca*
(18 de mayo de 2016)
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*Es autor del libro “Concha de Marco en
carne y verso (Soria, 1916-Madrid, 1989)”, que ha editado este año el
Ayuntamiento de Soria.
sábado, 30 de abril de 2016
Responso por Juan José Peracho Soria
Desde
que comenzamos, el año 2013, él, ataviado con su capa castellana y su negra boina,
siempre acudió puntual a “La
Saturiada ”. Nunca supe muy bien si era arévaco o pelendón.
Celtíbero, en cualquier caso. De Rioseco de Soria y de mi quinta del 55. Grandote
de armario, con otro tanto de alma en su interior. Y cierta ingenuidad de niño.
Cual Moncayo, lucía nevada la cumbre. Y barba cana. Vivarachos sus ojos de
gorrión, y la mirada atenta. Amplias sus manos, más de mecánico que de
mecanógrafo. Los labios de su boca: un mechero dispuesto a prender presto el fuego
a la yesca de la conversación.
Era él quien nos traía las llaves de
la ermita. Esas llaves antiguas, enormes, ya de museo etnográfico, de las que otrora
abrieran la puerta a las bodegas subterráneas del vino. Las llaves que nos
sirven, junto con el sayal y la capilla del santo Saturio, para darle al
santero, en el inicio del ceremonial, posesión de su ermita.
Fue Juan José Peracho para mí río
Guadiana. Aparecía y desaparecía, con cierta intermitencia. Cuando coincidíamos,
nos tomábamos un café con leche, fuera en el bar Félix o en la Casa Apolonia de la
plaza de Herradores. Con sacarina, por supuesto. Porque éramos los dos “der
Betis” como solía repetir con ironía.
La antepenúltima ocasión en que nos
vimos, charlamos de temas generales. Pero, sobre todo, de literatura. Pues
Peracho sentía la escritura como necesidad, como fundamento de la realidad,
mezclando fantasía y verdad. Yo le conté el reciente fallecimiento en Granada
del escritor de Ólvega Manuel Villar Raso, al que ambos admirábamos. Él me
sustituyó en la presentación de su última novela “Las señoras del Paraná”, aquí,
precisamente, en este Casino Amistad-Numancia. Y ello le dio pie para decirme
de su pasión por África, la que plasmó en su primer libro “Soria-Sáhara”, tras
viajar al desierto. Y me dio la primicia de que “Las Españas perdidas” del
olvegueño, que trata de los moriscos expulsados de España en el siglo XVI, le
habían dado pié a una nueva empresa narrativa. También me habló, con orgullo,
de sus hijos y, con preocupación, de su inestable situación laboral a sus 61
años.
En la que sería la penúltima, nos
habíamos citado un martes, previamente a su encuentro semanal con el club de
lectura del Casino. Otro café en la barra del bar. Volvimos a repasar la
actualidad soriana. Y buscamos, sin éxito, por los quioscos “El día de Soria”,
el nuevo periódico en el que él había escrito la columna de la contraportada.
Ya la última vez fue cuando,
reclamados por la TV
local, acudimos algunos de los hermanos a la cueva rupestre de San Saturio a
simular La Saturiada. Yo
regresé con él a la ciudad, montados en su Rocinante todoterreno.
Que no hubo tiempo para más. Aquel fatídico
lunes 4 de abril, cuando entré en la librería Las Heras, César Millán me soltó
a bocajarro la mala nueva: ha muerto Peracho. Me costó digerir ese mal trago.
En mi habitual paseo de la tarde pasé por La Barriada y en la calle
Teruel vi su Land Rover-Rocinante aparcado. Veloces, pasaron por mi memoria las
imágenes de la película compartida. Y llegué a la conclusión de que Peracho era
un buen tipo. Por esa humanidad que transpiraba. Y recordé su insistencia en
que el pintor Ignacio del Río Chicote hiciera el cartel de La Saturiada 2016 con el
mismo formato del año anterior, porque él se había esmerado en montar un
soporte de madera para exhibirlo durante el desfile callejero. Tanto todo para
nada. Para marcharse después sin avisar y dejarnos a la Hermandad del Santero en
la estacada.
Debo decir aquí que Peracho se
mostraba entonces bastante ilusionado con la reedición de su libro “Numancia.
El día que no vinieron las golondrinas…”, de cuando se cambió el calendario que
rige nuestras vidas. Incomprensiblemente reventó su corazón y los mecánicos
galenos no pudieron reparar ese motor que impulsa el flujo vivificante de la
sangre por el circuito cerrado de las venas. Y se nos derrumbó su corpulento edificio
para siempre.
Solo
se canta, dicen, lo perdido. Solo la ruina es novelable. Aunque yo pienso que,
al igual que sucede con el amor, en esa relación entre escritor y lector todo debiera
estar consentido, tendente a fin tan bello como es el de extraer el elixir de
la verdad destilando las mentiras.
La gente normal acostumbra a
morirse. En nuestra sociedad capitalista y de consumo son de uso corriente las
dos sucias monedas de la traición y del olvido. De ahí que nosotros hoy vengamos
a lo nuestro, ya que la vida sigue, para no traicionar ese espíritu lúdico y
vitalista que te caracterizaba. También te recordaremos al releer tus libros,
para que así nunca te nos mueras del todo.
Con nosotros compartías que “una
sociedad que ama la lectura y, por extensión, ama la cultura, es una sociedad
fuerte, sobre la cual puedes construir. Es una sociedad mejor, más empática y
más justa, más humana y sensible”.
Porque tú, Juan José Peracho Soria,
como escritor que eras, gustabas de la lectura. Pues, como dice Antonio Lucas,
“un hombre que lee es un sujeto mejor acabado”. El gran Jorge Luis Borges
imaginó que el paraíso sería alguna especie de biblioteca. Tal vez por aquello
de la lectura infinita.
De ser eso así, todos los miembros
de la Hermandad
del Santero estamos bien seguros de que tú habrás ido a parar a ese cielo.
Que no te olvidamos. Te queremos,
Peracho. Porque hoy, como siempre, habrá tiempo de primavera suficiente para
que vuelva a florecer en nuestros corazones esa rosa tan hermosa de la buena
amistad.
(He terminado de escribir estas
letras, en mi casa de Soria, la mañana de hoy, 23 de abril, día del libro, 400
años después de la muerte de Cervantes y Shakespeare, fiesta, también, de
Castilla y León. Cuando se cumple ya la cuarta edición de nuestra Saturiada. La Saturiada-2016 o el
día que no vino Peracho).
José
María Martínez Laseca
(“La Saturiada ”, 23 de abril
de 2016)
De lo incierto de un sueño, hacia la luz
La vida no observada, no examinada, no
vale la pena vivirla, porque no es vida. SÓCRATES
1.-El
hallazgo imprevisto. Todavía no he llegado a saber si fue sueño o verdad. Yo
iba caminando por una playa innominada, justo al borde del agua. Sabido es que
experimentamos allí donde tenemos puesta nuestra atención. Somos lo que
pensamos y lo que recordamos. Sin pensamiento y sin memoria dejamos de ser
personas. Como el mar, nuestros recuerdos se acercan y se van en revuelto
oleaje. Absorto en estas cavilaciones, uno de mis pies descalzos tropezó con un
objeto semienterrado en la arena. Descubrí una botella, retenida en el tiempo, conteniendo
un mensaje para quien, como yo, en algún momento y fruto de la casualidad, pudiera
encontrarla. Este era su enigmático texto:
“Él es verdaderamente un hombre de ninguna parte, /
sentado en su tierra de ninguna parte, / haciendo todos sus planes de ninguna
parte, para nadie. / No tiene un punto de vista, / no sabe a dónde va, / ¿no es
un poco como tú y yo? /(…) / Está completamente ciego, / sólo ve lo que quiere
ver…”.
Y pensé en un desesperado náufrago
que, desde no se sabe dónde, lanzaba su S.O.S.
2.-En
un valle de sombras. Tardé poco en saber que se trataba del fragmento de
una canción de Los Beatles (décadas 60 y 70) titulada NOWHERE MAN
(HOMBRE DE NINGUNA PARTE). La compuso
John Lennon (Liverpool, Inglaterra, 1940-Nueva York, EEUU, 1980), a sus 25
años, en un momento en el que a la banda se le exigía nuevo material para el LP
Rubber soul, que se iba a lanzar en la navidad de 1965. Constataba un
gran giro en sentido filosófico. Hasta entonces, Los Beatles interpretaban
sobre todo canciones de amor, centradas en las muchachas y los sentimientos que
estas les suscitaban. Corría el periodo 1962-1965 llamado “Beatlemanía”. Al
escuchar "Nowhere man", mis oídos me trasladaron la rara sensación de
ser alguien, solo en el inmenso océano, yendo a la deriva. Tratados filosóficos
fijaban al hombre contemporáneo en un desasosiego existencial. Como un ser
desorientado, conformista, falto de identidad, desarraigado... Muy bien supo
captarlo Lennon hace 50 años. Y cabría preguntarse si aquella reflexión de
entonces sigue vigente en la actualidad. Si acaso el hombre de hoy ya no es un
ser alienado, pues “sabe a dónde va”, “tiene un punto de vista” propio, ve más
allá de “lo que quiere ver”, no ha vuelto a hacer sus “planes para nadie” y ha
dejado de ser alguien de “ninguna parte”, puesto que también ha cambiado “un
poco como tú y yo”.
3.-Un fulgor de esperanza. En el
documental “La sal de la tierra” (2014), que gira en torno a la obra del
fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, se sostiene la tesis de que el mal comportamiento
humano en muchas de sus facetas: conflictos internacionales, hambrunas, éxodos,
masacres, sequías, etc., se antoja incorregible. Asimismo, la representación teatral “El rinoceronte”
(1959) de Eugène Ionesco trata del poder de las muchedumbres que ofrecen
tranquilidad y seguridad, comodidad e integración, frente al pensamiento diferente.
Partiendo de tales premisas te preguntas: ¿cómo puedes creer en la esperanza? A
lo que tú mismo te contestas: ¡mira lo que te rodea, no puedes creer en otra
cosa! (Porque necesitamos / alas de mariposas / para poder viajar / de nuestros
angustiados corazones / a la felicidad y la alegría).
John Lennon,
de otra parte, en su composición IMAGINE (1971) condensa lo mejor de su poética,
con lo que se ha convertido en un himno universal de justicia política, donde
el goce y los sentimientos individuales puedan tornarse colectivos. Es su sueño
utópico por construir un mundo mejor. Y todos nosotros debiéramos acompañar tan
hermoso deseo, cantando a coro esta excelsa canción, para, así, hacerlo
realidad.
José María
Martínez Laseca
(“El
expectador expectado”, Palacio de la Audiencia de Soria, enero 2016)
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