miércoles, 21 de diciembre de 2016

Representación teatral

            (Día 1 de noviembre de 1841. Por la mañana temprano. Han pasado más de 8 meses desde la anterior conversación mantenida entre Don Armando y Don Fernando. Ahora se vuelven a encontrar de nuevo. Como si estuvieran en plena calle, frente al edificio de la Diputación Provincial)

Fernando: ¡Buenos días, don Armando! ¡Cuánto me alegro de volver a encontrarle de nuevo. Más de ocho meses han transcurrido desde la última del pasado 15 de febrero!

Armando: Y que lo diga Vd., don Fernando. La Gaceta de Madrid, nos dio aquel día un alegrón, al publicar, el domingo 14, la Orden de la Regencia de 11 de febrero de 1841 por la que se creaba el primer Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Soria.

Fernando:¿Qué nuevas hay sobre el tema?, pues he estado en este tiempo ausente de la ciudad.

Armando: Poco se dice en la calle. Mas, algo he podido espigar yo en las páginas de “El Numantino”, al leer unos extractos de las actas de sesiones de la Diputación Provincial.

Fernando: ¡Ya ardo en ascuas por saberlo!

Armando: Fue el pasado 6 de julio cuando la Corporación discutió el proyecto para el establecimiento del deseado Instituto. Y, después de deducidas por el Señor Presidente y Diputados provinciales las razones y observaciones que cada uno tuvo por conveniente hacer, este se aprobó por unanimidad. Y se acordó trasladárselo al señor Jefe Político de la Provincia.

Fernando: ¡Cuente, cuente! ¿Qué le exponían en la comunicación?

Armando: Pues, que aún estando conformes con las pautas exigidas por la Dirección de Estudios, veían muy conveniente reparar en algún punto.

Fernando: ¿En qué cosas don Armando?

Armando: En aumentar el estudio del Francés, que es la lengua que hoy más se conoce en el mundo. Igual que la Geografía, necesaria para todas las carreras así de Ciencias Naturales como para la política y legislatura. Y también la Economía, ya que les vendrá muy bien a los alumnos que al salir del Instituto vayan a las Universidades superiores. 

Fernando: ¿Y dónde piensan plantear el Instituto?

Armando: En ese mismo edificio donde estaba el extinto Colegio Universidad de Osma, que se halla en un estado de solidez y comodidad tal cual puede exigirse para su subsistencia cómoda por más de 20 años.

Fernando: Mayor problema será el gasto. ¿De dónde sale el dinero?

Armando: La Diputación ha señalado las dotaciones de los profesores con arreglo a las circunstancias del País. Y ha entendido que muchos productos comunes de los pueblos (dehesas, montes, pastos, etc.), sin deslindar sus derechos, no podrían aplicarse de modo más filantrópico y útil que en levantar las cargas del Instituto.

Fernando: ¡Viento en popa, va todo, según lo que Vd. me cuenta!

Armando: (Como viniendo de lejos otro hombre irrumpirá en escena) Es cuanto sé. Pero espere, que veo se nos acerca Don Isidro María Martínez, a la sazón Secretario de nuestra Diputación. (Al pasar junto a su lado, lo reclama) ¡Por favor, un momento, don Isidro!

Isidro:  (Se acerca a los dos) ¡Muy buenos días señores! Díganme lo que desean, ya que llevo algo de prisa.

Armando: ¿Qué nos informara Vd. de cómo va el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Soria?

Isidro: En ello estoy. Hace un mes que se ha creado la Junta Directiva del referido Instituto para que se ocupe de reglamentarlo y de llevar las demás atribuciones. Se cuentan hasta 7 profesores para los 44 alumnos que se han matriculado. Y se ha propuesto a Don Blas Ranz Yagüe, teniente cura de Castilfrío, para ser su Director.  

Fernando: ¿Para cuándo la apertura del curso, que tanto se hace de rogar?

Isidro: Mañana. Mañana, 2 de noviembre, sin más tardanza, como publicara el Boletín Oficial de la Provincia del 27 de septiembre, se iniciarán las lecciones. A ello se deben mis prisas, a que tengo que ultimar unos pequeños detalles y cursar las últimas invitaciones.

Fernando: ¿Siendo el fomento de la Instrucción Pública una decidida iniciativa del Gobierno liberal progresista de Espartero, acudirá gente bastante importante?

Isidro: Así es, presidirán autoridades provinciales y locales. Ya han confirmado su asistencia el Jefe Superior Político de la Provincia y Presidente de la Diputación Miguel Antonio Camacho, el intendente Manuel de Valverde, el Comandante General Saturnino Albuín y el Alcalde de Soria, Eduardo Torres. Y entre otros muchos, como diputados provinciales y alcaldes de algunos pueblos, también asistirá una delegación de la Real Sociedad Económica Numantina con los señores Víctor Arnau, Modesto Capdet y Víctor Carrascosa.          

 Armando: Por tratarse de un Instituto estatal, ¿será acto tan solemne abierto a todos los públicos?

Isidro: En efecto, Vds. también pueden acudir si quieren, pues invitados ya están.

Fernando: Muchas gracias, don Isidro. Que allí nos hemos de ver. Pues digna es de presenciarse esa inauguración del curso escolar en el Instituto de las grandes esperanzas para Soria y su provincia.

Armando: Por supuesto. Será un gran día, sin duda. Y lo habrán de celebrar después otras generaciones venideras.

Isidro: Entonces, ¡Hasta mañana, señores!

Fernando y Armando: ¡Hasta mañana será! (Salen hacia un lado los dos y en dirección opuesta Isidro)   

                                                      Creado por: José María MARTÍNEZ LASECA


(Representado en la Diputación Provincial de Soria, el día 21 de diciembre de 2016, con motivo de la entrega de la Medalla de Oro de la Provincia al IES “Antonio Machado”)

La mejor herencia recibida

Presidente, diputados, autoridades, amigas y amigos:
            Se me pidió que hablara en este acto de entrega de la medalla de oro de la provincia de Soria al Instituto “Antonio Macho”, en tanto que promotor de la idea. Y lo hago gozoso y con emoción. Nunca podría hacerlo a sangre fría. Se trata del centro al que llegué de niño, en  1966, desde mi Almajano natal, para realizar por libre aquella prueba de ingreso que marcaría mi andadura.

            Al que torné, tras pasar por el “Pío Baroja” de Irún y el “Miguel de Unamuno” de Bilbao, en 1971, para hacer sexto de bachillerato y COU, en que me cambié de Ciencias a Letras.

            En el Machado fui primero alumno, (guardo grato recuerdo de docentes y de colegas de aula), y, desde 2006, profesor de Lengua Castellana y Literatura, hasta culminar un ciclo. También en él han estudiado mi mujer y mis dos hijas, que ahora son profesoras de Instituto. ¿Cómo no celebrarlo? Mucho le debo yo a ese viejo Instituto.  

            Forma parte indudable de tu vida, me diréis. Sí, pero todo el orgullo que yo siento debe hacerse extensivo a muchos de vosotros, que podríais contar historias similares. Cual agua del río Duero, varias generaciones se han sucedido a lo largo de sus 175 años cumplidos.

            Hablo de un Instituto histórico. Que ha supuesto la primera universidad para miles de sorianos. Del huésped del edificio barroco, que antes fuera convento de jesuitas. Que abrió sus clases en 1841. Cuando la regencia progresista de Espartero.

            Primero y único Instituto de Segunda Enseñanza de Soria durante 128 años. ¡Qué bien nos lo cuenta Concepción Jimeno Martínez en su magnífico libro! Para que ni uno solo dejara de inflamarse con el deseo del saber, decían. “Preparar al hombre en su primera edad para que llegue al apogeo de lo que un día debe ser en su posición social, es el fin y el objeto del Instituto público que vamos a levantar”. La educación como ascensor social.        
           
            Se escribió entonces y sigue vigente hoy día. Enseñanza pública de todos y para todos. Propiciando la igualdad de oportunidades mediante el proceso de enseñanza-aprendizaje. Porque prime el talento sobre la cuna. ¡Ay de la educación, tan denostada a veces como invocada en las proclamas políticas cual bálsamo de fierabrás! ¡Qué pronto se nos olvida que es un derecho fundamental!
             Hoy, aquí, se honra a nuestro querido Instituto. La sola mención de personalidades  que por él han pasado, con quien le presta su identidad a la cabeza, lo dotan de la máxima entidad cultural. Ello ya sería suficiente para hacerlo merecedor de la medalla concedida.

            Nuestro Instituto se hizo realidad debido a un trabajo en equipo. A la decidida apuesta de personas e instituciones que le dieron prioridad y supieron solventar las dificultades económicas. Desde el Jefe Político, Miguel Antonio Camacho, los principales Ayuntamientos de la provincia, y la Real Sociedad Económica Numantina de Amigos del País con su lema: “El ocioso para nadie es provechoso”. Pero siempre con la Diputación Provincial al frente.


            Buena lección, sin duda, la del éxito de lo comunitario, por la conjunción de esfuerzos. La de una Diputación que, lejos de ver en la educación un gasto más, la tiene por inversión necesaria para el porvenir de la provincia. Siempre ha estado ahí nuestra Diputación. Entonces con el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, y la Escuela Normal de Maestros, más tarde con el Colegio Universitario (CUS) o la Escuela de Enfermería y ahora continúa con la UNED.

  

            Somos hijos de una tierra dejada de la mano de Gobiernos y, lo que aún es peor, de las nuestras propias. “Nunca la gente de Soria hizo gran bulto en la historia”, reza el refrán. Pese a Numancia. Choca con que de nuestro paisano Julián Sanz del Río, dijera Giner de los Ríos: “le deben su verticalidad la mitad, por lo menos, de los españoles que andan hoy en dos pies”. Con que nuestros maestros fueran  reconocidos en todo el país. ¡Qué viene el soriano!, exclamaban al verlo llegar. ¡Lástima, la fuga de tantos cerebros de esta tierra tan generosa como necesitada!  
           
           
            Oro de ley es la educación. Para saber, saber hacer y ser personas. Mejores ciudadanos. Con capacidad de discernir. Honrar al histórico Instituto “Antonio Machado” es honrarnos a nosotros mismos. Bien lo sabían nuestros padres cuando entendieron que el mayor tesoro que podían dejarle a sus hijos era el del conocimiento: una buena educación.
           
           
            En consonancia con ello va esta medalla de oro otorgada por la Diputación Provincial al Instituto “Antonio Machado”. Por ser la historia viva de nuestra mejor herencia recibida. Muchas gracias Presidente y Diputados provinciales por entenderlo así. Por acordar por unanimidad que, en justicia, procedía.
             Y acabo ya. Con un deseo a modo de brindis: ¡Larga vida al Machado, compañeros! He dicho
José María Martínez Laseca

       (En Soria y en la Diputación Provincial, a 21 de diciembre de 2016)   

miércoles, 26 de octubre de 2016

Centenario de Camilo José Cela

Camilo José Cela  (El Padrón, La Coruña, 1916-Madrid, 2002). Escritor español galardonado, entre sus muchos premios, con el Príncipe de Asturias (1987) y el Cervantes (1995). Recibió el premio Nobel en 1989. Poliédrico en su quehacer, su abundante producción abarca todos los géneros literatios, de la novela al cuento, del libro de viajes a la crónica periodística o el diccionario comentado (Dic­cionario secreto, 3 vols., 1968) y, ocasionalmente, poesía (Pisando la dudosa luz del día, 1945, pero escrito en 1936, y Cancionero de la Alcarria), y teatro, e incluso el guión de cine. En 1956 fundó la revista “Papeles de Son Armadans”.
            La familia de Pascual Duarte (1942), es su primera y sorprendente novela y dada su fuerza dramática y la primaria brutalidad de la temática, individual e his­tórica, supuso la recuperación del relato de calidad tras la guerra civil; se la considera introductora de una corriente narrativa conocida como el “tremendismo”. Le siguen Pabellón de repo­so (1943), en la que se recrea el patético mundo de un sa­natorio, y Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944), actualización de la picaresca. La colmena (1951), es su obra maestra, no es individual sino colectiva y de ambiente urbano presenta unos pocos días de la vida del Madrid de 1942, a través de un extenso conjunto de personajes, movidos por el an­sia de satisfacer sus necesidades primarias. En su novela siguiente, Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), vuel­ve al relato en primera persona con el monólogo que representan las cartas que escribe a su hijo muerto. La catira (1955), por encargo del go­bierno venezolano, se desarrolla en aquel país sudamerica­no. En Tobogan de hambrientos (1962) se nos revela un alma colectiva, cuya suma de antihéroes muestra una parte de la sociedad que sufre las injusticias que otra genera. 
            Su segunda etapa como novelista arranca en 1969, con Vísperas, festividad y octava de San Camilo de 1936 en Madrid, desarrolla un constante monólo interior donde la capital volvía a ser protagonista, ahora en los primeros días de la rebelión militar. Segui­rían Oficio de tinieblas (1973), como catarsis que conlleva la confesión obsesiva, siendo a la vez un testimonio lúcido y desgarrador de una conciencia que asume el dolor de ser hombre; y Mazurca para dos muertos (1983) en un marco rural gallego y con una extensa galería de perso­najes, donde sigue latiendo el viejo trauma de la guerra civil y la poosguerra.  
            En una tercera etapa narrativa, como culminación de su experimentalisto continuo, se incluyen sus novelas Cristo versus Arizona (1988) un intenso monólogo que trota de las rememoraciones de un yo, protagonista de unos hechos y testigo de otros; El asesinato del perdedor (1994) en la que un joven víctima del rigor moral de un juez que lo hizo encarcelar por escándao pùblico, se suicida; La Cruz de San Andrés (1994) en cuyo relato secundario, mediante un monólogo delirante se cuenta una simbólica crucifixión y, finalmente, Madera de Boj (1992) considerado . un libro de aventuras, pasado por el heróico y confuso tamiz de la memoria.
            También destaca como escritor de libros de viajes, entre los que figuran su Viaje a la Alcarria (1948), Del Miño al Bidasoa (1952) o Viaje al Pi­rineo de Lérida (1965).  Y por sus numerosos relatos breves, ya sean cuentos o novelas cortas, con textos magistrales del tenor de Esas nubes que pasan (1945), El bonito cri­men del carabinero (1947), El gallego y su cuadrilla (1951), Baraja de invenciones (1953), El molino de viento (1956) o Garito de hospicianos (1963).

            Pese a su controvertida personalidad y las arremetidas de la crítica, toda su compleja obra po­see un denominador común: la maestría verbal, la audacia y el rigor, que la salvan in­cluso en los momentos débiles. Todo ello le hace figurar, por mérito propio, entre esos escogidos autores españoles del siglo XX que se seguirán leyendo en el futuro. En este año de 1916 se cumple, precisamente, el centenario de su nacimiento. 
José María Martínez Laseca

sábado, 13 de agosto de 2016

Mi homenaje a Concha de Marco en Expoesía-2016 (y 2)

En estas últimas fechas se está poniendo en valor la poesía femenina, con varias antologías publicadas como “Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX” (Visor) de Ana Merino y Raquel Lanseros; “20 con 20” (Huerta & Fierro) y “(Tras)lúcidas” (Bartleby Editores), que reivindican un nuevo canon distinto, sin silencios ni olvidos. (Y recuerdo que la conferencia de Jesús Munárriz trata sobre “Poesía de mujeres. Tres antologías decisivas”). Por eso vengo a resaltar que, cuando la literatura era solo cosa de hombres, y “Ello no quiere decir que las que ahora se dedican a la poesía hayan dejado de lado sus labores”, ya Concha de Marco reclamaba para ellas una mayor atención  en su ensayo reivindicativo “Poesía femenina española de este siglo”, por el s. XX, insertado en “Mar Poesía. Revista planetaria de poesía”, diciendo: “Hoy existen en España poetas femeninas con voz propia y varia”.  Corría febrero de 1969. Y sin pretender “condensar en tan escaso espacio una antología acabada de las poetas españolas actuales”,  insistiría con una nueva aportación en “Árbol de fuego”, nº 16, de marzo de 1969, “veinticinco años de poesía femenina española”.
            Concha de Marco,  se tenía por  “AUTODIDACTA –Por lo visto soy autodidacta. ¿Qué pasa? “Sin despreciar lo extranjero” siempre estudié por libre. Soy huérfana, mi Preceptor ha sido, y es, la Vida; mi Profesor, yo misma, y mi Maestro, lo Sobrenatural. Con el follón de la guerra me tuve que poner a trabajar (diferentes oficios), pero entre tornillo y tornillo, folio y folio, pañal y pañal, yo estudiaba y escribía poesía. La primera vez que pisé una Universidad no fue como alumna, sino como mujer de la limpieza; años más tarde, debuté como profesora. En la actualidad voy tirando gracias a una “Beca March”, que creo que no se las dan a todo el mundo –claro que yo no soy todo el mundo–.
            En la actualidad soy huérfana de padre y madre, viuda de Amistad, sostén de mí misma y encariñada con la gente. A pesar de estos golpes de fortuna, ya veréis por qué tengo buen talante: he dormido a las penas una a una y he dormido en el pecho de mi amante”.
            Puesto que se trata aquí de féminas poetas, leo su poema  MUJERES, escrito en 1975, con motivo del año internacional de la mujer, y que va de la vida que ellas llevan, de forma tan sufrida como callada, en sus muchos cometidos del día a día. Dice así:
“Vestales del hogar de recortadas alas / vuelo bajo y pálidas constelaciones no propicias / hechiceras y esclavas veinticinco horas / el peso de la vida a cuestas rutinaria / apresuradas abejas de miel ácida / suave nieve blanda y moldeable fugazmente / vosotras de todas las edades imprecisas / las que conmigo os cruzáis en el mercado / entre hortalizas lotería de los ciegos / reses descuartizadas sangrantes en el mármol / pescados muertos a su debido tiempo / en horizontes de cocina o humo / corazón animoso propiciando talentos / o ineptitudes vitalicias / con un continuo e interior esfuerzo / opacidad de incomprensión sin límites / el monedero bien asido en la mano / contando las vueltas sumergida en la persona de otros / escatimando el peso del ejercicio de la razón / y las esperas en las filas pardas para comprar / en un papel escrito pues la memoria es necia / el poema más prosaico y necesario / filetes gallos huesos para el caldo / codillo arroz patatas aceitunas naranjas / huevos tomates dentífrico papel higiénico / subiendo y bajando escaleras para un mejor precio / con olor a cebolla fresca recién arrancada / y los niños solos en casa / de prisa el tiempo corre / las aspirinas y tranquilizantes / el último no sirve la angustia no cesa / habrá llegado el cobrador de algo /habré cerrado o no la llave del gas / y llegará el del contador y no me encuentra / vestales de la aspiradora y las camisas sucias / más otras prendas interiores que no quiero nombrar / de los juegos de cama planchados en armarios / masas amorfas de inocencia tesoros de trapo / mantelerías de lagartera no usadas para diario / la cotidiana liturgia de mesa puesta / vino vasos cubiertos / el pan nuestro de cada día dánosle hoy / los platos sucios y la marabunta de la cocina / cubriendo todas las superficies / sartenes cazuelas desperdicios de grasa huesos / café con el televisor del vecino voceando anuncios comerciales / por fin mediada la tarde se derrumban en cualquier asiento / quedan traspuestas y sueñan vidas de privilegio / sueldos de doscientas mil pesetas / en la memoria de nunca / capitales chalés en la playa / casas con piscina mayordomo tres doncellas cocinera / baño de espuma y traje de noche para cenar / con invitados agradables algo que sus manos no han preparado / las uñas perfectas por sus pensamientos de humo / el vuelo rasante de unos pobres pájaros / ese cielo azul aceptado igualmente / que la prosperidad y el infortunio / gestantes y parturientas enfermeras siempre / no hay tiempo de nada pétalos de rosas caídas / planchando ordenando cosiendo / palomas sin alas a la deriva / y el polvo de las cosas / viento del verano suspiro del invierno / en las manos jabón y detergentes / quitando en oleadas visiones para el alma sometida / los dientes del peine arañando el dolor de cabeza / una gran rama seca entrechoca con otra en el aire / flores en la última ventana por la primavera / tiempo de secretas fantasías volcán apagado / de los sueños de no irás y ya has vuelto / cosméticos de colores para acariciar la cara / aún soñando con sus bodas la novia muerta / van rodando por el calendario de abrir y cerrar ventanas / de guardar mantas y limpiar cristales / almidonando manteles dulcemente en la barca varada / para las grandes fiestas familiares del año / en ese tiempo fabrica su mejor armadura / vestal y esclava de quienes lentamente succionan / secan el metal de su alma en su rueda de días / y ella callada siempre sonriente / a su muerta belleza añade más pintura / y es fiesta el día en que su pelo ceniciento / se vuelve rubio o negro con reflejos / parlotea como un niño perdido / sin motivo especial de vivir para sí / el dolor de los muertos olvidados / un día cualquiera el bulto de su carne / ajada por los partos crianzas y mortajas / de los difuntos familiares / de la altura derrúmbase / suelta su vuelo de campanas / muere como un soldado en su puesto / trinchera defensiva / de pie sin circunstancia excepcional / dejando abandonada la casa toda / los muertos en sus retratos / los vivos en su egoísmo / la lista de la compra el monedero / el calendario de liturgia cotidiana / agujas hilos botones y dedales / camisas sin planchar y calcetines rotos / y el polvo sobre el polvo sobre el polvo sobre el polvo / mutismo de orfandad aquel recinto memoria de su angustia / libérrima por fin de hábitos deberes y cansancios.”
            Dicho lo dicho, pienso que la poeta Concha de Marco bien se merece que en su Soria, donde nació hace 100 años, y siempre por ella tan querida y alabada, una calle, plaza o sitio público de la ciudad lleve puesto su nombre,  liberándola de ese modo del corrosivo olvido. Solo así se cumplirá la sabia profecía de que “pierde quien gana y gana el que es vencido”. Puesto que “Sin arrogancias la justicia vuelve / a enderezar el tiempo transcurrido.”

            Concha de Marco: vives en lo mucho que dejas. Vale.
José María Martínez Laseca
(11 de agosto de 2016) 

Mi homenaje a Concha de Marco en Expoesía-2016 (1)

“Un collar de doscientas pesadumbres / El  último refugio / Turno para morir / Las cadenas de humo / El último crepúsculo / Pacto secreto / La última conversación / Atravesando tigres / Las doscientas agujas del viento / Doscientas fotografías / Ceremonial en una celda / El pudor de la muerte / Las doscientas horas / Reloj de silencio / Doscientos horizontes / Dunas arenas vientos / Una gran águila oscura / Doscientas soledades / Doscientas estancias / Las últimas etapas / Doscientos sistemas de fuga / Nuestra medida de pesar / Años de desprecio.”

Rendimos, aquí, en la Feria del Libro EXPOESÍA, un merecido homenaje a Concha de Marco, con la que teníamos una gran deuda contraída. La que yo he venido, en parte, a subsanar con mi libro “Concha de Marco En Carne y Verso (Soria, 1916-Madrid, 1989)”. Precisamente en este año 2016, en que se cumple el centenario de su nacimiento. Pertenece, por ello, a la misma quinta literaria que el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, el poeta Blas de Otero y el narrador y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela.  Nació, Concha de Marco, el 23 de mayo de  1916, en plena plaza de Herradores de la ciudad de Soria, en la misma casa que habitaron antes, hacia 1860, los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano, como recuerda una placa en su fachada nueva. Y la misma a la que después, en 1919, llegaba, procedente de Tardelcuende, toda la familia Gaya Nuño. Si bien ella no coincidió allí con Juan Antonio,  quien a partir de de 1937 se convertiría en su esposo. La familia materna de Concha de Marco es de Soria, mientras que la paterna procedía de Valladolid.
            Concha de Marco vivió en Soria su infancia primera, ya que, contando tan solo cinco años, su  padre, funcionario, se trasladó a Figueras (Gerona). Estudió primero en el colegio de las monjas francesas y luego, casi sola entre chicos, en su instituto de segunda enseñanza cursó el bachillerato, que concluyó en Madrid, a donde esta vez se trasladó su padre. Y en la Universidad Central se licenciaría en Ciencias Naturales.
            La fecha del 2 de enero de 1936 marca su decisivo encuentro con Juan Antonio Gaya Nuño. Ambos se decantan a favor de la República, pero al perder la guerra incivil del 36, corrieron la desgraciada suerte de los vencidos: depuración y marginación social. Días de desprecio. En la dura posguerra, Concha dará clases en un colegio privado de Castuera (Badajoz) para poder alimentar a su familia y auxiliar a su marido preso. Allí tuvo otro amor. Tras la puesta en libertad de Juan Antonio, compartiría con él su destierro en Bilbao, su primer trabajo en Madrid,  y su estancia en Barcelona, al frente de las Galerías Layetanas, hasta fijar su definitivo asentamiento en la Capital de España. En la calle Ibiza, 23, estaba su piso-ermita de refugio frente a la intemperie, donde vivieron juntos y se amaron, rodeados de libros y de cuadros,  y desde donde, como embajadores del arte español, partirían a recorrer medio mundo, hasta que murió Juan Antonio, el 6 de julio de 1976.
            Ella estuvo siempre en su quehacer. Ya viuda, se preocupó de que con su legado bibliográfico y pictórico se constituyera el Centro Cultural Gaya Nuño de Caja Soria, hoy Banco Ceiss de Unicaja.
            Concha de Marco tenía personalidad propia. Agudeza de juicio y una indudable calidad literaria que es preciso recalcar. Es una gran poeta un tanto olvidada. Su producción de poemarios publicados alcanza el número de siete, más uno: “Hora 0,5” (1966); “Diario de la mañana” (1967); “Acta de      identificación” (1969); “Congreso en Maldoror” (1970); “Tarot ” (1972); “Las Hilanderas” (1973) y “Una noche de invierno” (1974). A ellos se añade ahora, en edición facsímil,  “Celda de Castigo” (2016), una celda en la que todos vivimos, puesto que en cita de Joyce: “Aquí viene todo el mundo”. Son libros caracterizados por una bien meditada estructura. Y se advierte en ellos una clara evolución y experimentación en su afán poético. Quedan más poemarios inéditos. Como sus “ Cantos del compañero muerto”, a modo de collage en el que entra todo: la lírica, la épica, la política…
            Su poesía es límpida, transparente, de palabras precisas, aunque en ella se advierta un hondo palpitar doloroso y metafísico. Una poetisa –así la llamó ella despectivamente, dijo que su poesía era científica  y no le gustó nada. Su lírica es personal y distinta, pues su inspiración sorbe, además de en los clásicos españoles a los que reconoce y no niega, en otras fuentes de poetas extranjeros. De ahí su toque de originalidad. La poesía significa para ella un compromiso absoluto con las condiciones de vida humana en todas sus manifestaciones. Como narradora escribió algunos cuentos en revistas y unas memorias inéditas; como traductora trasvasó al español interesantes monografías de arte y como ensayista publicó “La mujer española en el romanticismo” (1969). Es también coautora con Juan Antonio de una Guía de Soria (1970).
             Trabajadora incansable. Una poeta que tenía los pies en la tierra. Concha de Marco murió en Madrid, el 19 de octubre de 1989. Fue una activista del feminismo. Siempre reivindicó la igualdad entre hombres y mujeres, advirtiendo que estas han quedado excluidas de la historia de la literatura ya “que no tienen generación”. Tal ocurrió con “las sin sombrero”.
            Siempre estuvo comprometida con la causa de la libertad y la democracia,  frente a la resignación y la hipocresía imperantes. Su espíritu de rebeldía, su afán de independencia, la altura de sus principios, la honestidad de su comportamiento y la valentía que demostró al enfrentar su destino son las virtudes que de ella debemos conservar, toda vez que forman la veta más noble y hermosa de la fuerte personalidad de Concha de Marco.
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            “Yo solo me ocupo -confesaba Concha- de evitar a mi marido toda clase de molestias domésticas para que pueda trabajar a gusto, (es historiador y crítico de arte), es decir, me encargo de la casa. Mi sola dedicación intelectual es la poesía ( y naturalmente la lectura y la música)”.

            En una carta a Roger Noël-Mayer, poeta y traductor francés, difusor de la poesía española, le expresa: “¿Cómo vamos a pagar los poetas españoles este tan importante y gran regalo que nos haces, que nos estás haciendo con tu dedicación continuada? (…)    Dices que somos el orgullo de España, ay, España solo se siente orgullosa de sus futbolistas o de sus rameras. Aquí no interesa la cultura más que a unos pocos y ese pequeño mundo, llamémosle élite está lleno de oportunistas, de gentes que se venden y que compran famas, por dinero, por favores. Creo que en cualquier parte del mundo sucederá lo mismo, pero aquí en España es más intenso, más virulento, la envidia es más envidia, la injusticia es mayor, y si eres mujer, no digo nada. El machismo ibérico quiere relegarnos únicamente al gineceo. ¡Cómo van a tolerar los poetas que una mujer tenga más garra que ellos! O te toman a chunga, o te ignoran. Y creen que eso vale para borrarnos del mapa.”
José María Martínez Laseca
(10 de agosto de 2016)

sábado, 2 de julio de 2016

Las fiestas de las Calderas en la Soria de mitad del siglo XIX ( y 2)

En esta segunda entrega sobre “Las Fiestas de las Calderas” (Soria, 1859) del escritor soriano Jose Benito Ortega se nos describen las jornadas festivas del Domingo y del Lunes. En el caso del Domingo de Calderas se desarrolla por extenso la celebración de Las Calderas de madrugada en los jardines de la Dehesa, así como la prueba de las mismas por las Autoridades. Tras ello, almuerzos y bailes. Culminan los días festivos de San Juan con la celebración, el lunes por la tarde, de las Bailas y meriendas en la pradera de San Polo.
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Domingo al amanecer / está el Espolón poblado / de bellas, que han madrugado / todas con el mismo fin. / El de ser vistas y ver / las calderas y los bollos, / y los gallos y los pollos… / que ha de haber en el festín. / Es de ver el oscilar / de miriñaques pomposos / bajo vestidos sedosos / de cachemir o Pekín, / De moaré o de gró, y pasar / sus portadoras amenas / envidia a las azucenas / y celos dando al jazmín. / El aroma de las flores, / el perfume de las rosas, / la gracia de las hermosas / con rostros de serafín. / Los agradables rumores / de las brisas deliciosas / jugueteando en las frondosas / enramadas del jardín. / El conjunto encantador / de la Soriana que al paso / nos muestran su faz de raso / y sus labios de carmín. / El lujo y el esplendor / de tanta y tanta hermosura… / la gloria en abreviatura, / o el cielo en la tierra en fin. / Hasta que a la reunión / las calderas van llegando / y por su turno formando / de la dehesa en el confín. / Allí, con la comisión / nombrada por la ciudad, / las cata la Autoridad / y se reparte el botín. / Y cada cual se prepara / a comerse su ración / no lejos del Espolón, / con trinchante o con cuchara. / Recostándose a la sombra / de los olmos o castaños /sin más asientos ni escaños / que la fresca verde alfombra. / Y allí cada cual almuerza / con sus varios conocidos / echando tragos cumplidos / cada vez con doble fuerza. / Y al son de la gaita rara / o de la dulzaina tosca / entre el ruido y la algazara. / Sin pensar más que en mascar, / en solazarse, en reír, / en comer, en engullir, / en beber mucho y tragar. / Saltando de corro en corro / dando y recibiendo vino, / jamón, gallina, tocino / y algún suculento morro. / No hay odio allí ni rencor, / se olvida la enemistad / no hay más que fraternidad / entre plebeyo y señor. / No hay rango ni distinciones, / allí… todos son iguales / desde el que cobra jornales / hasta el que gasta millones. / Cada cual procura dar / y recibir municiones / de boca… y sin aprensiones / y sin descanso… libar.
            Y después de bien repleto / y después de bien bebido / de las gaitas al sonido / bailar un fandango neto. / Una jota aragonesa, / una galop… infernal / una polka sin igual, / que por lo íntima… interesa. / Un rigodón, un mambrú… / una extraña mezcolanza / de vals y de contradanza / de jaleo y padedú. / Un variado potpurrí / de boleras malagueñas, / manchegas o madrileñas / y de muñeiras de Tuy. / Una danza, en conclusión, / vertiginosa y ardiente, / el marrasquino y el rom. / Y si cuando ya te inflamas / con el sol y los licores, / mil rayos abrasadores / te lanzan las bellas damas. / Con sus ojos; que al mirar / nos sulfuran y electrizan… / y el corazón carbonizan / sin poderlo remediar. / Con sus ojos hechiceros / árabes… pero españoles / que queman, más que cien soles. / Tendrás pues que sucumbir / sufriendo sin remisión / espontánea combustión!!! / y… abrasado en fin, morir. / Pero morir de placer / sin dolor y sin disgusto: / una muerte en fin, a gusto / y a manos de la mujer… / ¡Oh! ¡Quien quitarse pudiera / catorce o quince veranos / y morir de gozo a manos / de una Soriana hechicera… / Sin dolor, sin aflicción, / sin… canas, sin desengaños, / y sobre todo sin… años / que marchitan la ilusión! / ¡Cuántas veces mi pasado / olvido… y me creo hoy / como ayer, más solo soy / cadáver galvanizado! / ¡Solo dura mi entusiasmo / ocho segundos o diez, / para volver otra vez / a caer en el marasmo! / Pero ¿para qué vendrán / aquí tontas digresiones? / volvamos a las funciones / de las fiestas de San Juan.     Cuando ya el calor avanza / vamos a la procesión, / que de las gaitas al son / ya también en son de danza. / Y después de pasar lista / el Ilustre Ayuntamiento / a los Santos, cual sargento / antes de ir a la revista. / En el templo del Decano / príncipe de los apóstoles / con sus órganos de móstoles / o sus gaitas a la mano. / Salen los Santos bailando / mil equis haciendo y eses / y al compás de mil traspieses / sus coronas balanceando. / Como queriendo decir / que  quieren participar / de aquel afán de saltar / y de aquel ir y venir. / Lo que prueba que ya todos / los que los conducen, van / a medios pelos o están / alegres de varios modos. / Y como tras la alegría / viene la risa también / todas las caras se ven / risueñas en demasía. / Y sin que cese la risa / en medio del Espolón / se concluye la función / en la Soledad con misa. / Y vuelven en dispersión / todos los Santos corriendo, / del tamboril al estruendo / y de las gaitas al son. / Y todo esto sin haber / disensiones ni quisquillas, / ni disputas ni rencillas / que puedan comprometer. / Esto solo pasa en Soria / heredera de Numancia, / que a su valor y arrogancia / agrega esta nueva gloria. / En Santa Bárbara luego, / por la tarde se prepara / otra vez la danza rara; / aquella danza de fuego!!! / Y despachan las cuadrillas / otra vez sendas meriendas, / y otra vez se hacen ofrendas / al Dios Baco de rodillas. / Empinando bien el codo, / y mirando a las estrellas / y apuran de las botellas / hasta vaciarlas del todo. / Y se destripa la bota / y se estrujan los pellejos / de mostos buenos y añejos, / hasta que no queda gota. / Y la Soriana que hechiza / anda o baila en las praderas / hasta que de las Calderas / el Domingo finaliza. / Pero no se acaba el fuego / y el entusiasmo que inspiran / aquellos ojos que miran / y nos hacen ascuas fuego.
            /Y en San Polo se repite / al otro día la danza / y se repleta la panza / y… el seso allí se derrite… / Al influjo y al ardor / de miradas voluptuosas / que nos lanzan las hermosas / de la luna al resplandor. / Y después… nos retiramos / de entusiasmo poseídos / y al quedarnos ya dormidos, / con las… Calderas soñamos. /¡Fiesta de mágico encanto / que muestras al mundo entero / que aquí en Soria, junto al Duero / hay placeres sin quebranto! / ¡Mi deseo el más ardiente / es que durases siquiera / hasta que el mundo se hundiera / perpetua y constantemente! / Así los sueños dorados / de unión y fraternidad / de libertad e igualdad, / se verían realizados. / Y al ejemplo, excepcional, / la España tradicional, / se mostraría dispuesta. / A solemnizar de veras / en cualquier villa o ciudad / y en bien de la humanidad / LA FIESTA DE LAS CALDERAS.
José María Martínez Laseca
(3 de julio de 2016)                   

Las fiestas de las Calderas en la Soria de mitad del siglo XIX (1)

Muy poco sabemos del escritor soriano JOSÉ BENITO ORTEGA. En un conciso apunte, en “Noticiero de Soria” de 3 de agosto de 1892, pág. 2, se nos dice que manejó la espada y la pluma en sus mocedades, y que cultivó la poesía. Que, tras largos años de azarosa y precaria existencia murió en Madrid, tras haberse autobiografiado en un librito que dio a luz en verso con el título “Mi vida y mi traje”.
            El texto de Jose Benito Ortega sobre “Las Fiestas de las Calderas” (Soria, 1859), que copiamos aquí, suma un total de 111 redondillas o estrofas de arte menor de cuatro versos (abba). En su lectura podemos apreciar una interesante descripción de nuestras Fiestas de San Juan de hace 157 años. De ahí que se aprecien algunas diferencias con lo que acontece en nuestros días. En esta primera entrega se nos refiere lo que acontece en las jornadas del Jueves La Saca, Viernes de Toros y Sábado Agés. Como vemos, entonces se acometía el toro enmaromado por las calles.  
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Hay fiestas tan populares / en la española Nación, / de tan grande animación / y encantos tan singulares. / Que son en su especie, solas, / únicas, extraordinarias, / indefinibles y varias / y en fin, fiestas españolas. / Fiestas de Júbilo henchidas, / de gozo y placeres tales, / que no se verán iguales / en las tierras conocidas. / Originales y raras, / extrañas, indescriptibles, / en donde los imposibles / se realizan a las claras. / En donde por tradición / o por antigua costumbre, / con profana muchedumbre / se mezcla la religión. / Pero en cuyas fiestas bellas, / los sencillos castellanos / se divierten como hermanos / sin rencillas ni querellas. / Donde el noble y el villano / la plebe y la aristocracia / se hermanan con mucha gracia / y están juntos mano a mano.  
            Muchas ya de la memoria / del pueblo se van borrando, / otras se van perpetuando, / como las fiestas de Soria. / Estas fiestas placenteras, / que se esperan con afán, / son las Fiestas de San Juan / o fiestas de las Calderas. / Con esos títulos dos / se designan vulgarmente; / pero hablando propiamente, / son de la Madre de Dios. / A ella deben su completa, / su celebridad famosa / que torna en verdad hermosa / los ensueños del poeta. / Voy a ver si puedo yo / estas fiestas bosquejar / o a grandes rasgos trazar / aunque me temo que no. 
            Al lado de los bridones, / y de corceles briosos / y de carruajes vistosos, / y de jamelgos trotones. / El jueves en coche o jaca / cuando va el alba a puntar, / ir al monte a presenciar / de los novillos la saca; / Y el almuerzo suculento / con libaciones frecuentes… / entre las damas valientes / que rebosan de contento. / Y, al continuo daca y toma / de bebestibles que encienden… / las chispas… que se desprenden / de aquella báquica broma. / Y los múltiples avances / a las infinitas botas / y las mil botellas rotas / y muchos otros percances. / Y el venir tras de los toros / entre un aluvión de gentes / con muchas turcas… decentes / de Cariñena y de Moros. / Con varios lobos extraños… / pero lobos de dos pies, / que se transforman después / en cubas como otros años. / Y aquella emoción sin tasa / del placer, que aumenta y crece, / y todo lo que acontece, / y todo lo que allí pasa. / Ni pintar ni describir / creo que posible sea; / para formarse una idea / es preciso al monte ir: / Estar en Valhonsadero / al principiar la función, / y acabar la diversión / en San Polo junto al Duero.  
            Pero entremos en la plaza, / donde miles de bellezas, / entre miles de cabezas, / ostentan su linda raza. / Esa raza Caucasiana / o de la falda de Ida / mezclada y embellecida / con la árabe y romana; / Tipo de lo bello en Asia, / de lo más bello del mundo / desde el Eúfrates profundo / hasta Georgia y Circasia. / Desde donde nace el Don / hasta donde el Tajo muere / que puede ver quien quisiere / en la Ibérica nación. / Donde hay bellas de Sevilla / de Vizcaya, de Plasencia, / de Cataluña y Valencia, / de Aragón y de Castilla. / Pero ¿a qué fin una historia / de las bellas he de hacer? / todo el que las quiera ver / que venga en San Juan a Soria. / Y nosotros que ya estamos / de la plaza en los tendidos / o en los palcos embutidos / las funciones describamos.  
            Toros y novillos, son / jueves y viernes lidiados / por varios aficionados / de valor y corazón. / Que en el redondel los ves / presentar al toro el busto / por afición y por gusto / y sin ningún interés. / Afrentando a los toreros / ajustados en cuadrilla / que a la coronada villa / se nos llevan los dineros. / Por poner con poca gracia / las banderillas de fuego / y hacer con la capa luego / varias suertes con desgracia. / Por vestirse de trapajos / del Rastro o del Avapies / con los que salen después / encopetados y majos. / Haciendo fachenda y gala / del tauromáquico arte / y diciendo en cualquier parte / que están en primera escala. / Pero en cuanto al bicho vivo / del chiquero lo han soltado, / escapan como el venado, / a tomar pronto el olivo. / Porque como tienen asco / a los hijos de las vacas / de las vallas no los sacas / por no dar sin duda un chasco. / Pues no son más que unos chulos / que lucen cintas y moñas / como lucen las gazmoñas / y el toro sus cachirulos. / Toreando, en conclusión, / con torpeza y con canguelo / midiendo a veces el suelo / y sacando algún rasgón. / Concluida ya la lid / se encaminan los toreros, / con sus pellejos enteros / o rotos hacia Madrid. / Y otra vez en Maravillas / la tauromaquia ensayando / se van luego acostumbrando / a romperse las costillas.
            El sábado enmaromados / van los novillos corriendo / por las calles ofreciendo / algunos lances variados. / Tropezones y alaridos, / caídas y risotadas, / corridas aceleradas / cabe los toros transidos. / Qué furiosos se revuelven / cuando hierro se les clava, / y echando espumosa baba / pasan, vienen, van y vuelven. / Hasta que algún cachetero / ejerciendo bien su oficio / les hace el grande servicio / de dar el golpe certero. / Así acaba aquel sangriento / suplicio de toros bravos / destrozados por los clavos / y rejonazos sin cuento. / Después hechos varios trozos, / son en caladera guisados, / con otros mil agregados / por la cuadrilla y sus mozos. / Y luego calles cruzando / en la noche de ese día / la gente con alegría / va los Santos visitando. / Que se ostentan adornados / de flores, rosas y cintas / en sus cuadrillas distintas / en casa de los jurados. / Allí la gente bailar / ves con un ardor febril / y la gaita y tamboril / sin tregua alguna sonar. / Y a pesar de aquel bullicio, / y a pesar de las oleadas, / del barullo y las pisadas / de gente de poco juicio. / No se percibe una queja, / ninguna reyerta ves; / hay desorden… pero es / el que al orden se asemeja.
José María Martínez Laseca
(2 de julio de 2016)       

viernes, 27 de mayo de 2016

NORUEGA



                                          Naturaleza en todo su esplendor.
                                          Otra tierra, otro cielo y otra luz.
                                          Relatos de vikingos y de trolls
                                          Ululan por sus fiordos y sus bosques.
                                          Elevadas montañas, nieve eterna,
                                          Glaciares de belleza sin igual
                                          Allí, el viajero errante encontrará.
                                                                   
                                                                       José María Martínez Laseca

                                                                                             (Mayo, 2016)

miércoles, 18 de mayo de 2016

Concha de Marco (1916-1989): un espíritu rebelde

Este año se celebra el centenerario del nacimiento de Concepción Gutiérrez de Marco, literariamente conocida por Concha de Marco: narradora, traductora y ensayista, pero, ante todo, poeta. De la quinta del dramaturgo Antonio Buero Vallejo, el poeta Blas de Otero y el narrador y premio Nobel, Camilo José Cela. Nació el 23 de mayo de 1916 en la misma casa de la plaza de Herradores de Soria que habitaron antes, en 1860, los hermanos Bécquer y en la que después, en 1919, lo hizo quien en 1937 se convertiría en su inseparable compañero, el conocido escritor –historiador y crítico de arte– Juan Antonio Gaya Nuño (Tardelcuende (Soria), 1913-Madrid, 1976). Su familia materna es soriana, mientras que la paterna es de Valladolid.
            Concha de Marco vivió en la ciudad de Soria su primera infancia y con solo 5 años se trasladó a Figueras (Gerona) en cuyo instituto, entre chicos, inició el bachillerato, que concluiría en Madrid, licenciándose en Ciencias Naturales en su Universidad Central. El 2 de enero de 1935 marca la fecha de su decisivo encuentro con J. A. Gaya Nuño. Ambos se decantan a favor de la República y tras perder la guerra incivil del 36, corrieron la desgraciada suerte de los vencidos: depuración y marginación social. Concha impartirá clases particulares y en un colegio de Castuera (Badajoz) para poder alimentar a su familia y auxiliar a su marido preso. Con él compartió su destierro en Bilbao, su primer trabajo en Madrid y su estancia en Barcelona al frente de las Galerías Layetanas, hasta fijar su asentamiento definitivo en la capital de España. En la calle Ibiza, 23 estaba su piso-ermita de refugio, donde vivieron juntos y se amaron y desde donde, como embajadores del arte español, partían a recorrer medio mundo, hasta que murió Juan Antonio, el 6 de julio de 1976. Ella estuvo siempre en su quehacer. Ya viuda, se preocupó de que con su legado bibliográfico y pictórico se constituyera el Centro Cultural Gaya Nuño de Caja Soria, hoy Banco Ceiss de Unicaja.
            Concha de Marco tenía personalidad propia. Agudeza de juicio y una indudable calidad literaria que es preciso recalcar. Es una gran poeta un tanto olvidada. Su producción de poemarios publicados alcanza el número de siete: Hora 0,5 (1966); Diario de la mañana (1967); Acta de Identificación (1969); Congreso en Maldoror (1970); Tarot (1972); Las Hilanderas (1973) y Una noche de invierno (1974). Son libros caracterizados por una bien meditada estructura. Y se advierte en ellos una clara evolución y experimentación en su afán poético. Quedan, además, poemarios inéditos. Como Cantos del compañero muerto, a modo de collage en el que entra todo: la lírica, la épica, la política… Su poesía es limpia, transparente, de palabras precisas, aunque en ella se advierta un hondo palpitar doloroso y metafísico. Una poetisa –así la llamó ella, despectivamente– dijo que su poesía era científica y no le gustó nada. Su lírica es personal y distinta, pues su inspiración sorbe, además de en los clásicos españoles a los que reconoce y no niega, en otras fuentes de poetas extranjeros. De ahí su toque de originalidad. La poesía significa para ella un compromiso absoluto con las condiciones de vida humana en todas sus manifestaciones. Como narradora escribió algunos cuentos en revistas y unas memorias inéditas, como traductora trasvasó al español interesantes monografías de arte y como ensayista publicó La mujer española en el romanticismo (1969). Es también coautora de una Guía de Soria (1970).
             Trabajadora incansable, gustaba de la música clásica y era compañera de la noche y sus fantasmas. Respecto al arte, se confesaba autodidacta: “Por lo visto soy autodidacta. ¿Qué pasa? “Sin despreciar lo extranjero” siempre estudié por libre. Soy huérfana, mi Preceptor ha sido, y es, la Vida; mi Profesor, yo misma, y mi Maestro, lo Sobrenatural.”  Concha de Marco murió en Madrid, el 19 de octubre de 1989. Siempre reivindicó la igualdad entre hombres y mujeres, advirtiendo que estas han quedado excluidas de la historia de la literatura ya “que no tienen generación”. Tal ocurrió con “las sin sombrero”. El espíritu de rebeldía, su afán de independencia, la altura de sus principios, la honestidad de su comportamiento y la valentía que demostró al enfrentar su destino son las virtudes que de ella debemos conservar, toda vez que forman la veta más noble y hermosa de la fuerte personalidad de Concha de Marco.
José María Martínez Laseca*
(18 de mayo de 2016)        
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*Es autor del libro “Concha de Marco en carne y verso (Soria, 1916-Madrid, 1989)”, que ha editado este año el Ayuntamiento de Soria.

sábado, 30 de abril de 2016

Responso por Juan José Peracho Soria

Desde que comenzamos, el año 2013, él, ataviado con su capa castellana y su negra boina, siempre acudió puntual a “La Saturiada”. Nunca supe muy bien si era arévaco o pelendón. Celtíbero, en cualquier caso. De Rioseco de Soria y de mi quinta del 55. Grandote de armario, con otro tanto de alma en su interior. Y cierta ingenuidad de niño. Cual Moncayo, lucía nevada la cumbre. Y barba cana. Vivarachos sus ojos de gorrión, y la mirada atenta. Amplias sus manos, más de mecánico que de mecanógrafo. Los labios de su boca: un mechero dispuesto a prender presto el fuego a la yesca de la conversación.
            Era él quien nos traía las llaves de la ermita. Esas llaves antiguas, enormes, ya de museo etnográfico, de las que otrora abrieran la puerta a las bodegas subterráneas del vino. Las llaves que nos sirven, junto con el sayal y la capilla del santo Saturio, para darle al santero, en el inicio del ceremonial, posesión de su ermita.
            Fue Juan José Peracho para mí río Guadiana. Aparecía y desaparecía, con cierta intermitencia. Cuando coincidíamos, nos tomábamos un café con leche, fuera en el bar Félix o en la Casa Apolonia de la plaza de Herradores. Con sacarina, por supuesto. Porque éramos los dos “der Betis” como solía repetir con ironía.
            La antepenúltima ocasión en que nos vimos, charlamos de temas generales. Pero, sobre todo, de literatura. Pues Peracho sentía la escritura como necesidad, como fundamento de la realidad, mezclando fantasía y verdad. Yo le conté el reciente fallecimiento en Granada del escritor de Ólvega Manuel Villar Raso, al que ambos admirábamos. Él me sustituyó en la presentación de su última novela “Las señoras del Paraná”, aquí, precisamente, en este Casino Amistad-Numancia. Y ello le dio pie para decirme de su pasión por África, la que plasmó en su primer libro “Soria-Sáhara”, tras viajar al desierto. Y me dio la primicia de que “Las Españas perdidas” del olvegueño, que trata de los moriscos expulsados de España en el siglo XVI, le habían dado pié a una nueva empresa narrativa. También me habló, con orgullo, de sus hijos y, con preocupación, de su inestable situación laboral a sus 61 años.
            En la que sería la penúltima, nos habíamos citado un martes, previamente a su encuentro semanal con el club de lectura del Casino. Otro café en la barra del bar. Volvimos a repasar la actualidad soriana. Y buscamos, sin éxito, por los quioscos “El día de Soria”, el nuevo periódico en el que él había escrito la columna de la contraportada.
            Ya la última vez fue cuando, reclamados por la TV local, acudimos algunos de los hermanos a la cueva rupestre de San Saturio a simular La Saturiada. Yo regresé con él a la ciudad, montados en su Rocinante todoterreno.
            Que no hubo tiempo para más. Aquel fatídico lunes 4 de abril, cuando entré en la librería Las Heras, César Millán me soltó a bocajarro la mala nueva: ha muerto Peracho. Me costó digerir ese mal trago. En mi habitual paseo de la tarde pasé por La Barriada y en la calle Teruel vi su Land Rover-Rocinante aparcado. Veloces, pasaron por mi memoria las imágenes de la película compartida. Y llegué a la conclusión de que Peracho era un buen tipo. Por esa humanidad que transpiraba. Y recordé su insistencia en que el pintor Ignacio del Río Chicote hiciera el cartel de La Saturiada 2016 con el mismo formato del año anterior, porque él se había esmerado en montar un soporte de madera para exhibirlo durante el desfile callejero. Tanto todo para nada. Para marcharse después sin avisar y dejarnos a la Hermandad del Santero en la estacada.
            Debo decir aquí que Peracho se mostraba entonces bastante ilusionado con la reedición de su libro “Numancia. El día que no vinieron las golondrinas…”, de cuando se cambió el calendario que rige nuestras vidas. Incomprensiblemente reventó su corazón y los mecánicos galenos no pudieron reparar ese motor que impulsa el flujo vivificante de la sangre por el circuito cerrado de las venas. Y se nos derrumbó su corpulento edificio para siempre.
            Solo se canta, dicen, lo perdido. Solo la ruina es novelable. Aunque yo pienso que, al igual que sucede con el amor, en esa relación entre escritor y lector todo debiera estar consentido, tendente a fin tan bello como es el de extraer el elixir de la verdad destilando las mentiras.
            La gente normal acostumbra a morirse. En nuestra sociedad capitalista y de consumo son de uso corriente las dos sucias monedas de la traición y del olvido. De ahí que nosotros hoy vengamos a lo nuestro, ya que la vida sigue, para no traicionar ese espíritu lúdico y vitalista que te caracterizaba. También te recordaremos al releer tus libros, para que así nunca te nos mueras del todo.
            Con nosotros compartías que “una sociedad que ama la lectura y, por extensión, ama la cultura, es una sociedad fuerte, sobre la cual puedes construir. Es una sociedad mejor, más empática y más justa, más humana y sensible”.
            Porque tú, Juan José Peracho Soria, como escritor que eras, gustabas de la lectura. Pues, como dice Antonio Lucas, “un hombre que lee es un sujeto mejor acabado”. El gran Jorge Luis Borges imaginó que el paraíso sería alguna especie de biblioteca. Tal vez por aquello de la lectura infinita.
            De ser eso así, todos los miembros de la Hermandad del Santero estamos bien seguros de que tú habrás ido a parar a ese cielo.
            Que no te olvidamos. Te queremos, Peracho. Porque hoy, como siempre, habrá tiempo de primavera suficiente para que vuelva a florecer en nuestros corazones esa rosa tan hermosa de la buena amistad.
            (He terminado de escribir estas letras, en mi casa de Soria, la mañana de hoy, 23 de abril, día del libro, 400 años después de la muerte de Cervantes y Shakespeare, fiesta, también, de Castilla y León. Cuando se cumple ya la cuarta edición de nuestra Saturiada. La Saturiada-2016 o el día que no vino Peracho).
José María Martínez Laseca
(“La Saturiada”, 23 de abril de 2016)                

De lo incierto de un sueño, hacia la luz

La vida no observada, no examinada, no vale la pena vivirla, porque no es vida.                                                                                                                                                                             SÓCRATES
1.-El hallazgo imprevisto. Todavía no he llegado a saber si fue sueño o verdad. Yo iba caminando por una playa innominada, justo al borde del agua. Sabido es que experimentamos allí donde tenemos puesta nuestra atención. Somos lo que pensamos y lo que recordamos. Sin pensamiento y sin memoria dejamos de ser personas. Como el mar, nuestros recuerdos se acercan y se van en revuelto oleaje. Absorto en estas cavilaciones, uno de mis pies descalzos tropezó con un objeto semienterrado en la arena. Descubrí una botella, retenida en el tiempo, conteniendo un mensaje para quien, como yo, en algún momento y fruto de la casualidad, pudiera encontrarla. Este era su enigmático texto:  
“Él es verdaderamente un hombre de ninguna parte, / sentado en su tierra de ninguna parte, / haciendo todos sus planes de ninguna parte, para nadie. / No tiene un punto de vista, / no sabe a dónde va, / ¿no es un poco como tú y yo? /(…) / Está completamente ciego, / sólo ve lo que quiere ver…”.
Y pensé en un desesperado náufrago que, desde no se sabe dónde, lanzaba su S.O.S.
2.-En un valle de sombras. Tardé poco en saber que se trataba del fragmento de una canción de Los Beatles (décadas 60 y 70) titulada NOWHERE MAN (HOMBRE DE NINGUNA PARTE). La compuso John Lennon (Liverpool, Inglaterra, 1940-Nueva York, EEUU, 1980), a sus 25 años, en un momento en el que a la banda se le exigía nuevo material para el LP Rubber soul, que se iba a lanzar en la navidad de 1965. Constataba un gran giro en sentido filosófico. Hasta entonces, Los Beatles interpretaban sobre todo canciones de amor, centradas en las muchachas y los sentimientos que estas les suscitaban. Corría el periodo 1962-1965 llamado “Beatlemanía”. Al escuchar "Nowhere man", mis oídos me trasladaron la rara sensación de ser alguien, solo en el inmenso océano, yendo a la deriva. Tratados filosóficos fijaban al hombre contemporáneo en un desasosiego existencial. Como un ser desorientado, conformista, falto de identidad, desarraigado... Muy bien supo captarlo Lennon hace 50 años. Y cabría preguntarse si aquella reflexión de entonces sigue vigente en la actualidad. Si acaso el hombre de hoy ya no es un ser alienado, pues “sabe a dónde va”, “tiene un punto de vista” propio, ve más allá de “lo que quiere ver”, no ha vuelto a hacer sus “planes para nadie” y ha dejado de ser alguien de “ninguna parte”, puesto que también ha cambiado “un poco como tú y yo”.
3.-Un fulgor de esperanza. En el documental “La sal de la tierra” (2014), que gira en torno a la obra del fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, se sostiene la tesis de que el mal comportamiento humano en muchas de sus facetas: conflictos internacionales, hambrunas, éxodos, masacres, sequías, etc., se antoja incorregible.  Asimismo, la representación teatral “El rinoceronte” (1959) de Eugène Ionesco trata del poder de las muchedumbres que ofrecen tranquilidad y seguridad, comodidad e integración, frente al pensamiento diferente. Partiendo de tales premisas te preguntas: ¿cómo puedes creer en la esperanza? A lo que tú mismo te contestas: ¡mira lo que te rodea, no puedes creer en otra cosa! (Porque necesitamos / alas de mariposas / para poder viajar / de nuestros angustiados corazones / a la felicidad y la alegría).
John Lennon, de otra parte, en su composición IMAGINE (1971) condensa lo mejor de su poética, con lo que se ha convertido en un himno universal de justicia política, donde el goce y los sentimientos individuales puedan tornarse colectivos. Es su sueño utópico por construir un mundo mejor. Y todos nosotros debiéramos acompañar tan hermoso deseo, cantando a coro esta excelsa canción, para, así, hacerlo realidad.
José María Martínez Laseca
(“El expectador expectado”, Palacio de la Audiencia de Soria, enero 2016)