miércoles, 21 de diciembre de 2016

La mejor herencia recibida

Presidente, diputados, autoridades, amigas y amigos:
            Se me pidió que hablara en este acto de entrega de la medalla de oro de la provincia de Soria al Instituto “Antonio Macho”, en tanto que promotor de la idea. Y lo hago gozoso y con emoción. Nunca podría hacerlo a sangre fría. Se trata del centro al que llegué de niño, en  1966, desde mi Almajano natal, para realizar por libre aquella prueba de ingreso que marcaría mi andadura.

            Al que torné, tras pasar por el “Pío Baroja” de Irún y el “Miguel de Unamuno” de Bilbao, en 1971, para hacer sexto de bachillerato y COU, en que me cambié de Ciencias a Letras.

            En el Machado fui primero alumno, (guardo grato recuerdo de docentes y de colegas de aula), y, desde 2006, profesor de Lengua Castellana y Literatura, hasta culminar un ciclo. También en él han estudiado mi mujer y mis dos hijas, que ahora son profesoras de Instituto. ¿Cómo no celebrarlo? Mucho le debo yo a ese viejo Instituto.  

            Forma parte indudable de tu vida, me diréis. Sí, pero todo el orgullo que yo siento debe hacerse extensivo a muchos de vosotros, que podríais contar historias similares. Cual agua del río Duero, varias generaciones se han sucedido a lo largo de sus 175 años cumplidos.

            Hablo de un Instituto histórico. Que ha supuesto la primera universidad para miles de sorianos. Del huésped del edificio barroco, que antes fuera convento de jesuitas. Que abrió sus clases en 1841. Cuando la regencia progresista de Espartero.

            Primero y único Instituto de Segunda Enseñanza de Soria durante 128 años. ¡Qué bien nos lo cuenta Concepción Jimeno Martínez en su magnífico libro! Para que ni uno solo dejara de inflamarse con el deseo del saber, decían. “Preparar al hombre en su primera edad para que llegue al apogeo de lo que un día debe ser en su posición social, es el fin y el objeto del Instituto público que vamos a levantar”. La educación como ascensor social.        
           
            Se escribió entonces y sigue vigente hoy día. Enseñanza pública de todos y para todos. Propiciando la igualdad de oportunidades mediante el proceso de enseñanza-aprendizaje. Porque prime el talento sobre la cuna. ¡Ay de la educación, tan denostada a veces como invocada en las proclamas políticas cual bálsamo de fierabrás! ¡Qué pronto se nos olvida que es un derecho fundamental!
             Hoy, aquí, se honra a nuestro querido Instituto. La sola mención de personalidades  que por él han pasado, con quien le presta su identidad a la cabeza, lo dotan de la máxima entidad cultural. Ello ya sería suficiente para hacerlo merecedor de la medalla concedida.

            Nuestro Instituto se hizo realidad debido a un trabajo en equipo. A la decidida apuesta de personas e instituciones que le dieron prioridad y supieron solventar las dificultades económicas. Desde el Jefe Político, Miguel Antonio Camacho, los principales Ayuntamientos de la provincia, y la Real Sociedad Económica Numantina de Amigos del País con su lema: “El ocioso para nadie es provechoso”. Pero siempre con la Diputación Provincial al frente.


            Buena lección, sin duda, la del éxito de lo comunitario, por la conjunción de esfuerzos. La de una Diputación que, lejos de ver en la educación un gasto más, la tiene por inversión necesaria para el porvenir de la provincia. Siempre ha estado ahí nuestra Diputación. Entonces con el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, y la Escuela Normal de Maestros, más tarde con el Colegio Universitario (CUS) o la Escuela de Enfermería y ahora continúa con la UNED.

  

            Somos hijos de una tierra dejada de la mano de Gobiernos y, lo que aún es peor, de las nuestras propias. “Nunca la gente de Soria hizo gran bulto en la historia”, reza el refrán. Pese a Numancia. Choca con que de nuestro paisano Julián Sanz del Río, dijera Giner de los Ríos: “le deben su verticalidad la mitad, por lo menos, de los españoles que andan hoy en dos pies”. Con que nuestros maestros fueran  reconocidos en todo el país. ¡Qué viene el soriano!, exclamaban al verlo llegar. ¡Lástima, la fuga de tantos cerebros de esta tierra tan generosa como necesitada!  
           
           
            Oro de ley es la educación. Para saber, saber hacer y ser personas. Mejores ciudadanos. Con capacidad de discernir. Honrar al histórico Instituto “Antonio Machado” es honrarnos a nosotros mismos. Bien lo sabían nuestros padres cuando entendieron que el mayor tesoro que podían dejarle a sus hijos era el del conocimiento: una buena educación.
           
           
            En consonancia con ello va esta medalla de oro otorgada por la Diputación Provincial al Instituto “Antonio Machado”. Por ser la historia viva de nuestra mejor herencia recibida. Muchas gracias Presidente y Diputados provinciales por entenderlo así. Por acordar por unanimidad que, en justicia, procedía.
             Y acabo ya. Con un deseo a modo de brindis: ¡Larga vida al Machado, compañeros! He dicho
José María Martínez Laseca

       (En Soria y en la Diputación Provincial, a 21 de diciembre de 2016)   

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