Presidente, diputados,
autoridades, amigas y amigos:
Se
me pidió que hablara en este acto de entrega de la medalla de oro de la
provincia de Soria al Instituto “Antonio Macho”, en tanto que promotor de la
idea. Y lo hago gozoso y con emoción. Nunca podría hacerlo a sangre fría. Se
trata del centro al que llegué de niño, en 1966, desde mi Almajano natal, para realizar
por libre aquella prueba de ingreso que marcaría mi andadura.
Al
que torné, tras pasar por el “Pío Baroja” de Irún y el “Miguel de Unamuno” de
Bilbao, en 1971, para hacer sexto de bachillerato y COU, en que me cambié de
Ciencias a Letras.
En
el Machado fui primero alumno, (guardo grato recuerdo de docentes y de colegas
de aula), y, desde 2006, profesor de Lengua Castellana y Literatura, hasta culminar
un ciclo. También en él han estudiado mi mujer y mis dos hijas, que ahora son
profesoras de Instituto. ¿Cómo no celebrarlo? Mucho le debo yo a ese viejo
Instituto.
Forma
parte indudable de tu vida, me diréis. Sí, pero todo el orgullo que yo siento debe
hacerse extensivo a muchos de vosotros, que podríais contar historias similares.
Cual agua del río Duero, varias generaciones se han sucedido a lo largo de sus
175 años cumplidos.
Hablo
de un Instituto histórico. Que ha supuesto la primera universidad para miles de
sorianos. Del huésped del edificio barroco, que antes fuera convento de
jesuitas. Que abrió sus clases en 1841. Cuando la regencia progresista de
Espartero.
Primero
y único Instituto de Segunda Enseñanza de Soria durante 128 años. ¡Qué bien nos
lo cuenta Concepción Jimeno Martínez en su magnífico libro! Para que ni uno
solo dejara de inflamarse con el deseo del saber, decían. “Preparar al hombre
en su primera edad para que llegue al apogeo de lo que un día debe ser en su
posición social, es el fin y el objeto del Instituto público que vamos a
levantar”. La educación como ascensor social.
Se
escribió entonces y sigue vigente hoy día. Enseñanza pública de todos y para
todos. Propiciando la igualdad de oportunidades mediante el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Porque prime el talento sobre la cuna. ¡Ay de la
educación, tan denostada a veces como invocada en las proclamas políticas cual
bálsamo de fierabrás! ¡Qué pronto se nos olvida que es un derecho fundamental!
Hoy,
aquí, se honra a nuestro querido Instituto. La sola mención de personalidades que por él han pasado, con quien le presta su
identidad a la cabeza, lo dotan de la máxima entidad cultural. Ello ya sería
suficiente para hacerlo merecedor de la medalla concedida.
Nuestro
Instituto se hizo realidad debido a un trabajo en equipo. A la decidida apuesta
de personas e instituciones que le dieron prioridad y supieron solventar las
dificultades económicas. Desde el Jefe Político, Miguel Antonio Camacho, los principales
Ayuntamientos de la provincia, y la Real
Sociedad Económica Numantina de Amigos del País con su lema: “El
ocioso para nadie es provechoso”. Pero siempre con la Diputación Provincial
al frente.
Buena
lección, sin duda, la del éxito de lo comunitario, por la conjunción de esfuerzos.
La de una Diputación que, lejos de ver en la educación un gasto más, la tiene
por inversión necesaria para el porvenir de la provincia. Siempre ha estado ahí
nuestra Diputación. Entonces con el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza,
y la Escuela Normal
de Maestros, más tarde con el Colegio Universitario (CUS) o la Escuela de Enfermería y ahora
continúa con la UNED.
Somos
hijos de una tierra dejada de la mano de Gobiernos y, lo que aún es peor, de las
nuestras propias. “Nunca la gente de Soria hizo gran bulto en la historia”,
reza el refrán. Pese a Numancia. Choca con que de nuestro paisano Julián Sanz
del Río, dijera Giner de los Ríos: “le deben su verticalidad la mitad, por lo
menos, de los españoles que andan hoy en dos pies”. Con que nuestros maestros fueran reconocidos en todo el país. ¡Qué viene el
soriano!, exclamaban al verlo llegar. ¡Lástima, la fuga de tantos cerebros de
esta tierra tan generosa como necesitada!
Oro
de ley es la educación. Para saber, saber hacer y ser personas. Mejores
ciudadanos. Con capacidad de discernir. Honrar al histórico Instituto “Antonio
Machado” es honrarnos a nosotros mismos. Bien lo sabían nuestros padres cuando
entendieron que el mayor tesoro que podían dejarle a sus hijos era el del
conocimiento: una buena educación.
En
consonancia con ello va esta medalla de oro otorgada por la Diputación Provincial
al Instituto “Antonio Machado”. Por ser la historia viva de nuestra mejor herencia
recibida. Muchas gracias Presidente y Diputados provinciales por entenderlo así.
Por acordar por unanimidad que, en justicia, procedía.
Y acabo ya. Con un deseo a modo de brindis: ¡Larga
vida al Machado, compañeros! He dicho
José María Martínez Laseca
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