Muy queridos
paisanos: les habla el detective Santero Mateo, alias “El Sante”. En primer
lugar, les pondré en antecedentes sobre el caso que aquí nos ocupa. El que
ocasionó un gran revuelo mediático ya que sobrepasó las bardas del corralito
local, y que, debido a ello, requirió la
prestación de los servicios de investigación por parte de nuestra agencia
“Satur & Sante. Detectives privados”, la única existente en la capital soriana, con sede sita
en el tercer piso de un viejo edificio de la conocida calle Estudios. Como bien
saben ustedes, con la intensificación de los fríos durante el mes de diciembre,
dadas las especiales características concurrentes de incentivación al consumo
cada vez mayores, la empresa contratada a tal fin por el Excmo. Ayuntamiento, y
a instancias interesadas de su junta de gobierno, anticipaba la decoración lumínica
nocturna de las calles y plazas más céntricas del casco urbano. Con la
colocación de miles de bombillitas led (para evitar despilfarros energéticos,
se decía, en pro de la sostenibilidad de los recursos), las que componían dibujos
de estrellas, abetos, hojas de acebo, bolas y
otras filigranas multicolores. También los comerciantes se habían esmerado en
decorar los escaparates de sus tiendas para atraer a la reacia clientela. El
año pasado, por aquello de la importancia dada por los mandamases locales a las
políticas de proximidad y de participación ciudadana, las diferentes asociaciones
vecinales del municipio se implicaron en el Concurso de Adornos Reciclables de
Navidad en los respectivos barrios, ora extramuros como los de Las Casas, Pedrajas,
Oteruelos y Toledillo, ora propiamente urbanos como los de San Pedro, Santa Bárbara,
La Barriada, del Calaverón, de los Pajaritos y zona del Casco Viejo. A fin de
cuentas, la llegada de los fríos y la instalación de la iluminación nocturna
anticipaban la llegada de la siempre tan entrañable como adorada por los más
pequeños fiesta de la Navidad. O de las Navidades en plural, como decimos por
estos pagos, que nos evocan muchos y muy diferentes sentimientos, pues no en
vano cada uno de nosotros reacciona de distinta manera. Así hay quienes las ven
absurdamente familiares. Empero yo les hablo desde el gran amor que siento hacia
las Navidades, por los recuerdos que me traen de mi lejana infancia pueblerina,
ya que entonces eran una festividad mucho más íntima y sincera, y con más
nieve, mientras que ahora nos sumen en una auténtica vorágine, perdiéndose en
la turbulencia sus valores esenciales.
Lo
cierto y verdad es que, una vez más, en consonancia con lo dicho, los
trabajadores del almacén municipal, cual si de un operativo de intervención
inmediata se tratara, colocaban un hermoso árbol navideño de la familia de las
pináceas, al tiempo que, como todos los años, montaban el belén en plena Plaza
Mayor, frente a la fachada principal del Ayuntamiento, bien que desplazado hacia
la izquierda, acercándolo al Palacio Cultural de La Audiencia. Sobrio y humilde
se mostraba a los ojos, en cuanto a
figuras, como simbolizando el espíritu minimalista de los sorianos. Una cerca
rectangular de madera delimita el espacio con una suerte de granja de apenas
tres gallináceas en su interior, en el ambiente de un paisaje rural donde un
único pastor con su cayado, junto al puente sobre un supuesto río, atiende no
más que una oveja, con su corderillo y el carnero padre. Obviamente, el centro
de todas las miradas recaía sobre el establo: una caseta de madera con dos
departamentos. En el de la derecha, una mula y un buey descansando sobre un
lecho de paja, y en el de la izquierda, la figura puesta en pie de San José,
que contempla complacido a la Virgen María sentada frente a él y cabizbaja.
La voz de alarma saltó cuando, varios días después de su montaje,
uno de los curiosos visitantes al pasar junto al Belén exclamó, sorprendido, a
voz en grito: ¡Han robado el Niño Jesús, pues no se encuentra entre los brazos
amorosos de su madre! ¡Sin duda, que algún desalmado se lo ha llevado!” La
denuncia corrió de boca a oreja y de prensa digital a prensa impresa, con
Heraldo-Diario de Soria al frente, de la COPE a la SER…, llegando incluso a La
8 Soria TV, que desplazó a uno de sus intrépidos reporteros para entrevistar al
denunciante in situ. El caso es que la Policía Municipal, requerida por la
concejala delegada, actuó con prontitud y detuvo a un sospechoso. Se trataba de
un mozo barbudo que había sido visto merodear por allí, pero que, conducido al
cuartelillo y tras tomársele declaración, fue puesto en libertad sin cargos. La
leal oposición política se movilizó al conocer la noticia, voceando a los
cuatro vientos que era una vergüenza lo acontecido, consecuencia, sin duda, de
la dejación de funciones por parte del equipo de gobierno del PSOE, con su
alcalde-presidente a la cabeza. Sin duda que la Navidad une a los más alejados,
incluso ideológicamente, y así PP, C´s, Sorianos e IU coincidían en su
diagnóstico fatalista.
Ante el cariz que iba cobrando el tema, y debido a la gran alarma
social producida entre la población, el primer edil, optó por pasar a la
acción. El prestigio de nuestra agencia de sabuesos “Satur & Sante” era
evidente. La resolución del caso de la plaza robada en la ciudad, relativo a la
privatización del espacio público en Ramón y Cajal fue sonado en su día. Eso
hizo que la fama nos precediera. Ya sé que alguno de ustedes me alegará que muy
escasas credenciales eran esas. A lo que yo le respondería que no mucho más
hizo el noble visigodo Saturio, pues con un único milagro como fue el dejar que
saliera vivo el travieso niño Romualdo Barranco, natural de Carbonera, tras
precipitarse desde la ventana de la ermita a unos enormes peñascos junto al
Duero, pasó a ser aupado a los loores de la santidad y nombrado para el resto
de los días patrono de la ciudad de Soria.
Fue el propio alcalde en persona, sin reparar en gastos, quien
acudió sofocado a nosotros: “¡Os pido eficacia en esto, que me estoy jugando el
bastón de mando!” Al punto convoqué yo a
mi querido ayudante don Saturio Gonzalo, apodado “El Satur”, exsargento
jubilado de la Policía Municipal, y nos pusimos manos a la obra. Entrados en harina, pudimos enterarnos de que
no se trataba de un caso aislado puesto que robos similares, de un tiempo a esta parte, se
producían con frecuencia por toda la
piel de toro española. Desde Cataluña a Andalucía y de Galicia hasta Murcia. Como
botón de muestra, ante la reiteración del delito, en la ciudad de León, habían
optado por pegar con cola de la buena el niño Jesús a los brazos de su madre la
Virgen María. También nos enteramos de que, saltando allende los mares, en
Guatemala, el robo del niño Jesús, constituía una tradición muy arraigada. La
cosa se les ponía fácil a los malhechores, pues menudita como es la figura del
susodicho infante, bien cabía en cualquier tipo de bolsa. Por consiguiente,
fuese una sola persona o en comandita con otros cómplices, la podían coger disimuladamente
del Belén y llevársela con el compromiso implícito de organizar una fiesta para
devolverla después. No resultaba extraño que, como consecuencia directa de la
globalización y de la emigración de gentes, tal costumbre se hubiera instalado
en la ciudad de Soria, al igual que había ocurrido con los siluros en el rio
Duero. Pese al hallazgo, no quisimos lanzar las campanas al vuelo y optamos por
personarnos ambos dos en el “lugar del crimen”. Y en esas nos encontrábamos, de
mañana, cuando centraron nuestra vigilancia un padre y su hijo pequeño, que se
acercaron a contemplar el Belén en cuestión. Atentos, aguzamos nuestros oídos:
“¡Mira, hijo mío –exclamó el padre al contemplar la dependencia del establo en
la que estaban la Virgen María y San José– algún ladrón ha vuelto a robar al
Niño-Dios!” A lo que el chaval, un tanto espabilado, le respondió presto: “Pero
papá, ¿no te das cuenta de que todavía es muy temprano y que será en esa noche,
a las doce horas, como dice el villancico “esta noche nace un niño”, cuando
venga al mundo el Niño-Jesús, que por eso es Nochebuena?”
No tuvimos que oír nada más. Mi colega y yo nos miramos
estupefactos el uno al otro. “Elemental querido Satur –le dije yo sonriendo”.
Asunto tan engorroso quedaba por fin zanjado de un modo imprevisto. Cuestión de
aplicar la lógica hipotético-deductiva, o sea de lo que muchos entienden por
sentido común, que, lamentablemente, es el menos común de los sentidos. Habría
que esperar, pues, a que naciera el Niño Jesús primero, para después poder colocarlo
en el belén junto a sus padres y al calorcillo de la mula y el buey. Es aquí,
en la conclusión, donde debo advertirles
a mis queridos paisanos lectores de como muchos de los quebraderos de cabeza
policiales han encontrado su esclarecimiento, más pronto que tarde, debido a la
colaboración ciudadana. Cual es el caso.
José María Martínez Laseca
(24 de diciembre de 2017)
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