viernes, 4 de agosto de 2017

Celebración de "un soneto para Soria"

Nos juntó, este pasado jueves 3 de agosto, de nuevo, un acto de celebración poética, y en consecuencia gozoso, como es la entrega del premio al ganador del certamen “Un soneto  para Soria”, que cada año convoca el Círculo Amistad Numancia. En esta su quinta edición lo ha conseguido, como dijo su Presidente Adolfo Sainz, el poeta Andrés García Motos, granadino de nación, pero de habitación en Casteldefells y vinculado al pueblo de Adradas por su esposa soriana. Con su soneto “Castroviejo”, referido al bello paraje soriano de Duruelo de la Sierra.  Donde parece que las rocas sueñan ser una misteriosa ciudad encantada. La que conforman los restos de una escuadra de navíos petrificada, encallada en el mar de pinares, bajo un cielo infinito. Enhorabuena por ello, de parte de los miembros del jurado, que se lo otorgamos por unanimidad. Advertimos en él, la inspirada costura de las palabras que, si no nos equivocamos, también pudimos apreciar en la confección de otra bella estampa paisajística relativa a otro de los paisajes singulares de nuestra   provincia de Soria, cual es el  Cañón del Río Lobos.
Nos encontrábamos en el marco adecuado de ese viejo Casino, de tantas resonancias poéticas. Sin duda “un lugar para la poesía”, que aloja, asimismo, bajo su techo a “La casa de los poetas”.  En esta “ciudad para poetas” con sus tres grandes tenores líricos: Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado, y Gerardo Diego. En vísperas de la apertura de la feria del libro “Expoesía”, que este año gira en torno a exilios y poetas. Este mismo año en que celebramos el 2.150 aniversario de la gesta de Numancia frente al todopoderoso imperio romano. Y ello me ha llevado a arrimar el ascua a nuestra sardina. Es bien conocido que durante cierto tiempo se discutió el emplazamiento de la heroica ciudad celtíbera, habiendo quienes, interesadamente,­ lo trasladaron a Zamora. Pues bien, entre 1924-26 viajó por España el embajador y humanista veneciano Andrea Navagero, que al pasar por estas tierras anotó: “a cuatro leguas a la derecha [desde Gómara] se alza Soria, junto a la cual se ven todavía las ruinas de Numancia”.  Algo evidente, Numancia está en Garray, como ya afirmó, en 1499, el autor de la primera gramática castellana, Elio Antonio de Nebrija, al ubicarla en su lugar exacto. “Era en Numancia, al tiempo que declina / la tarde del agosto augusto y lento, / Numancia del silencio y de la ruina, / Alma de libertad, trono del viento.”, tal y como la cantó Gerardo Diego en su certero soneto “Revelación”, de 1948.
Digo que, este personaje, Andrea Navagero, es relevante, además, para nosotros por ser el auténtico introductor del soneto en España. Antes lo había intentado Íñigo López de Mendoza, el famoso Marqués de Santillana, el de las “Serranillas”, con sus “versos fechos al itálico modo”. No obstante, lo definitivo vino tras el encuentro del mencionado embajador veneciano con el poeta Juan Boscán, amigo íntimo de Garcilaso de la Vega,  en 1526, en Granada. A partir de aquello, se desarrolla en nuestra literatura una larga historia del soneto, con poetas de todos los tiempos, lo que resultaría muy largo de relatar.  Añado que mantiene su plena vigencia  e interés hoy en día, como  bien corrobora el éxito de nuestro certamen “Un soneto para Soria”.
            No es nada fácil cumplir con la exigencia de crear un soneto.  Una composición poética de 14 versos endecasílabos. Con dos cuartetos y dos tercetos. De arte mayor y rima consonante, conforme a su rígido corsé  clásico: ABBA, ABBA, CDC, CDC. Y que resulte, por ende, atractivo y sugerente. En nuestro caso, sobre la temática de Soria,  capital y provincia, en sus múltiples facetas. Por conseguirlo exitosamente, reiteramos nuestra sincera felicitación al autor del bello soneto titulado “Castroviejo”, el que todos podrán degustar con su lectura, puesto que va a quedar expuesto a lo largo de todo un año,  en el local del Casino Amistad-Numancia. Es el merecido reconocimiento a quien ha sabido contemplar lo nuestro con una mirada diferente de la normal. Lo que le hace, por añadidura, merecedor de nuestro mayor agradecimiento. 
José María Martínez Laseca
(3 de agosto de 2017)

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